miércoles, 13 de diciembre de 2017

Melancolía

Bueno, hoy he terminado, hace menos de diez minutos, mi último "libro", una serie de diez cuentos. Y nada, nada qué decir o hacer. Nada, no hay nadie con quién brindar, a quién decirle de mi logro y que festeje conmigo. Hace mucho tiempo que festejo solo mis nimiedades. No es reclamos al mundo la vida ni las circunstancias, es meramente una descripción de lo que pasa.
     Acabé nuevamente un libro donde Samael es mi personaje. La primera vez que lo hice no conocía la diferencia entre Sam y el diablo, ahora, la verdad es que no importa. La verdad es esa, la soledad. El que sean las dos y media de la mañana y sólo tenga para contar el logro un blog en internet que nadie lee. Y no pasa nada, nunca pasa nada, sólo esa sensación de vacío, no por haberme vaciado, sino por soledad y pues así es esto. La verdad es que creo que no podría escribir si no fuera porque estoy solo. pero la verdadera pregunta aquí es ¿preferirías escribir o dormir acompañado? Y pues es ocioso hacer esa pregunta, cuando no tienes nada... creo que quiera o no, ya he hecho mi elección y bueno: tengo un nuevo texto... Yupi :(

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Recuerdos

A veces me pregunto qué tan ebrio debería de estar. Qué tan falto de sueño, amor, o de aire, en esta necedad de humo, es la necesaria para escribir. Dónde está el filo de este cuchillo por el que camino con dos abismos a los lados mientras abro los pies a cada paso.
Hoy caminé sobre las pisadas de hace casi siete años, con el corazón vuelto loco, y una extraña sensación en las manos. Hoy me acordé del metro "Deportivo 18 de marzo", de tu chamarra con pelos al rededor del capuchón, y tus cachetes inflados, y de tus brackets. Me acordé de haberte visto por primera vez y no saber qué decir y aún así intentarlo, de las gomitas con formas de dedos, y ojos, y narices; y de los viajes en camión, y de cuando no se necesitaban tantos pesos para salir.
Me acordé de pensar que podrías verme por primera vez y creer que era feo, de que las charlas en persona no fueran ni la sombra que en Internet. De tus ojos grandes. De que esa vez no fue la primera vez que te veía. De que andabas en otro mundo más al norte de este mundo. Me acordé de tu nariz rota y cómo te vi por primera vez con collarín y parche, de cómo iba con mi novia y yo te miraba por el reflejo del cristal del auto. Me acordé de que te veías guapa, maltrecha pero guapa. Me acordé de cómo estabas en la fiesta de quince años donde también estaba mi tío que falleció hace cinco años... de tu blusa negra con tirantes delgados, y tu short o falda verde olivo, y de cómo se te veían los pezones debajo de la blusa. De tu piel clara, de tu cabello dorado, de tu sonrisa grandota, y de cómo el metro siempre ha sido un lugar para tomar decisiones... verte o irme, o verte y decir: voy a creer que esta es la mujer más hermosa del mundo, y terminar creyéndolo, o de cómo antes, cambié a una novia por una exnovia. Y entonces algunos recuerdos vinieron a borbotones, vino la imagen de mí dándote la llave del candado de mi cuarto y que perdería para siempre, de cómo caminamos por coyoacán, y del hotel cerca de calzada de Guadalupe que visitaríamos después de ver quince minutos de película y diez de andarte masturbando en la sala... del camellón donde nos acostábamos en los árboles, y de subir al cerro del Tepeyac, donde yo te habría visto llegar desde lejos, con mi ceguera y todo, con el pantalón de mezclilla y tu sudadera a rayas gruesas blancas y verde agua, y de cómo te reconocería por la simple manera de caminar. Y entonces recordé más, el esperarte en las calles cercanas al lugar donde tomabas tu curso, y la carta de una baraja inglesa donde me escribirías "Te quiero" y que enmicaría para poner de adorno en el cierre de mi maleta.
Me quedé pensando que en la mañana, no pensaba en ti, que no creí que siguiera sintiendo algo, que no creí que causaras nada, como lo he creído siempre, y que te encuentre en la memoria caminando peldaños a mi lado, en esa tú de humo, esas cosas que no escribí nunca pero me acuerdo por momentos, como de tus manos y el pesar que te han dado siempre, y el miedo a la artritis, y que se te engarrotaban. Me acordé de mi muerte, esa que llevo aplazando años, mientras te contaba al mirar los carros que sólo quería escribir tres novelas antes de hacerlo y ahora quiero escribir unas pocas más, mientras tengo unas ganas más grandes cada vez de encontrar esa muerte. Pero entonces veo las flores que crecen a las faldas del Tepeyac, y las veces que estuvimos en parques y cuando te recostabas en mis brazos allá en eje siete, y me decías que te gustaba que fuera así, que te dejara abrazarme pero no te abrazara yo, y te me quedabas viendo y me decías que te gustaba mi perforación en el labio, y entonces me besabas...
Me acuerdo de abrazarte y decirme que no eras tan delgada como Karen, y que si aún así te querría., y que aún así te amé, y entonces, me acuerdo de cosas no escritas, como el no pedir tu mano, o los viajes de noche por Andrés Molina, y que muevas los brazos mientras cuentes algo, y siempre sonrías grande... No recordaba lo que fue hacerte el amor la primera vez hace mucho, cuando todo me salió mal, la película en la consola que no jalaba, y el gas que se había acabado cuando te quise cocinar pescado, y que me abrazaste y me dijiste que qué pasaba y te conté esa frustración, y me abrazaste más y entonces te quité tu blusa rosa, y tus pantalones de mezclilla, y no llevabas bóxers, sino traje de baño, de esos con letras blancas y fondo negro y algo rojo, que decía "yes" "no", y te besé los senos, los pezones, y te hice un oral, y entonces, para que todo acabara de la misma mala forma que empezó, no supimos dónde había quedado el condón; tu "Ay, Marco, la cagas" "abrázame", al terminar de hacer el amor. De mi intento de hacerte crema de apio, y cómo evité que quemaras la instalación eléctrica por lanzar agua al horno eléctrico, mientras la casa se volvía humo y los gatos corrían a refugiarse en las cajas... Me acordé, pues, entre arcángeles de mármol, de volver a sentir así... Hay, pues, tantas cosas que no escribí y no me arrepiento de no haberlas escrito y que me sorprendan de golpe, mientras viajo en un camión, contigo al lado, aunque seas de otra cosa que piel y huesos

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Cementerio

Esto sí es mío. No el sol, ni los movimientos de traslación y rotación de la tierra. No me pertenece esa temporada de otoño donde los árboles se desnudan y muestran sus ramas artríticas. Esto, esta tristeza y ganas de que no se acabe la noche, de que nadie despierte, que todos disfruten soñar. Esto es mío, las dosis de veneno en humo y la facilidad para recordar, tanto como para seguir soñando. Esto es mío, esta incertidumbre de tristeza entre nostalgia y melancolía. esto de manos vacías, e incapacidad para olvidar unas cosa o evitar recordar algunas otras que no han pasado. esto es mío: la afición por las cuerdas y los nudos, las navajas (y el miedo al dolor), mirar por las ventanas de los edificios de más de siete pisos de alto, las ganas de degustar el sabor pólvora y plomo, a culo en la boca, a pelos entre los dientes. Esto es mío: una canción con pasaje directo al pasado, y la repetición de la misma hasta que la piel ya no sepa a carne y sudor sino a cenicero

domingo, 15 de octubre de 2017

Multiversos

En una te ibas con Omar a quien despidiera por andar drogado en el trabajo, en otra con Memo, a ambos les coqueteabas con tu brusquedad, en otra con el tipo güerillo que Lesli y tú se peleaban por atender, en una más hacíamos un ganbang entre todos los mencionados antes (yo incluido), en una más con el hermano de Monse, en otra después con Hugo, en alguna por ahí, con el tipo de la fiesta de mi prima. En otra nada de eso importaba porque yo ha me había ido con Jimena o con Grizel, en otra incluso me volvía con Karen (dioses, qué le habrá pasado a mi yo de ese universo). En este te quedaste conmigo y yo contigo durante un año y cacho más, hasta lo de mi tío. En otra no te fuiste, esperaste a que me recuperara del madrazo... En ninguna de esas tuvimos un happy ending, me iba yo, te ibas tú, la cagaba alguno. ¿Quién? ¿Importa? Al final era estar separados. En esta seguimos separados, en una más ya regresaste, en una te convencí de intentarlo nuevamente después de ser amigos dos años. En una, te maté en un arranque de ira, en otra me castraste mientras dormía (también morí, desangrado y sin pito).  En otra de esas, yo no era un escritor mediocre que vive de trabajos eventuales y tú no eras una actriz mediocre que hace pastorelas con calidad de obra de teatro de secundaria; somos exitosos y nos encontramos en un concierto de Aute, allá en París, y vimos el atardecer desde la Torre Eiffel, y pusimos nuestro candado en ese puto puente. Dos semanas más tarde nos mandamos al carajo porque estás loca y yo soy renecio.

En todas sigues yendo al hospital una vez al año. Pero en una ya no se te engarrotan las manos y sigues llamando a las heridas de tu operación en el apéndice con el nombre de esos pinches escuincles de secundaria (Iván, Ricardo, y no recuerdo el otro). En otra ya habíamos regresado, pero te mandé al carajo por enojona, aun así, regresamos otra vez. En una hice las cosas bien a la segunda: le pedí tu mano a tus padres, y ya no me llamaban el meserito o el señor ese. Ya era el nuerito (me da escalofríos de pensar en ese universo). En ninguna era perfecto, pero volvimos a ir a Nayarit (está vez en avión, para evitar tanta pinche curva) y ahora sí jugué contigo en la playa, y te abracé mientras mirábamos el atardecer en el mar.

En una ya morí de congestión alcohólica, y fuiste a mi funeral, lloraste, te veías bonita y tus ojos parecían grises en lugar de verdes. En otra de esas muertes por alcoholismo preferiste no ir, en una más, no te enteraste a tiempo del entierro; en todas lloraste. En otra te hiciste la operación de las encías (hazme el chingado favor, quién sabe a qué tú se le pudo ocurrir semejante idea). En otra aprendí a bailar y a disfrutar de tu música, y nos encontramos en una fiesta y bailamos, o algo así, porque fue en la que sí me aventé por la ventana hace cuatro años y medio cuando quería suicidarme, entonces quedé medio cojo.

En como veinte millones de universos, no haz regresado, en unos regresas mañana y en otros el día que le sigue. En varios de ellos te quedarás hasta que seamos viejitos y hagamos carreritas en sillas de ruedas, en todos esos, te gano yo siempre, salvo cuando te enojas y te dejo ganar, o cuando me quedo atrás para verte las nalgas (sí, caídas, arrugadas y todo). En todas en las que nos fuimos, tenía que ser así, para que yo valorara las cosas, y tú olvidaras los rencores, nunca pudo ser de otra forma.

En otras soy fotógrafo y te enojas cuando no eres mi modelo. En una ya no quiero que regreses, en otra sí. En ambas lo digo abiertamente y soy sincero.

En ésta... No lo sé, supongo que tengo miedo, y por eso pienso que sí y otras que no, que para qué y por qué fantaseo con las posibilidades, que se trata de un vicio de escritor dónde me pongo a contar historias. Sin embargo, no hay un momento en todos los días en que pienso que entras por la puerta (o la zotehuela), gritas: soy, yo, he regresado...

En la mitad llegas hasta la recámara y estoy muerto, por imprudente más que por sonar dramático, en las que estoy todavía vivo, hay varias dónde ya quedé loquito... Pero en las que sigo vivo y consciente, en todas y cada una de ellas, incluso en las que pudiera estar enojado, te abrazo. En unas me haces el amor, en otras peleamos riéndonos, en todas esas, le echamos ganas, los dos, sin odios ni rencores, sin reclamos, con la madurez que dan los años como para saber en qué la cagamos, mejorarlo y seguir jugando.

sábado, 7 de octubre de 2017

Preludio a la novela de Caín: "Deja que te mate"

La historia comienza en un lugar muy, muy lejano en la mente del escritor: siete años atrás (podría no parecer tanto: pero tantas historias tanto suyas como ajenas, eran una especie de inicio de  los tiempos en su vida). Claro que no había nacido de veintipocos, pero es allí donde se sitúa el inicio de sus tiempos, en un veinticinco de diciembre y con la ingenuidad de una carta por correo electrónico. Tampoco ahondará en lo que ocurrió durante poco más de dos años y medio de vivir juntos esa historia que ya ha tenido oportunidad de se novelada a los pocos meses de ser concluida. El baguette, croissante, y la sopa de cebollas en París de los años veinte,, fueron cambiados por el poco glamouroso mundo culinario de los tacos callejeros fiados en la Ciudad de México, y la actividad de corresponsal de guerra se convirtió en encargado de bar, docente de secundaria y artista callejero de esos que andan en los pasos cebra; todo esto con el fin de crear una adaptación más contemporánea. El escritor en ciernes, por motivos dramáticos, sigue estando como figura principal, el amigo sensato que habla del protagonista es interpretado por un cerebro que se la pasa juzgando mientras narra. La femme fatale algunos la consideran incluso fea, para el personaje que vamos a seguir, resulta obvio que se trata de la mujer más hermosa del mundo, convencido por la autocreencia que ingresó a modo de mantra: haz como que crees y terminarás creyendo. Hay por ahí un triángulo amoroso que no funciona más que en la teoría, y en la pregunta metadísica tenemos a un autor en modo de Unamuno que es una especie de dios creador.
     Para aquel que conozca al escritor, el personaje es un ser enteramente ficticio, los personajes involucrados aquí, nunca exisitieron. Para el que no conoce nada de él; esta historia es un chisme real y cada personaje tiene un referente con el mismo nombre circulando por el mundo (todos, salvo uno que ya falleció)... Así es como termina esto, pensando advertir a la novela de "Caín", porque antes de Lilith existió Liliana.

domingo, 1 de octubre de 2017

Prefacio a los multiversos (o: si sí te hacía más caso del que crees)

Creías que no te ponía atención. Que no eras importante. Pero los dulces que más te gustaban entonces eran los bombones cubiertos de chocolate; y que eres incapaz de controlarte como quisieras cuando algo te apasiona y terminas diciendo las cosas de una u otra manera. Que nunca te mostraste vanidosa, pero era realmente importante para ti sentirte bonita (aunque te hicieras un hoyo en la frente estornudando). Y cómo se te frunce el entrecejo con el sol y no puedes evitar verte frentona, y sonreír casi siempre mostrando los dientes, y no en esa sonrisa tímida solo de labios. O la forma en que te apropian del mundo cuando te sientas, declarando que el lugar es tuyo sin más. Y la forma cuando lloras dónde los ojos en lugar de verdes parecen grises, y cómo se te hinchan los párpados si alguien te hace reír después de llorar. Y que tu color favorito es el verde, y la crema de apio y las chimichangas y las babuchas. Y que tuviste una muñeca que encontraste en Chiapas cuando fuiste de viaje con el CEDART. Y que te molestaba que recontara el dinero después de que tú ya lo habías contado. Sé que muchas veces lo que más te molestaba de Jimena no era Jimena sino la forma en la que me trataba y que no te dejara a ti hacerlo. Y que las fábulas pánicas y Esperando a Godot eran de los libros que más te habían gustado. Y que aunque tienes un corazón de oro, también eres vengativa y rencorosa y ventajosa, y fuerte (siempre fuerte). Que luchas y sigues luchando para seguir adelante. Sé que había noches en las que te quedabas despierta llorando por algo que había hecho o esperabas que hiciera y no había hecho. Y que el verme enojado te ponía feliz porque tú eras quien solía enojarse. Pero fueron más las noches que me quedaba despierto cuidándote el sueño, y acariciándote el cabello, con cuidado, para no lastimarte al jalarlo, porque había que jalarlo todo, hasta el final y acomodártelo detrás de la oreja. Y que odias sentir que estás sola, que nadie te apoya, porque siempre eres tan fuerte que sigues adelante, pero te gusta que te apoyen (ah, sí, y que te dan miedos los aliens) y que se den cuenta de que tienes buenas ideas. Y que si te vas, de alguna forma, vayan detrás de ti y no dejen que te vayas.

Piensas que no lo sé. Que nunca puse atención a esas cosas, pero lo hacía. 

Te conozco más de lo que tú crees, quizá más de lo que te conoce alguien más, si hasta tus personalidades disociadas me llegaron a querer y a odiar. Y me saludaba una por ahí con el movimiento de tu nariz como conejo; y que el tocarte las bubis hacía que te diera risa. Y lo mucho que quieres a Lalo y a Ricky, y a tu tía Paty y tus primas. Y que querías que tu padre se diera cuenta de lo mucho que vales, y que te valorara por lo que eres y lo que has logrado. Sé que creías en el secreto y que conseguiste el mismo reloj verde de pulsera que habías visualizado unos años atrás. Sé que por las mañanas se te pega un ojo a lo Gary, y te da por restregarte como gato, y que mientras duermes, babeas y tienes la cara de una niña chiquita. 

Sí, sí te ponía atención, de veritas, de veritas, jaja. Y a lo mejor me hubiera gustado vivir en otro de los multiversos...

Pero eso será en la siguiente entrada.