jueves, 24 de enero de 2013

¿Complejo de Peter Pan?

Hoy vi a dos de mis mejores amigos. Fuimos a ver una película inglesa de zombies, en el cinematógrafo del Chopo, que nos amenizó la mañana. Después nos fuimos caminando a Bellas Artes, los llevé a una fonda para comer y me despedí de ellos pues no tenía dinero y debía de ir a trabajar. Me dijeron que me quedara, ellos invitaban mi comida, ocho años y medio de conocernos valen lo suficiente para quitarme la pena y aceptar su propuesta.

     Después de haber comido, nos pusimos a hablar, me enteré de historias interesantes que podrían servir para algún cuento después o para meter dentro de algún texto, sobre todo últimamente que el tema de la soledad ha sido lo que me ronda por las ideas, sin embargo ese tema pasó de largo después de un rato, y se quedó uno que empezó con la duda de seguir el camino del artista (o al menos mi camino) y terminó en cómo hemos "crecido".

     Las pláticas con mis amigos han cambiado radicalmente desde la última reunión. Aquella vez ni siquiera tocaron los controles de la consola para jugar, es la primera ocasión en ocho año que se ignoran los videojuegos; incluso brindamos. Ese fue el primer síntoma de que nos estábamos añejando. A mí en lo personal se me cae más el pelo, y esa había sido mi medida durante los últimos años.

     Al darnos cuenta de cómo habían cambiado nuestras charlas (como muestra de aquel envejecimiento, que después fue confirmado por el hecho de ser la primera vez que caminábamos en el Centro para platicar) yo tomé la varita y aproveché para comentar que la primera vez que me había dado cuenta de haber crecido, fue a los veintiún o veintidós años, cuando llevaba algún tiempo trabajando. ¿Cuál fue la epifanía de ese momento? Veía que ya no tenía esas largas vacaciones de casi dos meses para hacer nada al terminar el año escolar, tenía que trabajar, y aunque en ese momento vivía con mi madre, la solvencia económica no era lo suficientemente buena como para que ella pudiera con todos mis gastos, así que aunque quisiera ya no podía dejar de trabajar... llevaba dos años así y hasta ese entonces no me había percatado del momento en el que pisaba el mundo de los adultos.

     ¿Por qué tomé esta memoria a colación? Porque después de eso, me di cuenta de otro momento en el que había entrado sin darme cuenta al mundo de los adultos. El día de ayer, después de haberlo meditado durante el lunes, al hablar con mi novia, le dije que no quería secuestrarla (secuestrarla era la especie de eufemismo que usaba para referirme a que quería que se fuera a vivir conmigo), al menos ya no. Estar en el dentista (que me cobra las consultas en menos de cien pesos) con trabajos por partes y que son pagados mayoritariamente por mi madre; me hizo darme cuenta del estado "deplorable" de mi situación de vida actual. Me di cuenta de que en realidad no podía ofrecerle nada y que por lo mismo no quería que se fuera conmigo... nuevamente estaba pisando terreno de adultos, y por ahí, en algún lugar, se había perdido el Marco que estuvo de la misma forma con Liliana (sí aquella desgraciada, jeje, que me dejó -disculpen el comercial, es que aún no soy un adulto por completo y me gusta seguirme divirtiendo-), y que ante algún imprevisto decía: "ya veremos cómo lo solucionamos"...

     ¿Quién sabe cómo (realmente quién sabe cómo) el mundo de los adultos se nos va metiendo entre la piel? Es en verdad preocupante cómo la sensatez llega de improvisto y vuelve todo más aburrido, más pensado y menos libre. Quizá también por eso el comercial, porque estoy seguro de que desde ese fatídico dos de octubre algo se rompió en mí, o mejor dicho, algo me rompió ella.

      No me gusta crecer de esa manera, no quiero, aunque es ta sutil que no creo que pueda detenerlo. Sin embargo creo que aún tengo esperanzas, aquel comercial me dice que la sensatez no me ha alcanzado por completo... y mientras, puedo seguir pensado que sigo comiendo dulces porque aún soy un niño en lugar de pensar que los dulces no son solo para los niños (aunque después tenga que ir con el dentista).


sábado, 12 de enero de 2013

¿Por qué no?

Pues qué más da. Jajaja, últimamente he aprendido que cada vez me cayo menos las cosas, es fácil, solo tienes que dejar de hacer que te importen las cosas. Ver un par de capítulos de dr. House, y de Californication, y tener alguno que otro amigo ebrio que sirva de ejemplo, así de sencillo y uno aprende a perderle el miedo a lo que te diga la gente. Bueno, eso y escribir, terminar escribiendo cosas que a final de cuentas no leerán tus amigos cercanos, ni tu familia, y entonces voilà. Como los demás no los conoces ni les importas realmente, estás listo para empezar a sacarte cualquier clase de comentarios, total, no te importa. Al final no es tan malo, y resulta entretenido: entonces te tomas unos tragos, enciendes un cigarro, y en lugar de usar los sillones, vas al piso a sentarte antes de escribir. Así de sencillo. Juegas con las frases y los comentarios que quieres decir y que también podrías decir en algún momento. Le inventas una historia, y a la mala mujer en lugar de matarla, la terminas comprendiendo, te ríes de las cosas, y entonces juegas porque ya no te importa: lo mejor que he jugado en mi mente con estos diálogos, es decirle: te podría decir que te deseo una vida feliz y bonita, pero como la verdad no me importas, me divierte más decirte que ojalá tengas una muerte fea y dolorosa, junto con una vida tormentosa, jajaja. Sí, sé que puede sonar ardilla, pero eso es lo mejor, es lo que decía antes, no te importa, y tú terminas sabiendo que así es pese a las dudas de los demás. 

      Así que perdamos ese miedo, la gente te acepta o no te acepta, al igual que tú aceptas o no aceptas a la gente, los términos medios aquí no funcionan. Son perversiones. Así que por qué no, decir a diestra y siniestra las cosas a las personas que no nos importan, jejeje, es divertido, sobre todo cuando se lo toman a pecho y uno no se engancha. 

     Por cierto, lo de a diestra y siniestra no hay que abusar... pero al final, qué más da, cada quien hace de su vida lo que quiere.

     Saludos desde la tierra del estrés que se lleva mi cabello.