jueves, 30 de abril de 2009

Sandra y Érica parte 7

Cuando llegó a la entrepierna, Sandra dudó un poco, no sabía cómo empezar, decidió seguir como iba, con besos. El que no tuviera vello la prendió aún más, se preguntó si era por lo lampiña, o si seguía rasurándose como desde aquella vez; el recuerdo la hizo sonreír, por fin podría completar lo que quería aquel día del baño. Conocería su sabor, y su aroma directamente, y no por medio de la ropa interior sucia de Érica; al fin tendría su vulva en la boca, y no solo su ingle. Separó ligeramente sus labios con los dedos, mientras la lengua viajaba por la línea de piel formada por los pliegues de los labios. Sintió su clítoris y la dureza de su tallo desde antes de llegar a la vagina. Érica solo gemía, y se retorcía ligeramente, apretando con las manos las cobijas sobre las que estaba; con los ojos cerrados y aspirando profundamente, no sabía hasta dónde dejarse ir. Sintió un espasmo diferente más placentero que los anteriores, Sandra estaba jugando directamente con su clítoris, se llevó una mano a la boca y la mordió. Su cuerpo le pedía sus dedos dentro de ella, trató de satisfacer la petición, Sandra lo impidió, le tomó la mano y la apresó. Siguió jugando con su lengua, la metió, Érica gimió más fuerte, la tía le tuvo que poner algo en la boca, lo primero que encontró. La lamió más efusivamente, restregó su rostro en su entrepierna; sintió la tensión de los músculos de su vagina, y después la humedad en su cara… la sobrina se había venido.

Sandra le dijo que necesitaba tomar agua, y le preguntó si ella quería algo antes de que siguieran. Érica dijo que no, y durante la ausencia de la tía comenzó a fantasear con lo que vendría después… Cuando regresó Sandra, descubrió que su sobrina se había dormido, pensó en despertarla para seguir lo que habían empezado. Decidió apagar las velas y dormir junto a ella, no importaba que no terminaran ese día, sabía que ya era suya y la tendría cuando quisiera.

jueves, 23 de abril de 2009

Sandra y Érica parte 6

Estaba hecho, no había marcha atrás, ninguna quería dar marcha atrás; Sandra sabía que era la primera vez de Érica, así que lo hizo especial, no había electricidad y no la quería, desconectó todo, apagó el interruptor de la luz, fue al cuarto de su madre y tomó el fonógrafo con manivela de su abuela, colocó un disco de acetato con suave música clásica y velas en cada lugar que pudo. La música, la iluminación, la noche lluviosa, todo era perfecto.

Las dos amantes seguían con la misma ropa, todo casual, jeans, playeras, etc., la mayor llevaba el cabello amarrado (aunque no por mucho), se deshizo de la liga, y con un movimiento lateral de la cabeza desacomodó su cabello castaño ligeramente ondulado, parte de este le cubría la cara, pero combinado con su mirada sensual, lasciva, se volvía más deseable. Sus ojos cazaban, veían a la joven como una presa; la otra estaba confundida, no sabía qué hacer. La cazadora dijo todo: “No hagas nada, déjate llevar que yo haré el resto”. Ese fue todo el lenguaje polisílabo que hubo durante la velada, no hubo necesidad de más, sencillamente, ambas se conocían. Ahora estaban en interiores, la ropa se la habían quitado entre juegos sensuales, miradas furtivas, muecas inocentes y alevosas. La mayor con un sujetador negro, sencillo pero excitante, la menor con uno rosa, bordado y con un moñito en medio; Sandra con unos ajustados bóxers del mismo color que su bassier, sus nalgas resaltaban más con la ajustada prenda haciendo un buen contraste junto a su tono de piel; Érica tenía una sensual tanga de juego con su bra, sus labios estaban tan inflamados que la diminuta prenda no alcanzaba a cubrirlos. Menos escondía el pubis que se transparentaba hasta cierto punto, pero su tía no se quedaba atrás, a pesar de la poca iluminación se distinguía una mancha más oscura del color normal alrededor de la hendidura que indicaba la exacta posición de su vagina. La tía se acercó a la sobrina, la tendió en la cama y comenzó a besarla de la forma más tierna que pudo, las dos lenguas jugaban acariciándose entre sí, los labios se succionaban y se daban dulces mordiscos; los de la joven temblaban sutilmente por la ansiedad y el deseo; pero su boca era liberada.

Ahora húmedos ósculos recorren su cuello, le excita sentir la dureza de los dientes presionando ciertos puntos, su boca no se contiene, deja exhalar trozos de su éxtasis en difuminados “aahh”, su nivel de excitocina fácilmente puede ser medido por la curvatura que adquiere su espalda, lo denso de sus pies, o la violencia con la que se mueve su pecho al respirar. Sandra cuidadosamente sujeta los tirantes rosas haciéndolos descender entre los brazos de la que sentía su hermana, es cierto, la prenda aún sigue sujeta el tronco, pero los pequeños volcanes de piel ahora son presa de la gravedad; el sonrosado paraíso hizo que la húmeda mancha en la negra lencería aumente su tamaño. Lentamente la mayor despoja los restos de piel sintética de la otra. La piel de Érica adquiere un tono amarillento por la luz de las velas; la lengua de la tía viaja por todo el cuerpo de su sobrina, recorre los pezones, y las curvas de su cuerpo, mordisqueado las zonas en las que el paso de la lengua le avisa de una especial sensibilidad; empieza en las orejas, y baja poco a poco hasta llegar al ombligo con caricias más sutiles, o violentas, el punto exacto para que no le produzca cosquillas.

jueves, 16 de abril de 2009

Sandra y Érica parte 5

—Parece que no sangra. Ahora a terminar con el baño que si no, nos quedaremos sin desayuno —y con una calurosa sonrisa continúo como si nada.

Así siguieron las cosas, como si nada, la ocasión no se volvió a repetir, la pequeña estaba desconcertada, el día de la ducha le pareciera que su tía la deseaba, que se encontraba a punto de conseguirle, pero ahora, todo era como siempre, en ocasiones intentaba seducirla sutilmente mientras dormía, frotaba sus genitales en la pierna de esta o viceversa, otras veces, hundía la cara en sus senos, pero siempre sin respuesta por parte de la mayor. Lo que Érica no sabía es que debido a ella, Sandra se cambiaba diariamente de ropa interior incluso si no se había bañado, o que cuando se duchaba era espiada y usada como objeto de masturbación, de la misma forma que ella lo hacía con su tía.

Uno de tantos días casi al finalizar el periodo vacacional, Sandra no estaba, había salido de fiesta; para pasar el rato Érica miraba una película en la que una escena para adultos entre dos mujeres, la comenzaba poner cariñosa y, justo en el momento más candente la lluvia había hecho que se fuera la luz. Se sintió frustrada por la abrupta interrupción, pero inmediatamente se gestó la idea de masturbarse, no siempre tenía tan buena oportunidad pues en las noches era usual que su tía o su abuela estuvieran presentes; el tardarse en demasía en el baño podía delatarla, y ahora que hubo descubierto el placer de autosatisfacerse, no despreciaba cualquier oportunidad que tuviera; era demasiado temprano para que llegara Sandra, y si la abuela entraba a la habitación no podría descubrirle con semejante oscuridad. Así que se preparó, metióse bajo las cobijas… deslizó una mano por su rostro descubriendo partes más erógenas que otras, bajó por su cuello empezando a descubrir sus sencillas curvas, por fin comenzaba a conocer a plenitud su físico, de pies a cabeza; la nuca… sus hombros… la espalda… brazos… manos… estómago… la pequeña pancita de la que no se había percatado, los dedos de sus pies… sus plantas… las pantorrillas… la zona interior de sus rodillas, su regazo… sus muslos… sus nalgas… las ingles… su ano… el perineo… su vulva… su clítoris… Todo en ella eran terminales nerviosas, bastaba una caricia efímera y superficial, un contacto más directo, unos dedos ensalivados, un suave apretón (o más violento). Cada área es distinta, y distinta era su estimulación, a distintos tiempos; el éxtasis le recorría con la sangre, su cuerpo temblaba de forma extraña —como convulsionándose—, no podía controlarlo. Los labios eran arrastrados con el lento salir de los dedos de la boca, húmedos entraban por el conjunto de fluidos corporales, húmedos salían por la saliva; cada exhalación de aire era un “aaahhh” de diversa intensidad. En su interior su cuerpo jugaba con ella a través de contracciones. La propia clave Morse del placer.

De pronto una frase en la oscuridad el heló la sangre. “¿Te ayudo?”, fue lo que había escuchado. Érica no se dio cuenta de que varios minutos atrás su tía entró en la habitación, sin ruido; dentro de ella una lucha con su moral se estuvo llevando a cabo. Sabía que el día del baño se había excedido, se dejó llevar por la calentura y trataba de contenerse desde entonces. El objeto de su deseo era parte de su sangre, hija de su hermana, era como su propia hermana pequeña, por eso trató de contenerse masturbándose y espiándola; no podía cruzar esa línea, no debía, pero su cuerpo le exigía fundirse con el de la jovencita, ser una sola, nunca había sentido tanta atracción por alguien como lo había hecho con ella… pero era como su hermanita. Entonces, entre su lucha interna, y los delirios carnales de Érica escuchó a esta, pedía a Sandra, se masturbaba pronunciando su nombre: “sí, Sandra… tómame, soy toda tuya… pruébame, saboréame… oh sí, qué ricos se sienten tus dedos, Sandra… méteme tu lengua”. Y entonces su voluntad se quebró, no importó nada, solo ser la una de la otra, se aproximó a la inocente niña y le ofreció su ayuda.

jueves, 9 de abril de 2009

Sandra y Érica parte 4

—¿Te pasó algo tía? –preguntó con tono real de preocupación mientras señalaba en dirección de la mano con los dos dedos en la boca de Sandra.

—Sí, sentí como si algo me hubiera picado, pero no tengo sangre ni nada y ya no me duele. No te preocupes y mejor apúrate, yo casi acabo y tú ni siquiera puedes terminar con la ropa.

Mientras iba diciendo esto, el nervio y el temor iban desapareciendo, en su lugar se posaban el asombro y el deseo; su cuerpo era similar al de ella misma, es cierto, aún había rastros de que le faltaba madurar (físicamente hablando), las caderas le ensancharían un poco más, lo senos igual aflorarían una o dos tallas extras por mucho. Notó que no tenía mucho vello, y mientras pensaba en esto Érica le interrumpió con una pregunta de aire inocente.

—¿Te depilas o eres lampiña? –dijo la sobrina mientras señalaba la entrepierna de su tía.

—Antes me depilaba, ahora me rasuro, es más práctico, sobretodo porque me da flojera conseguir las banditas depiladoras.

—Ah… y… ¿crees que podrías ayudarme a hacerlo? Es que me da miedo que me vaya a cortar o algo ¿Sí podrías o tiene algo de malo? –y todo esto lo decía con tal naturalidad como pena e inocencia.

—Por supuesto que te ayudo, no veo que tenga nada de malo.

Así la más joven se acercó a su tía y, a punto de llegar resbaló dándose un fuerte sentón. Sandra se acercó para auxiliarla y levantarle; preguntó por el estado de la mujercita, ella mencionó que le dolía una de las nalgas, y sentía un ligero ardor. La tía le indicó que se inclinara apoyándose en el fregadero de concreto y piedras de colores, para evitar así un nuevo desliz mientras echaba un vistazo. Apenada, escuchó de Sandra que se trataba únicamente de un ligero raspón; cuando estaba a punto de enderezarse, sintió un fugaz roce, seguido del chasquido obvio de un beso en la zona afectada, y una nalgadita; el acto la encendió demasiado, pero de todas formas no dejó ver a la tía la reacción que ésta le había provocado con el travieso ósculo.

Voltearon una cubeta para que Érica pudiera sentarse, haciendo así más cómoda la afeitada. Empezó con un recorte del vello con unas tijeras, acto seguido, enjabonó el área con mucho cuidado, y de forma dulce, la tía despojó de los hilos castaños claros a su sobrina. Al finalizar, entre la ingle y el labio derecho, la huella de una ligera cortadita se hizo ver delatada por un poco de sangre; la mayor enjuagó a la pequeña mientras sutilmente jugaba con su vulva, pero la sangre aunque poca seguía saliendo. Lo que pasó después tomó por sorpresa a Érica, nunca se lo hubiera imaginado… Sin previo aviso Sandra se acercó a la zona en cuestión y tiernamente depositó sus labios entreabiertos para aprisionar la herida; al igual que si fuera una cortada en el dedo, succionó la sangre… mientras jugueteaba con su lengua en el área —todo sin mover los labios del lugar—; la mujercita se estremeció de placer, se humedeció más rápido que nunca antes y no pudo evitar que furtivamente se le escaparan silenciosos gemidos. La tía notó la excitación de la sobrina, percibió el aroma proveniente de los líquidos que se escabullían involuntariamente por la pequeña herida de placer que nunca cerrará…; mas tan de improvisto como había cercado los labios, también los retiró.

jueves, 2 de abril de 2009

Sandra y Érica parte 3

El acto de la tía pilló desprevenida a Érica, haciéndola regresar del sueño hipnótico que había provocado la singular belleza de Sandra, el detonante del viaje con Morfeo fueron los pechos, es cierto que anteriormente la imagen sensual de los pechos cubiertos por la delgada tela prometían cierta magnificencia, pero ahora a la luz de la desnudez su imaginación le había quedado a deber; los pezones ligeramente más grandes que los suyos… ligeramente más oscuros. Su mente había viajado al mundo del ensueño, de la fantasía despierta, quería conocer el sabor a piel que en estos momentos únicamente vivía en las ideas, sentir con la lengua la tenue rugosidad de cada uno de ellos… pero antes de de poder conseguir más, la tía había retomado su atención hacía la vieja zotehuela donde se encontraban. Aún conservaba la ropa, su cordura pendía de las dos últimas prendas que le quedaban, por tanto no quería verse despojada de ellas; sin embargo la insistencia de Sandra se hacía notar con las palabras de: “¡Vamos, apresúrate!”. Su destino estaba sellado, no podría evitarlo, tenía que ser fuerte y sobreponerse, o… Rápidamente su mente ideó un plan, pero tan rápido como el plan había sido gestado su moral le golpeaba; dentro de ella una voz decía: “ ¡No lo hagas! es tu tía, más que eso, es como si fuera tu propia hermana”. Mas la voz, apresuradamente fue bajando el volumen hasta que pronto se convirtió en un zumbido, después silencio. Estaba decidido, tentaría a Sandra, el sello de la inocencia se carcomía y no había nada que se pudiera hacer para detenerlo.

Hizo como si le doliera el pie, sentóse en el piso mojado y se sobó durante unos momentos, Sandra no vio lo que le pasaba pues su sobrina estaba de espaldas.

—Érica ¿estás bien?

—Sí, es que creo que pisé algo ahorita y como que me lastimó.

—Ah, bueno, pero ya apúrate que se hace tarde.

—Sí, ya voy.

Lo había conseguido, retomó la atención de la tía, aunque en realidad nunca la perdió; siguió de espaldas a la mayor sabiendo que la observaba, de pie, se flexionó por la cintura y de forma sensual bajó sus bragas para mostrar su juvenil trasero, su pequeño ano carente de vello y sus labios ligeramente más hinchados de lo normal. Un sutil brillo de humedad delataba su excitación; lentamente sacó un pie y después el otro, todo tan bien planeado para tentar a la tía con su criminal mente erótica. Sandra estaba petrificada, el calor en la cara le sofocaba cada vez más, ella no aguantaba, agradecía a la suerte el que su sobrina estuviera de espaldas, comenzó a tocarse… jugaba con su clítoris, de forma violenta con una mano, mientras con la otra frotaba y apretaba sus senos. Empezó a dedearse, no podría aguantar demasiado, necesitaba un orgasmo y lo necesitaba ya; Érica con su macabro juego de tentaciones se liberó de la forma más sutil el sujetador, incrementando la agonía de la tía por no poder llegar a su clímax… De pronto todo fue muy rápido: primero, Érica dijo con la voz más inocente y pícara posible “que sus lindos y pequeños pezones estaban duros por el frío”, en ese momento Sandra soltó un gemido que anunciaba su pronta culminación mientras se llevaba la mano a la boca para probar su propio sabor, mas la ingenua sobrina lo confundió con uno de dolor y, pensando en que algo le pudiera haber ocurrido a su tía se giró velozmente para preguntar por el estado de esta. El miedo de ser descubierta cortó abruptamente la excitación que se había apoderado de ella, y la pilló desprevenida con el dedo en la boca.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Sandra y Érica parte 2

Al día siguiente la despertó su tía (pasaba por mucho de las doce del día), en el aire flotaba un aroma peculiar, se talló los ojos y descubrió que en sus manos también, sabía que se había sonrojado y, esperaba que su tía no se diera cuenta… al parecer no, ella sólo la observaba con una pequeña sonrisa, después de haberle dicho que era una floja, pues ya era tarde. Repentinamente se percató, en esos momentos Sandra estaba vestida con una blusa sin mangas de color blanco, no llevaba nada abajo, se lograban trasparentar sus pezones, más pequeños que los de Érica, pero un poco más oscuros, el cuerpo de Sandra era muy sensual, sus nalgas no eran en extremo grandes pero estaban bastante firmes y, se veían muy excitantes asomándose por debajo del pequeño short que usaba para dormir, su delgada cintura, sus senos no tan chicos pero bien formados, sus brazos ligeros ligeramente marcados, sus piernas torneadas, macizas; era muy bella, también la primera vez que la sobrina se daba cuenta de ello, le gustaba mucho, le atraía demasiado, incluso comenzó a sentir cómo se mojaba poco a poco su entrepierna, mientras veía a su tía hacer la cama e inclinarse para acomodar las cobijas. Tuvo que hacer un esfuerzo casi sobre humano para evitar tocarse frente a ella, y más fue su mérito por contenerse una vez que Sandra la abrazó, sentía sus pezones bastante duros frotándole, y su pelvis acercándose a la base de su espalda (pues la tía era un poco más alta que la sobrina)… así que Érica salió de la habitación argumentando que iba a lavarse la cara y arreglarse para ir a desayunar. Fue a la zotehuela y al pasarse las manos cerca de la cara percibió nuevamente el aroma, le dio curiosidad, las acercó poco a poco a su cara, inspirando lentamente, punteó el dedo en su lengua, lo empezó a meter un poco para identificar el sabor que era muy tenue, así que introdujo otro de sus dedos en la boca, pero antes de poder hacerlo por completo Sandra le estaba hablando; el corazón casi se le detuvo, su tía notó lo sucedido y le preguntó lo que pasaba, pero Érica solo dijo que la había sorprendido.

—Muy bien Érica, pero no tienes casi tiempo para arreglarte, pues no vamos a desayunar aquí, vamos a salir a comer algo y no quiero que vayas toda mugrosa, así que a bañarse, voy por las toallas, el jabón, el shampoo y lo demás… ah y por cierto, no tenemos tiempo ni para calentar el agua, así que tendrá que ser con la que sale de llave.

A Érica no le molestaba demasiado el tener que bañarse con el agua directamente del grifo, pero prefería calentarla un poco antes de sentirla, es cierto que la temperatura no era fría por completo, pero tampoco era siquiera tibia, dependía en gran medida de cómo estuviera el día, si era caluroso, el agua salía más caliente que en un día nublado.

—Muy bien, a bañarse, aquí están las cosas, no malgastes el acondicionador que ya queda muy poco.

La sobrina no tuvo tiempo de reaccionar, el golpe fue tan inesperado que no pudo ni sonrojarse, a menos de dos pasos estaba Sandra completamente desnuda diciéndole que se quitara la ropa. Cuando reaccionó, el matiz de sus mejillas la hacía más atractiva de lo normal, la mirada tímida e inocente viendo a su tía de reojo era apabullante, era la definición encarnada de ternura y sensualidad, su rostro mostraba inocencia, pero sus ojos deseo, deseo que no sabía cómo ocultar. Lentamente mientras se deshacía de la ropa la miraba… de los pies a la cabeza, las piernas eran bastante más atractivas sin la ropa, notaba que estaba depilada… completamente depilada, la zona púbica no era la excepción, se quedó asombrada por ese detalle, pero su atención a la zona también era llamada por la ligera línea dibujada entre los pliegues de la piel y, el pequeño botón que se asomaba de forma traviesa. Al oír la voz de Sandra diciendo que se apurara continúo surcando silenciosamente el cuerpo de la tía, destellos lascivos en su mirada la delataban, la imaginación de la pequeña volaba libremente hasta lugares antes desconocidos, en el mundo del placer y el deseo. Su cuerpo pedía el de ella, su clítoris pedía por lo menos la mano juguetona, su vagina le exigía un dedo, su… regresó a la zotehuela con una llamada de atención más enérgica por parte de Sandra. Ahora sólo estaba en ropa interior, sus bragas de un color azul cielo, le entallaban perfectamente a sus no muy grandes nalgas pero también nada pequeñas, haciendo resaltar la pelvis, el monte de Venus, los labios vaginales saboreando la lencería. La tía se dio cuenta de eso, la mirada excitante descendió a esa línea hundida en los calzoncillos azules, empezaba a excitarse, la deseaba poco a poco y cada vez más, no podía esperar a que se quitara el resto de la ropa; que el sujetador liberara el tierno busto de la mujercita, imaginaba la forma de sus pezones, su color, el verdadero tamaño de estos, y mientras lo hacía se mordía discretamente el labio, colocó las manos atrás de ella como para sugerir rascarse la espalda, pero en realidad estaba acariciándose las nalgas, las recorría con sus uñas, y las apretaba en ciertos momentos, poco a poco, comenzó a llevar sus manos rumbo a su ano, los incitaba, rozaba su piel e intentaba bajar un poco más hacia el perineo para seguir estimulándose sin que se diera cuenta su sobrina, lo hacía lentamente pero mientras más tardaba más excitada se ponía, más incontenibles eran sus ansias, más… de pronto sin pensarlo tomó agua del balde, y la vertió sobre su cabeza, le dijo a su sobrina que se apresurara.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Sandra y Érica parte 1

SANDRA Y ÉRICA



Y ahí estaba Érica, la pequeña mujer de 15, Érica la de los extraños ojos joviales entre café y miel, la de los rubios y sedosos cabellos, de sonrisa coqueta, la de figura bien definida pese a su edad, la pequeña tierna de la familia que disfrutaba de las vacaciones en casa de su abuela.

Érica había llegado con su abuela dos semanas atrás, con la intención de descansar un poco. Había terminado la secundaria y ahora comenzaría a ir a la preparatoria, básicamente era la niña perfecta, siempre bien portada, siempre obediente, es más, ni siquiera le habían descubierto un novio pese a su juvenil belleza.

Lo que más le gustaba a ella era la vieja tradición de pasar tiempo con su tía, iba cada vez que podía con su abuela para poder ver a Sandra, con quien la pasaba de maravilla desde que tenía memoria, a veces los fines de semana Sandra (de 24 años) llegaba ya entrada la noche por haberse ido de fiesta con sus amigos; a Érica no le importaba, generalmente cuando eso ocurría Sandra la movía ligeramente de su cama para hacerse un espacio y le besaba de forma afectuosa la frente, se cobijaba y dormía abrazándola, ¡qué sensación tan reconfortante! Érica no tenía hermanos ni hermanas y al estar con su tía era como llenar el hueco que dejaba la falta de estos.

En una de las tantas ocasiones en las que Sandra llegó de noche, lo había hecho con una amiga, así que le pidió a la sobrina se cambiara de lugar, de la cama al sillón del cuarto, para que se pudieran acostar su amiga, tanto era su sueño que cuando reaccionó unos minutos después no recordaba cómo había llegado de un lugar al otro, ni le importaba, estaba atenta… escuchando la respiración agitada de alguien en la cama, el inconfundible chasquido de los labios húmedos, pequeños gemidos, cautivantes suspiros. Aunque todos la consideraban una niña ingenua, en realidad estaba lo bastante grande como para saber lo que pasaba, pero para lo que no estaba preparada era para la reacción de su cuerpo, instintivamente se envolvió con sus propias manos en caricias resignadas, los roces con las yemas de sus dedos le producían un estremecimiento eléctrico desconocido para ella, en el abdomen tenía la extraña sensación similar a la del vértigo, el cosquilleo extraño de la excitación. Con los ojos cerrados imaginaba a su tía con quién sea que estuviera… se imaginaba con ella, sus dedos jugaban en sus labios y en su lengua, surcando lentamente su cuello, sus lindos pechos, jugando con sus rosas pezones los cuales se encontraban erectos, empezó a pellizcarlos poco a poco… aumentaba la fuerza y la velocidad; con la mano entera apretaba cada uno de sus senos… los estrujaba. Sin pensarlo y por error al rozar su vulva, comenzó a tocar su clítoris, sus otros labios, la sensación era maravillosa, era indescriptible el placer contenido durante todo ese tiempo, empezaba a acrecentarse, como si durante todo eso la sensación hubiera estado inmóvil y retenida, pero al tocarse ésta comenzaba a ser liberada y a crecer; el pecho se le agitaba de forma violenta, la garganta estaba secándosele, no podía controlar sus gemidos, sus violentas exhaladas de aire (aaahhh!). Dejándose llevar encontró una forma de obtener más placer, deslizó un dedo en su húmeda vagina, sin resistencia alguna lo metía y lo sacaba, primero lentamente, luego más rápido (aaaahhhhh!), cada vez más rápido; dos dedos (AAHHH!), no podía controlarse sabía que la podría escuchar su tía pero no le importaba, su cuerpo estaba extasiado, y de repente cuando creía que no podría más, algo dentro de ella estalló… contracciones, agitación, las descargas, todo aminoraba. Después del destello, su cuerpo quedó inerte, atónito, sólo había éxtasis, se sentía más liviana que nunca, más relajada; tanto, que durmió intensamente.