martes, 30 de diciembre de 2014

Foto de fin de año

El último café del año con la persona que me adoptó como su sobrino: mi confidente, mi lectora, mi juez, mi cura, mi psicóloga, mi editora, la razón (literal) de que no me aventara por la ventana un par de veces; mi mentora, mi gurú, mi guía espiritual; la que ha estado conmigo a lo largo de estos años ayudándome a mejorar en la escritura; una de las mujeres que más aprecio... mi amiga: Adriana

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Christmas song

It never was
but
since a couple years ago
christmas is not a good time
it looked
like it could be
like it would be
but
since a couple years ago
christmas is not a good time

Now
christmas is
an alcohol time
like each day
like every day
and everything
what it could be
everything
what it would be
will never
never more
will be

yesterday's ghosts
and
tomorrow's ghosts
drink with me
looking for memories
in the bottom
of a glass of ron

Christmas
never were
happy times
and now
will never
never more
they will be

this is not
a crying' song
is not a sad one
i don't want
nobody's shame
nobody's tears

there is not sorrow here
there is not pity
it's not a sad song
at least
not a sad one
and if you decide to come
we'll drink with your past ghosts
and your future ghosts
a glass of ron
here always have ron

and i'm sorry
it's not
a happy ending
but the most true love
ends in dead
or in a not happy ending

but remember
if you are fine
and here have some ron
then
it's a happy ending
a happy christmas
and a happy song

lunes, 15 de diciembre de 2014

ORGE (capítulo 2 del limbo, capítulo 8 de la numeración seriada de mi novela)

Cómo no estarle agradecido a alguien que te visita tu blog como loco (el 12 de diciembre, entre las 10 y 12 del día, mientras estás dormido) y te hace tener un sueño en ese mismo lapso de tiempo, que te detona la idea para ponerte a escribir el siguiente capítulo de tu novela. Cómo no estar agradecido con alguien que te ha ayudado a ser tan chingón en lo que haces (e ir mejorando más todavía), aunque tu hígado pague las consecuencias y te hayas vuelto una piltrafa en todo lo demás (pero cada vez soy mejor escritor). Cómo no desearle otra cosa más que felicidad...

ORGE

Volví a soñar con ella. Durante veinte minutos que le robé a la eternidad, volví a ser plenamente feliz. En realidad no sé si fueron veinte minutos, dos horas, o diez segundos, pero ella apareció. De nuevo se hizo presente viajando en el metro a mi lado, y aunque haberla encontrado sólo se trataba de una mera casualidad, para mí era como si hubiera decido regresar. Entonces me le quedaba viendo a la cara y ella me preguntaba por qué la veía tanto, y a mí no me quedaba de otra que ser sincero, le decía, incapaz de contener mi emoción: "porque estás bien bonita".

      Sus ojos claros, su piel clara, su cabello claro. Su claridad policromática; pequeños arreboles en sus mejillas; los verdes, los azules, los dorados y los rosas. Yo no recuerdo haber soñado nunca a colores, a veces creía haberlo hecho, pero nunca con la certeza de esta vez, donde podía verla en Technicolor, o en High Definition, porque se le veían las arrugas de los labios, las marcas de los granitos y hasta el vello suave y fino de sus patillas. Y entonces estaba seguro de que no era otra cosa más que bonita; algo apenada, pero bonita, un bonito a secas, un bonito al que yo me había acostumbrado y desacostumbrado después, o al menos hasta ese sueño. Un bonito que se había hecho bonito con la distancia, y los recuerdos que me recordaron que en algún momento había sido feliz y no me había dado cuenta... como siempre pasa, pero aquí lo supe reconocerlo en ese mismo instante; y sin que lo definiéramos sabía que había regresado. Y yo iba a casa de mi madre... debí haber sabido que era un sueño: ella de vuelta debió haber sido suficiente para despertarme por semejante incongruencia; ir con mi madre debió despertarme una segunda vez por semejante imposibilidad. Pero no desperté y ella seguía ahí, con el nervio temblándole en la voz,ese nervio que pocas veces me dejó conocer, desgranándosele a palabras: "siento raro ver a tu mamá". 

Y entonces bajábamos de la estación del metro, íbamos caminando fuera, y yo estaba en aquella ciudad distorsionada a la que sólo voy en sueños, y que no tiene mucho que ver con la real, y que conozco tan bien como la de verdad, para comer, por la emoción de ir a comer a algún lugar como los que solíamos visitar en antaño; cualquier puesto callejero que nos diera buena espina, o mera curiosidad. 

Un beso, ¿qué se hubiera sentido sentir de nuevo un beso? Estoy seguro que no la arcada violenta que me trajo de regreso a la cama, en un ataque de tos, quizá por fumar, o por el frío, o por ambos. Llevaba días enfermo, y la enfermedad hizo su recordatorio en el peor de los momentos, dejándome sin otra opción más que darle el trago a la botella que tenía en el buró, para sentir un alivio momentáneo en el ardor y la garganta. Me dolía la temperatura, el frío me dolía, y el calor también hacía que me doliera la piel; seguramente tenía fiebre, y entre tanto dolor no me quedó otra más que volver al sueño.

No sé cuánto pasó, volví a los sueños sepia. Otra vez a los lugares que sólo se visitan en sueños. Otra vez al parque donde ella me encontraba desde los trece años, donde estaba con su delgada figura, sólo cubierta por un camisón que le mal cubría el cuerpo, pero se ajustaba a las formas importantes: parte de sus caderas, su espalda, las curvas de sus senos, los pezones; otra vez me miró con ese gesto apacible y sereno, y esa sonrisa que no hacía otra cosa que invitarme a que me acercara, y que después reafirmaba mostrando su mano. Yo miraba a todos lados, confirmando que fuera a mí a quien le hablaba, me sonreía, y yo volvía a mirar para ver que no estuviera el novio en turno que me quisiera golpear, porque, lo sé, ella era demasiado bella para mí y yo no podía creer que una chica tan linda me estuviera haciendo así de caso. Entonces me acercaba entre asustado y sumiso, con la cabeza gacha y la oreja aguzada, y la nariz, y todo a la espera de la señal de peligro. Porque algo me decía que estaba en peligro. Me sentía como un cervatillo cobarde, y entonces me daba cuenta de que era un cervatillo.

Hasta ahí siempre se trataba de lo mismo; siempre que tenía ese sueño era igual, y siempre sentía que de lejos ese novio escondido me iba a dar el tiro, para desollarme después, vender mi piel y hacerme en guisado. Pero no podía hacer nada más que acercarme. Por primera vez el sueño siguió su curso y dejó de ser como esos sueños de caída donde despiertas antes de llegar al fondo. 

Lilith sacó un cuchillo y mientras me acariciaba empezó a afilar mi cornamenta; no me había dado cuenta de que poseía una cornamenta hasta ese momento, y con paciencia afilaba cada asta. Sabía que cada una de ellas era punzante. También sabía que me dolía, pero las caricias curaban la dolencia y me hacían sentir grande. Aquella Lilith sepia me acariciaba, aquella Lilith apacible, mostraba una sonrisa que no era capaz de distinguir. Miré a todos lados, escuché voces que no era capaz de entender, ni de distinguir de dónde provenían. Y de entre todas esas voces una cobró nitidez, y en el barullo decía que tenía que hacerlo. Que así es como debían de ser las cosas. Yo no quería, sabía a qué se refería esa voz que repetía que debía de hacerlo. Empecé a escuchar otra en un dialecto desconocido, y aunque no la entendía me produjo enojo. Entonces arremetí contra el pecho de Lilith, y al mirar de vuelta, me di cuenta de que era Cain. Había atravesado en el pecho a mi hermano. Mi enojo crecía mientras buscaba a Lilith, al verla de nuevo, la embestí tratando de atinarle al rostro para así no perderla de vista, errar el destino. y aunque el camisón seguía siendo el mismo al mirar mi objetivo me di cuenta de que era una de mis tías, o quizá las dos en una misma; le había dado en el ojo; una mitad de ella estaba paralizada, como muerta, de la otra mitad, la del ojo herido, no brotaba nada más que el llanto y las lágrimas. Sentí paz. Y junto con esa paz me llegó también el desconcierto, el miedo, me sentí observado.

Ahí estaba Lilith invitándome con la mano a que me acercara; poco a poco me acerqué a ella, nuevamente con la cabeza gacha y el oído aguzado. Me acarició. Me limpió las astas. Me miró mientras retrocedía sin dejar de mirarla. Lilith estaba apacible, serena. Y yo sentía la necesidad de atacarla. Le anuncié el ataque piafando la tierra; ella me miraba con una sonrisa. Después pude verme desde fuera, me veía a la distancia, al venado que era y a Lilith. Cuando la ataqué, miré a través de una mirilla y disparé. 

martes, 2 de diciembre de 2014

A ti y a todas

A ti y a todas
las que eres
y ninguna
las que han sido
y dejado de ser

no me queda nada
absolutamente nada
más
que gratitud
y deseos
de que seas plena
y feliz

A ti
que estuviste
unas horas
o unos años
pero que estuviste
en serio
no me queda nada
más que
gratitud

Pero de entre todas
especialmente a ti
que eres
y sin palabras
has sido
la vara que mide
a todas las demás

no tengo palabras
porque no sé si agradecerte
o maldecirte
o reclamarte
pero aún así
no creo que te merezcas
otra cosa
que felicidad

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Más que un sueño

A veces se me olvida cómo escribir
     amarrarse las tripas
           sangrarse los dedos
y destuetanarse los huesos


a veces se me olvida cómo mirar
      encontrarse en ojos ajenos
                                          extraños
                    reconocerse
parpadear largo y tendido

A veces se me olvida cómo usar la boca
                              la lengua
             entonces aprendo a quedarme callado
abrir los oídos
                                     cerrarse un rato
                       cerrarlos
y entonces me doy cuenta de que te fuiste
cuando apenas
                      me acostumbraba
                                                 a usar tu nombre
y no queda nada más que guardar silencio
y entonces
                 no queda nada
más que la realidad
                             del miedo pueril
                                                        cursi
de las frases cursis que dijiste

                        "¿no eres un sueño?"

A veces se me olvida cómo seguir soñando
                      cerrar los ojos
              irme
porque el amanecer se acerca
                                              y tú despiertas

                  A veces se me olvida
               que yo nunca he sido nada
                    más que un sueño

martes, 25 de noviembre de 2014

No hay diferencia

No hay diferencia
entre resignado
y decidido

cuando lo único que te queda
es una única elección

soledad
y escritura

No hay diferencia
entre resignado
y decidido
cuando lo único que te queda
es seguir escribiendo
y la soledad

Some days, shit happens

A veces, cuando te decides a la soledad, a quedarte así. Entre resignado y consciente de ello, la vida te sorprende.  Vienen momentos que colindan con lo mágico y la ruptura de lo lógico. Que te hacen dudar de la realidad que está pasando y te dicen: fluye. Te atacan sin que puedas hacer nada para evitarlo: sortean tus defensas, se cuelan por hendiduras que no sabes que existían... y de repente, tan mágico como llega, se va. Te confirma lo efímero de las cosas.
     Así es, un día bastó para que todo surgiera, como si fuera alguien que había conocido desde hace mucho, un mismo día (ese mismo) para que todo acabara; así es, some days shit happens...

miércoles, 19 de noviembre de 2014

remanso

A lo lejos
por donde ella vivía
el cielo sangra

Acá
     cerquita
        donde ella vivió
el cielo está negro
los labios cerrados
los dedos tiesos
       hay viento
          hay silencio

se come por partes
se duerme a pedazos

un alma en pena
se pasea por las noches

el agua se transforma en vino
                                             o en ron
                                                 vodka
                                                     tequila
                                                         o mezcal

se cazan estrellas
se marchitan las flores

y si alguien pregunta
se dice que todo
                   está bien

domingo, 9 de noviembre de 2014

lunes, 3 de noviembre de 2014

Plenitud

Qué puedo decir
todo marcha bien
tengo un lugar dónde dormir
tengo comida en el refri
y el cariño de personas 
a las que también quiero

lo más importante:
tengo una cama cómoda
una computadora donde escribir
cigarros para chingarme 
los pulmones
y dinero para joderme
el hígado

¿qué más puede pedir alguien
que sólo busca
matarse poquito a poco?

lunes, 27 de octubre de 2014

Lucía

Tanto tiempo invocando una Lucía, y cuando aparece lo primero que le reconocí fue el nombre. Tanto tiempo escribí de su nombre en novelas, cuentos y obras de teatro. Siento como si yo la hubiera invocado. Como si poco a poco la hubiera llamado. Pero el problema no es que apareciera, el problema es que no he sabido hacer nada. Y cuando me enseña su panza para decirme que ha engordado, y cuando le agarro la mano por cualquier cosa que no sea el hecho de agarrarle la mano. Lucía... con ese "Lu" que he pronunciado tantas veces... con ese pequeño golpe en el paladar que hago al pronunciar su nombre. Lucía y sus cicatrices en la cara, cerca de los labios. Lucía y su voz grave. Lucía y sus ojos detrás de unos lentes grandes. Lucía y su olor a cigarro. Lucía y su lejanía... Lucía y mis ganas de estar con ella.

Dedicatoria

Hoy te dedico el hígado
no las manos y los dedos
no los labios y la lengua
no lo que sale de mi ronco pecho

Hoy tengo ganas de dedicarte el hígado
ya no más los ojos
ya no más las neuronas
ni los pasos
(o mejor dicho los pies)

Hoy te dedico el hígado
los pulmones
mi sanidad mental
las caries
los restos no consumidos
por el cáncer
(que aún no tengo)
la osteoporosis
(que aún no me da)
y las vivencias
y los recuerdos
y el alcohol...

miércoles, 22 de octubre de 2014

Condena

ya no duermo
ya no sueño
ya no me queda  otra cosa
 que la locura

 ya no hay diferencia
 entre vivir de día
 o de noche

 ya no duermo
 amor, te juro que ya no duermo
 y no me queda otra cosa
 que la demencia y la amargura

 ya no duermo, amor
 te juro que ya no duermo
 ni me queda otra condena
 que la de esta puta cordura

Egolatría

Dejé de soñar y de mirar al cielo. Dejé de pensar que las cosas podían cambiarse con el desear intensamente y sin dudas. Dejé de creer que la gente te quiere y estará a tu lado cuando en verdad los necesites. Dejé de creer en el mundo y las personas. Dejé de dudar en Dios (caí en la certeza de que nadie que sea tan hijueputa puede existir en realidad). Dejé de lado el amor eterno y la creencia de que todo puede solucionarse desde el amor. Dejé de creer que hay algo más allá. Dejé de pensar que mi tío y mi abuela y mi padre y hasta mi perro me cuidan desde el topos hyper uranos. Dejé de esperar ese abrazo. Dejé de esperar que fuera de esa persona. Dejé de pedir a las 11:11 y las estrellas fugaces. Dejé en paz todo lo de fuera, porque no quedaba más, porque no había nada; porque no había nadie.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Demonios

Mis demonios siempre regresan. Antes lo hacían con otros nombres, o disfrazados. Ahora su máscara es el cinismo, parecen políticos mexicanos. Aparecen con las mismas formas Antes lo hacían en la noche, hoy lo han hecho todo el día. Antes aparecían en sueños, ahora no dejo de soñarlos despierto. Antes eran una condición de tu compañía, ahora son mis acompañantes.

     Hoy los demonios me tragan, me consumen, hacen un aquelarre con mi cordura, violan mi sentido común. Me llaman puta al oído y me cantan mi condición solitaria. Me han puesto un bozal para evitar mis aullidos. Hoy me han quitado la calidad de lobo, soy un perro chihuahua que tiembla entre las cobijas y se mea. No se callan, ríen y siguen riendo.

     Valió madres, estoy marcado. Soy Caín, por más que labre la tierra no volverá a darme frutos. He aprendido a comer tierra, sólo hay fertilidad en mis letras, pero hay mucha tinta, demasiada. Sólo veo negro, se acaba la claridad. Me acaban. Quien me vea y distinga en mí la marca, no dejará de señalarme. Terminará tratando de matarme pero nadie me mata porque estará peor que yo del maldito, aquel que me dañe será 7 veces más maldito que yo. Maldita la suerte del que me encuentre, bendito por mí el que lo haga.

Pequeña apología femenina

Vacuidad human sin fémina
aquella que tiee a los hombres
prendidos de los huevos
por las musas
o las moiras

El primer gran tratado , o mejor dicho (si no tomamos en cuenta la función educadora que tiene el texto) el primer gran motivo en la cultura occidental, sobre los males del hombre: la mujer.

Pandora (la primera mujer) desata los males del hombre. Helena de Esparta, después Helena de Troya, fue el motivo por el cual la helade griega se mete en conflicto bélico.

Ilión y Grecia se baten a duelo durante diez años por una mujer (y los conflictos socio políticos de la época). El padre de la humanidad (Adán) se condena por una mujer. Siglos, milenios, después, aquí está este pobre mortal, muriendo por la cuestión de la fémina. Aquella figura que engloba el pretexto para hacer grandes proezas épicas, no ha dejado de existir.

Uno nace por una mujer, y muchos morimos (lentamente, quizá) por ella. Romeo y Julieta ciertamente habla del amor pasional y el conflicto entre dos familias; sigue siendo la mujer el motor para hacer pendejadas por doquier (más de cuatrocientos años que fue escrita la tragedia: sigue vigente). Así Dante es salvado por el amor de Beatriz, y Don Juan por el de Doña Isabel. Así también Jesucristo ronda entre la puta y la madre; y, así, de igual manera, en una versión no canónica, Caín mata a Abel (ya sea por Lilith, ya sea por su gemela). Asimismo Afrodita es hembra, y madre de Eros, así también Discordia usa el carácter voluble de la mujer para desencadenar la Guerra de Troya (el día del bodorrio entre Tetis y Peleo: padres del gran Aquiles), de vuelta a los griegos, de donde surge la historia de Eros y Psique, y donde siempre se ha dicho que el problema que radica entre el amor y la razón y, a final de cuentas, tiende a ser la razón la que nos jode para las cuestiones amorosas.

Aun Milton, el segundo gran poeta también canta a las musas; y las moiras que cortaban el hilo de cada hombre eran mujeres.

Es bien sabido por algunos curiosos (y otros más académicos) que los cultos primigenios tienen como figura a la madre, y aun entre los griegos es Nyx la que se considera madre de todas las cosas. No creo que sea fortuito que la negra Ker, esa muerte que venía por violencia, sea femenina. La fémina siempre es la condena del hombre. Es ella, diábolo y símbolo, y para muchos, Alpha y Omega. Por ello, no habría razón para no creer que Dios quizá sea mujer, igual que el destino, y que por esa volubilidad que las caracteriza, es que nuestro destino sea una mierda. Y por eso, ese mismo que escribe, este mismo que está escribiendo, se hunde y se revuelca en esa mierda.

Fin del comunicado. Me iré a hacer buches de caca, porque soy occidental y estoy jodido por una vieja.

martes, 7 de octubre de 2014

Lobo estepario

A Carmen, que me bautizó como su lobo estepario.


¿Adónde queda
el perro que espera
aullando a una Luna
que no vuelve más?

¿De dónde aparece
el dolor en las tripas
y el humo en las noches
de una noche
que dejó de llegar?

¿Por dónde se marcha
el deseo
      el ánimo
             el decoro
de aquel sueño
que dejé de soñar?

Donde habitan las letras
donde vive el reproche
el lugar de los silencios
y las sombras
y la vida
Yo soy un lobo solitario
que no dejará de aullar.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Capítulo incompleto de mi nueva novela



 Este tipo de cosas son las que salen cuando todos mis estragos se juntan y me ponen a escribir en el insomnio.



PORNEI


Capítulo 3
El sentir su mano pasándole por la nuca no sólo lo liberó de los vestigios carcomidos de la ira, le erizó todos los vellos del cuerpo, como si cada uno quisiera la propia caricia de aquella mano balsámica, ante aquel mareo producido por tantas curvas y el olor nauseabundo de pollos y estiércol, y plumas; un olor rancio y orgánico que se le metía por la nariz, y se le metía más en cada vuelta que daba el camión que los había recogido en una cachimba después de la caseta a Querétaro. Aunque no había pollos; el metal, y la madera se había impregnado con aquella fragancia que golpeaba primero el estómago y después el esófago, para detenerse en la garganta, que trataba de cerrar en cada embate evitando regresar la poca comida que había ingerido en algún lugar que ahora ya parecía lejos. Se había llenado de lejanía y caricias. Dudaba que por fin hubiera tenido el valor de largarse. Tanto tiempo de desidia, tantos años de cacería, y por fin lo había hecho, sabía que no era un logro solitario, y quizá por eso no lo había hecho nunca antes; quizá, si lo hubiera hecho antes, no la habría conocido, y quizá si no la hubiera conocido seguiría ahí. Una de esas paradojas repetitivas donde sabía que era necesaria la irrupción de Lilith en su vida.
            Lilith seguía acariciándole la nuca; entre giros y vueltas lo acariciaba; sabía que intentaba ser reconfortante, a veces no lo era con palabras, pero usualmente trataba de enmendar aquella falta auditiva mediante procesos kinestésicos; también sabía que aquellas enmendaciones terminaban en otros puntos; no siempre, no desde hacía mucho. Sin embargo ahora no los deseaba, no deseaba terminar en aquellas situaciones que por momentos, debía admitirlo, llegaba a extrañar; extrañaba la humedad de sus labios deslizando gemidos; uno tras otro, desgranados en monosílabos placenteros que lo estimulaban al igual que la sensación tibia de sus entrañas, a veces más que las mismas entrañas. Los aromas de sudor y sexo que envolvían los cuerpos y las cobijas, que les llenaban la nariz y los pulmones. Pero no podía seguir más, no podía dejarse llevar por imaginación y evocaciones, no en esos momentos que se sentía asediado por el vómito. Mejor la abrazó, se acomodó en su regazo, en aquellas piernas bien formadas y macizas como ancas de una yegua digna de premios y apretó su rostro contra las ropas de la fémina, que irradiaban el aroma de la caja del camión e irradiaban, también, el aliento cálido de su sexo que no pudo traducir en otra cosa que el vómito acuoso en un costado del camión; la imposibilidad de seguir manteniendo las entrañas dentro, y abandonarse al espasmo constante.
            No había otra cosa más que entregarse, dejar salir todo lo que tuviera necesidad de salir, ya fuera por necesidad o necedad imposible de contrariarla; como si no sólo le salieran el estómago y las tripas, sino también el pasado, un pasado que fuera capaz de llevarse aquel camión que abandonarían pronto, y que sería cargado con más pollos que, en su deseo de abandono, llevarían fragmentos de aquella vida, a los demás, para que cada familia que consumiera un pollo, consumiera también una parte de su historia, y su destino, lo comiera, lo digiriera y al final lo excretara de todas y cada una de las formas posibles, independiente de sus texturas y colores; para que si el destino decidía buscarlo le costara trabajo.
            —¿Estás bien, cariño?
            Él  le sonrió, pese a los rastros de intestinos que le quedaban por ahí o por allá, revueltos con plumas y heces aviares, le mostraba una sonrisa.
            —¡Estás sonriendo! Estás sonriendo de verdad.
            —Siempre sonrío de verdad.
            —No, pero de verdad, de verdad, como en aquella foto.
            Él recordaba perfectamente a qué foto se refería, recordaba el momento, aquel en el que al poco tiempo de conocerse, de vivir juntos, ella espiaba sus estantes llenos de libros y en los que de repente encontró una vieja foto de cuando era niño, donde con asombro le preguntó. ¿Qué era lo que le había pasado? Y él desconcertado, le preguntaba que a qué se refería. Era una foto normal, en colores viejos, donde salía de short y jersey, sentado en una pelota de basquetbol y en la que no recordaba otro detalle de la misma y por lo tanto era incapaz de identificar el extrañamiento de la mujercita.
            —Eras feliz, feliz de verdad —le decía ella, sin dejar de mirar la única foto que conservaba de su infancia y que, ahora, sabía por qué seguía conservando.
            El camión se había detenido; con la sonrisa aún colgada de los labios esperaba que no se tratara de una revisión. Si los encontraban ahí y lograban dejarlos identificarse, fácilmente podrían resultar sospechosos de querer irse de indocumentados hacia el norte pues estaban muy lejos de la dirección que indicaban sus identificaciones. Quizá el destino lo había alcanzado nuevamente. Sin embargo no fue así, el motivo lo supieron cuando la luz artificial entró golpeando las pupilas, el nervio óptico y hasta cerebro, las neuronas, y eso si no lo había dejado también en aquella esquina de tripas y estómago; el conductor les dijo que eso era lo más lejos que podría llevarlos. Estaban en las afueras de Puerto Vallarta. Con la palidez vistiéndole aún el rostro, fue parido entre dos puertas que se cerraron tras de sí, y tomado entre los brazos de sal de una playa y un océano, siguió sonriendo; aquella mueca sincera no se desaparecía, se le había tatuado por minutos en los labios y las comisuras, había terminado de aferrarse a su piel como un percebe que se había contagiado a Lilith, quien lo veía a dos pasos de distancia, y después a uno, y una vez más, a sólo unos centímetros de diferencia entre ojo y ojo, después a milímetros entre labios y labios, y habiendo traspasado con la lengua el cerco de los dientes.
            —Sabes a pollo, cariño.
            —Lo siento.
            —Yo no. Te voy a comer, precioso.
            Y entonces Lilith lo agarró de las manos y se lo llevó nuevamente a los labios, y una vez más lo atrapó con saliva, y lengua, y cuando se le quería escapar lo tomaba entre labios y dientes, con mordidas gentiles que le apretaban los belfos al borde del corte, después los soltaba y, con los propios, les repartía caricias, y nuevamente mordidas y mordiscos; una sonrisa, un exhalación de aliento, y nuevamente una sonrisa, se mordía ella misma los labios y le agarraba con la mano el rostro, con la mano propia, él le agarraba la nuca y la apretaba contra su rostro, y rostro con rostro, se llenaban de pequeñas heridas que se iban hinchando, y les dejaban los labios cada vez más rojos y cada vez más anchos, y él abría los ojos y todo era nublado, se le había nublado la vista a endorfinas y los ojos eran de borrego a medio morir, tal como habían sido tiempo antes, y también él sonreía, no era una sonrisa de felicidad sino de nervio, una sonrisa que se mezclaba con su respiración entrecortada, jadeante que jadeaba compañera los jadeos de Lilith que también sonreía y entonces sabía que ella sabía que le había gustado, tronaba los labios en los labios de ella y alejaba el rostro; entonces sonreía una vez más y con los ojos más abiertos seguía sin poder ver nada, como si todo se hubiera detenido un momento y fluyera lento y cansado, dueño del tiempo del mundo que se arrastraba placentero, alargándose segundos por minutos, alargando parpadeos, y miradas y rubores que les cubrían los rostros y le regresaban a él lentamente la sangre al rostro; y entonces lo sabía, estaba completamente consciente de que había renacido.
            Caminaron por la carretera bañada de luna y perfumada por la luz de farolas que pasaban a pasos, buscando acercarse cada vez más al puerto lleno de centros nocturnos y turistas despistados o gozosos, hasta que poco a poco llegaron a la costa sitiada de bares, y luego a la playa llena de arena y alguna que otra alma fiestera; se sentaron a la orilla de la playa donde dejaron que marea y olas les acariciaran los pies cansados, y les besara la espuma las nalgas y las plantas de los pies descalzados.
—Al rato tenemos que nadar. Soy una sirena.
Y aunque a veces pensaba que era una harpía, en verdad estaba de acuerdo con Lilith en que era una sirena. Mitad pez, mitad mujer, cien por cien una voz hermosa que no necesitaba de letanías, cantos ni alabanzas y que siempre seducía, y que llevaba al que la escuchara directamente al abismo.
—Eres una sirena.
Y ella le sonrió con los ojos y piel iluminados por esa luz de plata. Y miró todo lo que había hecho, y vio que todo era muy bueno, y vino una ola y otra, y aún no era el séptimo día y, por lo tanto, no podían descansar.
Caminaron un poco más. Se encontraron vendedores ambulantes de pulseras y lentes que bebían clandestinamente, detrás de los bares, mezcal de mala calidad con refresco de toronja, y les compartieron experiencias y datos que podrían ser de ayuda so querían dedicarse al comercio informal en aquel lugar lleno de turistas. Pero él tenía otros planes, y sabía que ella los apoyaba. En realidad sólo buscaban una coartada.
Mientras caminaron por la playa y besaban con los callos la arena, observaron cuántos turistas había por los lugares: los suficientes para que el plan funcionara.
            Primero se marchó ella, diciendo que deseaba caminar un rato por la costa. Después se fue él, diciendo que necesitaba encontrar un lugar para ir al baño. En realidad tanto ella como él se fueron juntos a la arena y mientras tenían algún turista en la cercanía fingieron un hurto, él se echó a correr y después ella gritó desamparada, haciendo que se acercaran los incautos, que seguramente la habían visto desde lejos, y corrían a socorrerla.

Lo que pasaba después ya lo tenían previsto, lo habían hecho durante mucho tiempo, y siempre había funcionado, al menos funcionaba si no era algo que repitieran constantemente. Entonces los incautos preguntaban por el estado de Lilith y ella llorando les comunicaba que había sido agredida y robada, les sonreía bonito, les hablaba tierno y si era necesario, en inglés les reforzaba que había sido asaltada.
I don’t know what happened, a guy surprised me, had me point-blank range and took my money and all my things —entonces era el momento del llanto. Lilith sabía que se veía bonita llorando, sabía que cualquier que pudiera verla generaba una necesidad de abrazarla, él se lo había confirmado mucho tiempo atrás para que no le quedara duda. Entonces la abrazaban y se dejaba abrazar. Una variante de lo que había hecho con él cuando llegó a su casa con la intención de quedarse; porque, debía admitirlo, se veía hermosa y desamparada; cualquiera que la mirara era capaz de verse a sí mismo reflejado en ella y fantaseaba con ella.
—Don’t cry, little girl. Here let me give you some money —sabía el diálogo, lo había escuchado cuando estaban en el centro de la ciudad, en aquella época lejana, en aquella otra vida cuando buscaban a turistas en los museos y las iglesias; en el centro histórico o el Palacio de Bellas Artes. A veces no sólo turistas, también algún incauto oriundo y solitario de la urbe—… no te pongas así, amiga. Toma, no es mucho pero algo es algo. Si quieres puedes acompañarme y te invito un café o algo de comer.
—No, thanks, cuttie; I’m scared. I don’t know what to do. I had all my ids in there; I’m scared, i’m fucked scare —entonces ella se abrazaba a sí misma y el ingenuo la abrazaba después.
—¿No quieres algo, quieres ir a la policía?
—¿A esta hora? ¿Ellos que van a hacer? Pinches puercos, la última vez que me asaltaron y fui a pedir ayuda me dijeron que no ayudaban putas —esa era su manera de alejarse del problema en la ciudad, sobre todo cuando estaban en el centro y podían encontrar un  policía relativamente cerca. Por eso es que ahí no gritaba, ahí sólo se ponía a llorar; primero hacía contacto visual y sonreía, le daba entrada a aquel desconocido con aires de donjuán; después se acomodaba el cabello y él sabía que ésa era la señal para fingir el asalto. Entonces se le acercaba, después se iba, y a ella sólo le quedaba la mirada, volteaba a todos lados, y buscaba conseguir que la presa la viera de nuevo. Ahí empezaba el juego. Pero eso era en la ciudad, en aquella otra vida. En esta nueva era diferente. Aquí podía darse el lujo de gritar, de cambiar su modus operandi un poco y volver extorsión más que hurto.
—Don’t cry, Honey
Y mientras era abrazada por el incauto, lo volteaba a ver, le sonreía con aquella risilla malévola y gritaba.
—Help! Helpme, please!
Sin deberla ni temerla, el turista quedaba congelado, como si no hubiera nada más que hacer que permanecer estático ante la sorpresa, ante aquel balde de agua fría que se congelaba dejándolo a merced de la indefensa Lilith. Entonces llegaba él. Corriendo.
—¿Qué pasa? ¿Estás bien amiga?
—Por favor, ayúdame. Este wey me quiere robar.
—What the fuck!
—You want to rob me.
—No te quieras pasar de lanza, amigo. ¡Policía!
—That’s not true.
Entonces llegaba alguien más, algún transeúnte, que mendigaba estrellas por la costa a esas horas, veía la bolita, la confusión, y era llamado por Lilith o por él. El turista permanecía inmóvil, quizá viéndose desde fuera, quizá creyendo que lo que le sucedía no podía estarle sucediendo. Al menos es lo que él pensaba que pasaría en su cabeza si estuviera en aquella situación. Pensaba que no podía hacer nada más que esperar el desenlace, que echarse a correr representaría en automático asumir la culpa del delito no cometido. Sentía pena y lástima, quizá hasta cierto punto culpa.
—¿Qué pasó, está todo bien? —preguntaba el  nuevo cómplice que no sabía de su complicidad.
—Aquí la amiga dice que el güerito este quería robarla.
—Are you crazy, people? What’s going on here?
—These guys says that you want to robe her.
—That’s a fucking lie. I tried to help her. She was robbed, and was crying.
—Dice que no es cierto, que él trataba de ayudarla.
—That’s not true. He held me and told me that give him all my money.
—I just hugged you.
—Qué desmadre. ¿Qué dice el gringo?
—Dice que no estaba haciendo nada, que sólo la abrazaba.
—Yeah, just a hug.
Entonces el gringo hacía el ademán del abrazo, y entre el desconcierto y la confusión él abría la boca nuevamente para sugerir al nuevo cómplice que fuera por un policía mientras él se quedaba cuidando que no se fuera. Entonces el nuevo conocido se marchaba. Lilith volvía a cambiar el tono, un tanto picaresco un tanto seductor y hablaba con el desconcertado.
Sorry, honey. Here’s the deal. Either you give us all the money, and you can go, or you'll have no time to run. No time to think...

            Entonces ellos también tenían que correr, irse pronto y lejos, quizá regresar con los vendedores, quizá también despedirse nuevamente y después ponerse a contar los dólares mezclados con los billetes nacionales, una especie de arcoíris en papel donde predominaba el verde. 

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Inapetencia y ayuno

Otra vez me me regresó el sueño
la inapetencia
los ayunos constantes
con base en humo y agua

 Padezco una enfermedad mortal
que no es contagiosa
pero te lleva a la soledad
se llama escritura
la padezco y la disfruto

 Me consume
me mata poco a poco
y a la vez es la que me tiene vivo
no sé durante cuánto tiempo

Sin hambre
sin sueños
sin ganas

y en cada letra que escribo
si se pone atención
puede leerse:
me muero

no quiero más
no tengo más
no hay nada más

Fin del comunicado

Sombras

Necesito conseguirme una novia antes de que termine matándome. Esa perra sombra que me persigue y que de noche se vuelve tan grande como la calle por la que ande o hasta donde me alcance la vista; el detalle está en que a veces yo la llamo, le susurro canciones de cuna y le recito poemas, cuando no me alcanza termino esperándola, le he agarrado gusto a sentir su aliento en el oído, su mano fría, sus abrazos cansados. Necesito conseguir alguien que me contenga; no es que la quiera, es que la necesito. Debo quitarme esa falta de alegría por la vida, que pese a todo disfruto (lo sé, soy contradictorio). Antes, hace algún tiempo, en lo que se podía llamar otra vida, las cosas no eran así. Yo no era así. Ahora, esa otra vida parece más un sueño bonito, pero un sueño al fin. Se lo ha ido tragando poco a poco la oscuridad. Como si toda la luz que irradiaba, toda la alegría que transmitía, se fuera apagando; y no es que se apagara, sé que la sigo teniendo y que la sigo irradiando (produzco tranquilidad en las personas que están cerca) pero esa oscuridad, esa gran sombra la traga, la traga y la devora, y crece, crece con mis momentos de felicidad de los que se alimenta después, crece con mis momentos de luz de los que se sigue alimentando, no estoy deprimido, tengo metas a futuro, disfruto lo que hago, tengo amigos; pero no puedo dejar de darle de comer, porque tampoco puedo dejarme caer, si me caigo me devorará a mí, lo sé. Estoy yendo en espiral, en un vórtice hacia el abismo. Un profundo abismo del que no puedo más que dilatar. Prolongar el tiempo para que caiga enterito. Sé que algún día me comerá, me tragará completo y no dejará más que los huesos y la piel. No puedo escapar de él, me salió de una herida de mi propio cuerpo, de mi propia alma. Salió desde dentro, ¿cómo puedo liberarme de esa oscuridad que soy yo mismo? Es como el mito de la cicatriz hecha con odio que no dejará de sangrar nunca, al menos hasta que sea vengada. Estoy herido, aquellas sombras brotan de mis heridas y no sé cómo alguien podrá vengarlas, seguiré sangrando sombras que amenazan con matarme: devorarme. O terminar desombrado, hasta que mis venas queden vacías... Necesito conseguirme una novia antes de que termine (de una u otra manera) matándome yo solito.

martes, 16 de septiembre de 2014

Ahora lo recuerdo todo. Yo nunca fui otra cosa más que borracho. Trabajaba en un bar durante tres días (era muy bueno vendiendo tragos, y consiguiendo ser invitado. Por eso el jefe nunca me corrió pese a que no se podía beber en el trabajo y pese a que él sabía que a mí no me importaba) para sacar dinero y pagarme más tragos, y también un baño cada dos días. Vivía en la calle, rentaba un locker en algún centro comercial cercano y metía la poca ropa que poseía.

     Ahora lo recuerdo todo; yo nunca fui otra cosa más que borracho. Me inventé una vida que creí tener durante años, y recordé que no era cierta hace un par de semanas; lo recordé en el momento que tuve que dejar de tomar. Lo que no logro hacer memoria es... bueno alguien más lo digo mejor antes que yo: "No me acuerdo si mi esposa me dejó porque empecé a tomar, o empecé a tomar porque mi esposa me dejó". Claro que yo no quería ir a morir a las vegas, yo no tenía nada pensado para mi futuro, sólo seguir bebiendo.

     Ahora lo recuerdo todo: yo nunca fui otra cosa más que borracho. Yo nací en la calle y sin familia, nací sin casa, pero no lo digo para que me tengan lástima, es una mera descripción. Nací sin casa y sin familia, nací de la calle (como todos los homeless, incluso los que se inventan la vida de salir del reclusorio y aun aquellos que te dan un consejo "padre de familia; quiere y cuida mucho a tus hijos, porque en la calle... bla bla bla), en algún parque y con la botella en mis manos. A veces recuerdo haber nacido con ropa y zapatos, otras veces sólo la ropa, unas pocas, sin nada. Entonces me volvía a dormir porque quería nacer de nuevo y nacía otra vez con ropa, o al menos con una cobija encima y dinero en la mano.

     Ahora lo recuerdo todo, yo nunca fui otra cosa más que borracho y ella no existió nunca, y yo nunca viví con ella, y yo nunca tuve una familia y una casa, con ella. Y yo nunca he estado sobrio por más de estas dos semanas. Yo nunca tuve una sonrisa en la cara, ni sentí un beso gentil de buenas noches. Yo me inventé esas cosas porque las veía en los parques, y con algunos comensales, y en las películas.

     Ahora lo recuerdo todo... yo nunca fui otra cosa más que borracho... y nunca ame otra cosa más que una botella.

Consecuencias

Esto es lo que pasa cuando lo dejan a uno a cargo de sí mismo:

Se compra pendejadas
Se empeda con las pendejadas que compró (se empeda ligeramente)
Se pone pedo nivel: dos rayitas antes de "hasta su madre"
Se queda dormido en el trole (por la peda)
Es despertado por el operador para cambiar de trole
Desciende y se abraza de un árbol
Vomita
Vomita
Sigue vomitando mientras maldice no haber calculado el momento de detener la peda
Cruza la avenida (se pasó en el trole, debe regresar)
Esquiva carros
Llega al otro lado de la avenida.
Muere en una jardinera
Vomita
Vuelve a vomitar
Sigue vomitando
Piensa que aún falta mucho para el amanecer
Trata de ponerse en pie
Piensa que ya valió verga, por más que intenta no puede hacer otra cosa que vomitar
Vomita más
Se mueve un poco
Vomita nuevamente
Maldice su suerte porque odia vomitar
Trata de levantarse para tomar el transporte público
Vomita
Piensa que ya valió verga y que dormirá en la calle, en un jardinera
Es despertado por dos weyes súper buena onda
Recupera poco a poco el control de sí mismo
Sube al trole con los dos weyes
Los dos weyes lo acompañan al oxxo
Los dos weyes le piden 20 pesos para irse
Los dos weyes le ofrecen su número de teléfono por drogas
Toma café
Platica con los dos weyes
Se van
Camina a su casa
Piensa en su suerte
Sabe que tiene una nueva experiencia que contar.
Piensa que esto no hubiera pasado si no lo hubieran dejado a cargo de sí mismo, en sus propias manos...

lunes, 15 de septiembre de 2014

Naturaleza humana

Tiene más mérito ético el borracho que consciente de su alcoholismo puede pasar frente a una vinatería, y no sucumbir a la comezón en sus dedos que lo invitan a sacar su cartera para comprar todo lo que pueda, para beberse hasta las estrellas, que aquél que nunca ha tomado y pasa frente a una vinatería persignándose porque los demás le han dicho que es malo; sin embargo tiene más mérito social ese último que nunca ha bajado al infierno y salido, aquel que nunca ha probado una gota de la divina bebida... tiene más mérito para los ojos mojigatos el abstemio de la manada. Lo mismo pasa con el fiel y el infiel; pesa más el pasado de aquel que iba de morra en morra y dejó de hacerlo por propia convicción que el que nunca lo ha hecho y, de todas maneras, seguramente el segundo lo hará algún día (si no es que ya lo hacía y sólo jugaba a engañar, a mentir, a no decir nada); mientras que el otro, estigmatizado por aquellas acciones, quizá no vuelva a hacerlo, pues ha sido una decisión consciente: "Todo santo tiene un pasado y todo pecador un futuro"...

domingo, 14 de septiembre de 2014

No se dice lo que no hay

Y hace frío
y tengo sueño
y hay un gato que me vigila
(y se va)

y me llegan los mensajes
de mis amigos
para decirme que no me verán
ni hoy
ni mañana

Y hay tequila
(aunque no me gusta mucho el tequila)
y hay cigarros
y una sala limpia

y hay música
nunca deja de haber música
y una luz encendida
que me recibe a las cinco de la mañana

hay un refri
con la comida olvidada
algunos platos con hongos
y una nueva planta
(a la que espero no se me olvide echarle agua)
porque se murieron las demás

hay una pila de trastes
que algún día lavaré
hay polvo
y sudor rancio en unas cobijas
que están apartadas de mi cama

hay cenizas en algunos rincones
y cabellos perdidos que suelen aparecer
hay pilas de ropa
que no son mías
y que no puedo tirar

hay una ventana
y más tequila
y un calendario
que marca el paso
de dos años

y hay polvo
mucho polvo
y silencio
muchos silencios.

martes, 9 de septiembre de 2014

El inicio del fin

Hace rato vi un estado que me hizo recordar algo. Hace dos años comenzó esa etapa que bauticé como "el principio del fin". En ese momento, y durante un largo tiempo, creí que realmente era una de esas situaciones de vida que no sobreviviría. Ahora me burlo y escribo poemas ácidos donde digo que la ventana me seduce. En ese momento no era burla, la ventana me seducía, y después de ella me seducía el piso. Aparecieron personas importantes que, por alguna extraña razón, sin decirme nada me salvaron la vida. También desaparecieron personas que en ese momento creí importantes en mi vida. Estoy consciente de que no estoy bien, estoy consciente de que quizá nunca supere eso realmente, y de que quizá lo que siga haciendo es aprender a fingir una sonrisa que los demás la tomen como verdadera, al igual que a seguir contestando: ¿y a ti, cómo te ha ido?, después de que me pregunten cómo estoy, para no hablar de mí y mejor dejar a los demás hablar de ellos.

Retomo: No estoy bien, y estoy consciente de que quizá nunca lo esté de nuevo, y también no me importa. Estoy en pie y eso es lo importante, no estoy entero, me faltan cacho de un lado y de otro, y me he desmoronado en varios pedazos tanto físicos como espirituales y morales; pero, insisto, sigo de pie. Pese a las personas que ya no están y que han sido importantes en mi vida y que incluso me ayudaron a novelar una parte de mi vida. No sé lo que me depare el porvenir, pero gracias a todo eso, aprendí que sigo adelante, aun cuando use muletas etílicas por momentos, seguir trabajando para lograr lo que me he propuesto, y seguir siendo mejor, agradecido con las personas que poco a poco se han colado en mi vida y se han vuelto verdaderos miembros de mi familia; aquella bola de extraños que se preocupan por mí aun cuando les digo que dejen de hacerlo (en serio, saben que los quiero, pero si no los busco ni me reúno con ustedes es porque así aprendí a ser desde chiquito,y de verdad disfruto mi soledad). Básicamente han sido unas por otras, y así como están ahorita, sé que (muy probablemente) en un tiempo ya no lo estarán; no sé por qué no se acostumbran.

Hoy, hace dos años, venía de pedir cosas para irme de camping; hoy, hace dos años, recibió mi madre la llamada de que alguien se había accidentado; hoy, hace dos años, viajé con mis abuelos, mi primo, su madre y la mía, a León; hoy, hace dos años, empezó ese inicio del fin. Conocí más de la condición humana y descubrí que los ciegos también pueden llorar... la hipocresía, y la desconfianza con la que me fui encontrando durante las semanas siguientes; la falta de palabra, la falta de interés en los otros, el hablar sin conocer de razón o circunstancia; el apoyo por partes o intereses... y nuevamente el apoyo incondicional por parte de desconocidos.

Soledad y compañía; como aquella a la que estaba acostumbrada mi tío. Dentro de algo así como diez días será su aniversario luctuoso. Y donde estés, te quiero y te extraño tío Oscar.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Canción de cuna para un niño que teme despertar.

Un arrullo a distancia, de esos que se cuelan en el oído y la piel, y te llegan a la espalda y la sonrisa. Un arrullo chiquito, un susurro cálido, un siseo dulce, surcándote el aliento y los labios. Un suave silencio, que te arrulle los ojos, y te adormezca el pecho, y te saque suspiros, que te rellene el sueño de palabras, y recuerdos bonitos. Un arrullo chiquito que te explote en las manos, zigzagueando de un ojo a otro, de una oreja a la otra, un susurro surcándote el arrullo y el pecho, como cuando eras niña y yo un niño que compartió infancias tardías contigo. Como cuando te podía abrazar en una noche sin cobijas y sin máscaras. Un arrullo genuino, como tus enojos genuinos y tu pinche genio, que al final no también era un arrullo, una canción de cuna, un sutil sentimiento de protección y acercamiento, y de tenerte en mis brazos y de retenerte en abrazos y dejarte dormida y dormirme contigo, y mirarte y seguir susurrando en tus sueños y al oído, y pasarte los dedos por el cabello, y seguir susurrando, y soñándote. Vivir en el arrullo y seguirte arrullando, shhhh shhhh shhhh, un beso en la frente, un beso en los labios, shhhh shhhh shhhhh... seguir en susurros

domingo, 7 de septiembre de 2014

Notas de Lilith



Aun hoy la recordaba. No era ese hoy cualquiera de la eterna procastrinación que sonaba a algún mañana. Era más como ese hoy constante e incambiable, que dejaba de ser durante una fracción de segundos cada día a las cero horas del siguiente. Era ese hoy perpetuo del recuerdo constante hacia Lilith, ese hoy que habitaba con ella y donde ella no dejaba de estar aunque fuera en la cabeza. Por alguna extraña razón estaba más que cuando la tenía a su lado, era imposible quitárselade encima, la traía adherida a las neuronas como si fuera una grande y gorda sanguijuela, y él no tenía el cigarro con el cual quemarla y, si lo tenía, era incapaz de distinguir dónde debía de meterse el pitillo encendido para darle alcance, entonces Lilith le succionaba ideas y recuerdos, e incluso los más impúdicos pensamientos en los que no habitara ella, y sólo ella, y a veces también un poco de él, pero casi siempre era ella. Si bien el evangelio de Santo Tomás, decía: "levanta una piedra y ahí estaré", para referirse a Dios, Lilith se había vuelto su dios personal; una especie de estado meditativo con base en la repetición del mantra Lilithesco. Lilith estaba bajo las piedras y las sábanas, y el colchón, y el sol, la luna, las estrellas, el excremento que pisaba en la calle por andar despistado, y al que maldecía diciendo: Pinche Lilith. Lilith también estaba bajo las puestas de sol y los arreboles matutinos y vespertinos, su día amanecía con el ocaso y terminaba con el amanecer en el que estaba Lilith debajo; se reunían dos al estar en el espejo y Lilith estaba ahí, en medio de los dos que eran él mismo y bajo el reflejo... y no dejaba de estar en todos lados, menos bajo su mano.

miércoles, 27 de agosto de 2014

Final de Californication y mi vida

Tal vez es la mierda que se me ha metido durante todos estos años a través de las redes sociales y los libros de Coelho que he leído a escondidas (o toda esa sarta de películas románticas comerciales que no he querido dejar de ver cuando realmente me llaman la atención)... Hoy estoy nostálgico (y cacofónico). Mi serie favorita acabó, por fin he visto el final de Californication. Quizá tenía demasiadas expectativas por un comentario de un amigo que también la veía. En lo personal me pareció un mal final; un mal capítulo, una mala temporada. Con el paso de los años la serie se empezó a volver mala; en esta última temporada ya estaba agonizando, y prolongaron la agonía durante doce capítulos más. Podía haber quedado en el final de la sexta; mejor aún: en el final de la quinta.
     Es raro porque esta serie, usualmente, me subía el ánimo cuando estaba muy bajón. Había algo en ella que me producía dicho efecto. Quizá porque veía mi reflejo en muchas cosas dentro de la serie, veía que alguien puede estar más jodido que yo, y que a la vez no ando solo en este camino de la literatura (había una especie de éxito esperanzador). En el fondo la serie nunca dejó de ser una comedia dramática con sexo, drogas y humor negro; el final del productor con la verga de caballo es hiperbólico y de una crudeza interesante; quizá es lo más rescatable de la temporada. Pero hacia el final viene Hank; el Hank que siempre trató de hacer lo correcto y resolver toda la mierda en la que él se metía a sí mismo y los demás que lo acompañaban en el viaje. Se ve a los personajes secundarios mostrar esa esperanza... y ahí, es donde encuentro mi nostalgia; no es sólo por perder una compañía que tuve en buenas y en malas, se trata de que al final, sin haber importado todo, sin haber importado nada... sin haber importado siquiera que todo en la producción se les cayera, el personaje en sí mismo siempre luchó por su ideal, y nunca se dio por vencido. Sentí el clásico "Te digo Pedro para que escuches Juan": qué he hecho yo. ¿Al final podría decir que me la jugué por lo que realmente me importaba?
     Un día, cuando estaba realmente tronado (en aquellos días en los que me seducía la idea de aventarme de la ventana) me dijo mi asesora-amiga-editora-tía: Te va a ir bien, tu terquedad se transformará en tenacidad. Y yo le pregunté cuál era la diferencia entre terquedad y tenacidad. Me dijo que en este punto no podía saberlo, que eso sólo se podía saber en retrospectiva; cuando al final mirara para o desde arriba; sólo entonces lo podría saber realmente.

      ¿Me la jugué por lo que realmente importaba? Es una respuesta compleja, y entre sus complejidades puede contestarse con sí y con no, para unas y para otras cosas. Pero dejando una nueva pregunta más difícil de contestar que la anterior: ¿Qué estoy haciendo?

miércoles, 20 de agosto de 2014

Cristal roto

 --¿sabes? -me dije a mí mismo mientras la miraba desde lejos, aprovechando que ella no me había visto a mí, o al menos no me había reconocido.-- Es así como te das cuenta de que las cosas ya terminaron. O que ya no te gusta, o que ya no la quieres, o que ya no lo que sea... cuando empezamos a salir a mí no se me hacía bonita, pero me dije a mí mismo que lo era; mientras estuve con ella, la vi como la mujer más hermosa del mundo. Ahora, ese hechizo autoinfligido se termina. Es triste. Pero así es. Tener que darle la razón a todas las personas que llegaron a ver sus fotos y me decía: Lo siento, wey, pero está fea. Está muy fea para ti. Quizá es simpática, pero no es guapa. Cuando me la describiste pensé que sería más bonita... y bla bla bla. Y entonces yo me molestaba porque decían esas cosas de ella. Pero tenían razón. La veía con ojos de amor. Es un poco triste, encontrarse con esa realidad que trataste de alejar siempre pero que al final se te clavaba sin darte cuenta: el mundo siguió girando aunque tú creyeras que no.

lunes, 11 de agosto de 2014

Bizarro

Me comí todos y cada uno de tus dedos. Me comí parte por parte, las comisuras de tus labios, los pistilos de tus pupilas, los vagos retoños de aquel recuerdo, me comí todo y nada, hasta el empacho y la náusea, hasta que vomité verde en el baño, y no quedó ni la bilis ni la sal que acompañaba el sudor de tus gemidos. Hoy me he hecho poco a poco trizas, pedazos de un recuerdo cansado, me he hecho bolitas de mierda como si hubiera sido digerido por un conejo huérfano consciente de su orfandad. No sólo me comí todo, me bebí las estrellas hasta que se apagó la noche, pues también me tragué de tajo la luna; me bebí las gotas de lluvia que traían un sabor a cuba libre y mojito cubano. A veces también te inhalé todas las fantasías suficientes para seguirte teniendo todos los días, el polvo de uñas y cometas en los que te partías durante un orgasmo empapado. No hay nada más; me cansé de ser arrullado con un silencio profundo y áspero que dejó de callarse en los espacios que habita entre canciones, esas canciones que tienen tintes de tu voz fría y cristalina, y clara, y fresca; donde me untaba tus dedos en la piel y la espalda, donde me untaba tus dedos en el cabello.  Ahora no queda nada más allá de unas prendas que dejaste olvidadas, hablándome a sol y sombra sobre ti y a deshoras, como cabildeo de entrañas, como una sátira fónica fermentada en ojos, en gusanos detrás de unos párpados y nervios ópticos que no dejan de atacar la amígdala y el cerebro y las ideas, y las noches, y toda aquella cosa de espacios físicos y viscosos, semilíquidos, semisólidos, amorfos que se parecen a mí sobre ti, a ti sobre mí, a mí a ti y a nada. Una colcha y un colchón que no deja de lamentarse; y se extingue, y poco a poco, como cada noche, se apaga

domingo, 10 de agosto de 2014

Catacresis

Había encontrado mi propio camino que, desgraciadamente, era parecido a los de muchos otros. No hacía las cosas por tratar de emular a ninguno, aun así caía en el cliché de mi actividad. Cenaba una lata de cerveza y desayunaba una caguama de litro doscientos, a veces comía también acompañado de una dosis etílica caribeña. Escribía de día y de noche, y hasta en sueños. La vida podía reducirse a esas dos actividades primarias para los bichos de esta estirpe. Escribir significaba también alimentarse de lecturas, y meterse en problemas con una u otra morra en la que me pudiera perder, algo así como si las pupilas fueran agujeros negros y me bebieran la sensatez, y sólo me quedaran problemas y más problemas hasta que el cuerpo aguantara; la actividad también incluía lecturas de otros escritores mediocres que me buscaban para pedirme ayuda en sus textos, que querían ser aniquilados en una crítica despiadada (Cuando lo merecían). Buscar enemigos de gratis, y de paso (y sin quererlo) admiración y cierto renombre. Pero siempre prefería meterme en los ojos, en aquellos a los que llegara también por pupilas o letras, meterme hasta el tallo cerebral (el que se le inflamó a mi tío y lo dejó vegetal, antes de morir, antes de que despertara siquiera una vez) de aquellos iris preferentemente coloreados por verdes, azules o grises; a veces de unos cafés más claros que oscuros, y siempre en una piel blanca y una sonrisa generosa. Casi siempre en el mutismo, pues cuando hablaban era para decir alguna estupidez, los labios de aquellas a las que llegaba mi imagen, deberían de usarse sólo para besar, la palabra articulada no era un don que poseyeran la mayoría de ellas; alguna que otra sí, y esas eran las más peligrosas. Combinación de claridades físicas y lucidez mental: adiós valentía, ante aquella moza que terminaba teniendo todo, y jugaba a hacerse la que no pasaba nada... y que a veces me daba para escribir.
Mi propio camino, así era sencillo y clichezco, catacrético; estadísticamente recorrido por otros antes que yo.

Como a nostalgias

Como a nostalgias

a provincia
a una realidad inerte donde la siguiente avenida
o detrás de las casas se encontrara el mar
a almendros
nocturna fragancia
y sal
de una piel
de costa
a sol cansado de quemar
arena


Olía al pútrido olor del ron
del sexo
En los lugares comunes
de la ciudad
de la literatura
que habían plagado las últimas generaciones
de los que escriben

habían marchitado las estrellas
a base de letras
emputecido los labios
a versos
y rellenado la luna
con ajos y cebollas
de un lenguaje coloquial
sacralizado por repetición

alcancía a tope
de pagares
a una musa que nunca llega
que no fía

a recuerdos etílicos
a promesas con cuatro punto 8 grados de alcohol
y el olor a pantano
de melancolía

viernes, 1 de agosto de 2014

Dejah vú

Saliste del nombre de una de mis novelas
habías sido bautizada antes de que te conociera
había intuido
por algún hado o moira
tu nombre
había nombrado un personaje con tus letras
había vivido una vida contigo
habías sido de papel
y de tinta
habías sido

ahora eres
estás y eres

ahora apareces
ahora sonríes
ahora te abrazo
ahora te beso
y
por si fuera poco
te sueño

habías sido
un anuncio
la epifanía
de ti misma

en otro tiempo

como un sueño de Pavic
donde no existe el tiempo
habías sido
porque ya eras
aunque no llegaras

y ahora
eres besos
y eres compañera
y ahora eres
el trago de chela
y la mano suave
del mundo onírico
del que tarde o temprano se despierta

cliché

No es cierto que algo en ti fuera diferente
el sabor de tus senos ya lo conocía
a veces en sueños
a veces en labios

Ya conocía tu voz
ya conocía tus espasmos
incluso tu mirada molesta

Tú no eres nueva
nunca lo has sido
como nunca lo ha sido
ninguna otra

lo siento
no eres especial
por ti
no eres especial por casi nada

así como yo tampoco lo he sido
nunca

jueves, 31 de julio de 2014

Por fin

Por fin, el mundo cambia un poco. Por fin mi querida amiga-editora-asesora me empezará a enrolar en el mundo editorial y literario. Por fin publico en una revista (se llama C2). Por fin, me he podido ir abrazado a ella, un rato. Y no pasa nada, sé que no pasa nada, que sólo somos amigos. Pero por fin, las cosas poco a poco cambian y mejoran.

miércoles, 30 de julio de 2014

x

Decidí quedarme callado
morir poco y lento
pasar desapercibido
sin salir a la calle

decidí hacerme chiquito
escondido
desaparecer de los recuerdos

decidí dejar de asistir
a los eventos
que se acostumbraran
a contestar
(cuando preguntaran por mí)
"ya sabes cómo es ese wey"
"no vino"
"quién sabe"

decidí ser eso y ese
una manchita
sin molestar a mis vecinos

decidí ser una letra
y otra
tras otra
y seguir callado
y seguir escribiendo

Preocupado

Y mirarte ahí
sin poder fumar
bebiendo a mi lado
platicando
enseñándome tantas cosas que no conozco

y verte ahí
con el silencio a un lado
porque no puedes respirar
porque no quieres seguir fumando
porque te sientes verdaderamente mal

y verte ahí
impotente mi asiento
no pudiendo ayudarte
y preocuparme
no pudiendo hacer nada

y verte ahí
aun lado
y abrazarte
y seguir a tu lado
en compañía

y sentirme impotente
lejos y distante
y asustarme
y que te duela el pecho
y que no haya
nada
nada nada
que pueda hacer

martes, 29 de julio de 2014

Una salida

Me dijiste
que una sonrisa
y una cerveza
son cosas necesarias

me dejaste tomarte de la mano
unos momentos
mientras bebíamos un tarro oscuro
me sonreíste

y no sentí que me faltara nada
más que caminar
un cigarro
y caminar

sábado, 26 de julio de 2014

Lilith

--Oh, mon cherié --me decía Lilith tratando de imitar el acento parisino de los vampiros de Anne Rice que acabábamos de ver en la tele--, no se abandona a alguien que puso toda su confianza en ti; menos cuando esa persona te lo pidió y tú aceptaste; no se abandona a alguien cuando el mundo se le viene abajo, cuando se está hundiendo, eso sólo lo hacen las ratas en alta mar. Y menos aún se abandona a alguien que estuvo ahí cuando tú lo necesitaste. Y si lo haces, no puedes llamarte a ti mismo una buena persona.

      --Lilith, pero si tú hiciste los mismo --le espeté.
     
      --Sí, pero yo nunca dije que fuera una buena persona. Yo soy una de esas ratas de alta mar que salta del barco si se hunde. Y aunque te diga que te amo, no impediría que volviera a saltar una y otra vez. Soy una puta, y aun así me quieres. ¿Quién tiene el problema?


sábado, 19 de julio de 2014

Capítulo 1 (fragmento) de la nueva novela en la que ando trabajando

Cuando se despertó se dio cuenta que el destino lo había alcanzado. Durante mucho tiempo se despreocupó de él, se quitó las máscaras y los disfraces creyendo que lo había perdido; que en aquellas olas y arreboles había lavado su karma. Que se había hecho sal y disuelto en  el océano. Ahora sabía que no era cierto. Lo había sabido desde el momento en que el sol entró en su bungaló entre arena y susurros de un mar que le hablaba quedito, contándole que estaba solo, preparándolo para que al despertar no le cayera de sorpresa. Así fue que, al vaciar su mirada por toda la casa, notó que ni la ropa de Lilith ni el resto de sus cosas estaban. Se preguntó si habían estado siquiera la noche anterior. Había llegado directamente a su cuarto; había discutido con ella. Quizá lo supo en ese momento pero no le importó, o no quiso tomarle importancia, quizá en verdad no lo había notado. Lilith le había pedido que confiara, que podía ir a aquella fiesta en la playa llena de hippies y no pasaría nada. Quizá se metería un ácido, o probaría un poco de marihuana, pero todo estaría bien. Quería hacer esas cosas sin él a su lado para demostrarle que era capaz de ser responsable de sí misma, o al menos es lo que ella le decía; sintió que estaba leyendo el Paraíso perdido, pero sin serpiente, y por lo mismo sin un destino tan funesto como aquél. Pese a ello la sensación no era del todo agradable, sin embargo creyó que después de dos años podía confiar plenamente en aquella mujercita de piel blanca ligeramente cocida por sal y sol, y ojos coloreados por un niño travieso; sobre todo porque en el lugar había extranjeras mucho más guapas que Lilith, haciéndola un pez chico en el mar, un atún dentro de un cardumen de atunes que se le parecían y, sobre todo, la superaban en belleza y, seguramente, actitud. Además el conglomerado de hippies que llegaba por medio de aventones a Sayulita para practicar surf; no buscaban más que relaciones de una noche, y Lilith siempre había mencionado su desdén a ese tipo de relaciones chicle: masca un rato y después escupe. Así que nada podría salir mal, o al menos no peor de lo que estaban las cosas. Y realmente no estaban tan mal. Lilith se la pasaba en las tardes mirando el sol ocultarse en el horizonte mientras coloreaba agua y nubes, y todavía un rato más, mientras luna y estrellas se miraban vanidosas en el gran espejo. Después llegaba al bungaló donde la cena estaba preparada. Ella era la que socializaba un poco con todos los turistas, la mayoría traía sus propias drogas, sin embargo la fiesta siempre era demasiada para poder conservarlas durante mucho tiempo (y a veces él entraba a las tiendas de campaña cuando estaban distraídos para robarles sus reservas de estupefacientes); ahí entraba ella, negociando con sus nuevos amigos algo de marihuana, un gramo, o algo de LSD. A veces, cuando estaban de suerte, el distribuidor les llegaba a mandar hongos, y esos los costeaban más alto pues eran mercancía preciada y socorrida por el rebaño de surfistas que no buscaban el atasque, sino algo que los hiciera sentirse un poco más en comunión con el ambiente de sol y playa, entre tambores bailes y malabar.

Así es como habían logrado sobrevivir durante dos o tres meses, el tiempo no les interesaba realmente, al menos no a él; y lo habían logrado bastante bien, pese a que el lugar era una zona completamente turística, y sólo se llenaba de gente cuando era temporada vacacional. Pero en los lugares aledaños a Sayulita, como San Francisco y Punta de Mita, siempre había algún renegado a la desintoxicación que buscaba un poco de alivio a la ansiedad, al delirium tremens, o quizá el equivalente a la despedida de solteros para dejar sus vicios con el tratamiento de ibogaína; y aunque no eran los únicos capaces de conseguir estupefacientes, eran los más socorridos; habían entrado directamente por un contacto que Lilith hizo en la prepa y con el cual no perdía comunicación, que se había cansado de vivir ahí pero no quería dejar el negocio por las ganancias que producían los gringos que llegaban a festejar en la Riviera.