lunes, 22 de septiembre de 2014

Capítulo incompleto de mi nueva novela



 Este tipo de cosas son las que salen cuando todos mis estragos se juntan y me ponen a escribir en el insomnio.



PORNEI


Capítulo 3
El sentir su mano pasándole por la nuca no sólo lo liberó de los vestigios carcomidos de la ira, le erizó todos los vellos del cuerpo, como si cada uno quisiera la propia caricia de aquella mano balsámica, ante aquel mareo producido por tantas curvas y el olor nauseabundo de pollos y estiércol, y plumas; un olor rancio y orgánico que se le metía por la nariz, y se le metía más en cada vuelta que daba el camión que los había recogido en una cachimba después de la caseta a Querétaro. Aunque no había pollos; el metal, y la madera se había impregnado con aquella fragancia que golpeaba primero el estómago y después el esófago, para detenerse en la garganta, que trataba de cerrar en cada embate evitando regresar la poca comida que había ingerido en algún lugar que ahora ya parecía lejos. Se había llenado de lejanía y caricias. Dudaba que por fin hubiera tenido el valor de largarse. Tanto tiempo de desidia, tantos años de cacería, y por fin lo había hecho, sabía que no era un logro solitario, y quizá por eso no lo había hecho nunca antes; quizá, si lo hubiera hecho antes, no la habría conocido, y quizá si no la hubiera conocido seguiría ahí. Una de esas paradojas repetitivas donde sabía que era necesaria la irrupción de Lilith en su vida.
            Lilith seguía acariciándole la nuca; entre giros y vueltas lo acariciaba; sabía que intentaba ser reconfortante, a veces no lo era con palabras, pero usualmente trataba de enmendar aquella falta auditiva mediante procesos kinestésicos; también sabía que aquellas enmendaciones terminaban en otros puntos; no siempre, no desde hacía mucho. Sin embargo ahora no los deseaba, no deseaba terminar en aquellas situaciones que por momentos, debía admitirlo, llegaba a extrañar; extrañaba la humedad de sus labios deslizando gemidos; uno tras otro, desgranados en monosílabos placenteros que lo estimulaban al igual que la sensación tibia de sus entrañas, a veces más que las mismas entrañas. Los aromas de sudor y sexo que envolvían los cuerpos y las cobijas, que les llenaban la nariz y los pulmones. Pero no podía seguir más, no podía dejarse llevar por imaginación y evocaciones, no en esos momentos que se sentía asediado por el vómito. Mejor la abrazó, se acomodó en su regazo, en aquellas piernas bien formadas y macizas como ancas de una yegua digna de premios y apretó su rostro contra las ropas de la fémina, que irradiaban el aroma de la caja del camión e irradiaban, también, el aliento cálido de su sexo que no pudo traducir en otra cosa que el vómito acuoso en un costado del camión; la imposibilidad de seguir manteniendo las entrañas dentro, y abandonarse al espasmo constante.
            No había otra cosa más que entregarse, dejar salir todo lo que tuviera necesidad de salir, ya fuera por necesidad o necedad imposible de contrariarla; como si no sólo le salieran el estómago y las tripas, sino también el pasado, un pasado que fuera capaz de llevarse aquel camión que abandonarían pronto, y que sería cargado con más pollos que, en su deseo de abandono, llevarían fragmentos de aquella vida, a los demás, para que cada familia que consumiera un pollo, consumiera también una parte de su historia, y su destino, lo comiera, lo digiriera y al final lo excretara de todas y cada una de las formas posibles, independiente de sus texturas y colores; para que si el destino decidía buscarlo le costara trabajo.
            —¿Estás bien, cariño?
            Él  le sonrió, pese a los rastros de intestinos que le quedaban por ahí o por allá, revueltos con plumas y heces aviares, le mostraba una sonrisa.
            —¡Estás sonriendo! Estás sonriendo de verdad.
            —Siempre sonrío de verdad.
            —No, pero de verdad, de verdad, como en aquella foto.
            Él recordaba perfectamente a qué foto se refería, recordaba el momento, aquel en el que al poco tiempo de conocerse, de vivir juntos, ella espiaba sus estantes llenos de libros y en los que de repente encontró una vieja foto de cuando era niño, donde con asombro le preguntó. ¿Qué era lo que le había pasado? Y él desconcertado, le preguntaba que a qué se refería. Era una foto normal, en colores viejos, donde salía de short y jersey, sentado en una pelota de basquetbol y en la que no recordaba otro detalle de la misma y por lo tanto era incapaz de identificar el extrañamiento de la mujercita.
            —Eras feliz, feliz de verdad —le decía ella, sin dejar de mirar la única foto que conservaba de su infancia y que, ahora, sabía por qué seguía conservando.
            El camión se había detenido; con la sonrisa aún colgada de los labios esperaba que no se tratara de una revisión. Si los encontraban ahí y lograban dejarlos identificarse, fácilmente podrían resultar sospechosos de querer irse de indocumentados hacia el norte pues estaban muy lejos de la dirección que indicaban sus identificaciones. Quizá el destino lo había alcanzado nuevamente. Sin embargo no fue así, el motivo lo supieron cuando la luz artificial entró golpeando las pupilas, el nervio óptico y hasta cerebro, las neuronas, y eso si no lo había dejado también en aquella esquina de tripas y estómago; el conductor les dijo que eso era lo más lejos que podría llevarlos. Estaban en las afueras de Puerto Vallarta. Con la palidez vistiéndole aún el rostro, fue parido entre dos puertas que se cerraron tras de sí, y tomado entre los brazos de sal de una playa y un océano, siguió sonriendo; aquella mueca sincera no se desaparecía, se le había tatuado por minutos en los labios y las comisuras, había terminado de aferrarse a su piel como un percebe que se había contagiado a Lilith, quien lo veía a dos pasos de distancia, y después a uno, y una vez más, a sólo unos centímetros de diferencia entre ojo y ojo, después a milímetros entre labios y labios, y habiendo traspasado con la lengua el cerco de los dientes.
            —Sabes a pollo, cariño.
            —Lo siento.
            —Yo no. Te voy a comer, precioso.
            Y entonces Lilith lo agarró de las manos y se lo llevó nuevamente a los labios, y una vez más lo atrapó con saliva, y lengua, y cuando se le quería escapar lo tomaba entre labios y dientes, con mordidas gentiles que le apretaban los belfos al borde del corte, después los soltaba y, con los propios, les repartía caricias, y nuevamente mordidas y mordiscos; una sonrisa, un exhalación de aliento, y nuevamente una sonrisa, se mordía ella misma los labios y le agarraba con la mano el rostro, con la mano propia, él le agarraba la nuca y la apretaba contra su rostro, y rostro con rostro, se llenaban de pequeñas heridas que se iban hinchando, y les dejaban los labios cada vez más rojos y cada vez más anchos, y él abría los ojos y todo era nublado, se le había nublado la vista a endorfinas y los ojos eran de borrego a medio morir, tal como habían sido tiempo antes, y también él sonreía, no era una sonrisa de felicidad sino de nervio, una sonrisa que se mezclaba con su respiración entrecortada, jadeante que jadeaba compañera los jadeos de Lilith que también sonreía y entonces sabía que ella sabía que le había gustado, tronaba los labios en los labios de ella y alejaba el rostro; entonces sonreía una vez más y con los ojos más abiertos seguía sin poder ver nada, como si todo se hubiera detenido un momento y fluyera lento y cansado, dueño del tiempo del mundo que se arrastraba placentero, alargándose segundos por minutos, alargando parpadeos, y miradas y rubores que les cubrían los rostros y le regresaban a él lentamente la sangre al rostro; y entonces lo sabía, estaba completamente consciente de que había renacido.
            Caminaron por la carretera bañada de luna y perfumada por la luz de farolas que pasaban a pasos, buscando acercarse cada vez más al puerto lleno de centros nocturnos y turistas despistados o gozosos, hasta que poco a poco llegaron a la costa sitiada de bares, y luego a la playa llena de arena y alguna que otra alma fiestera; se sentaron a la orilla de la playa donde dejaron que marea y olas les acariciaran los pies cansados, y les besara la espuma las nalgas y las plantas de los pies descalzados.
—Al rato tenemos que nadar. Soy una sirena.
Y aunque a veces pensaba que era una harpía, en verdad estaba de acuerdo con Lilith en que era una sirena. Mitad pez, mitad mujer, cien por cien una voz hermosa que no necesitaba de letanías, cantos ni alabanzas y que siempre seducía, y que llevaba al que la escuchara directamente al abismo.
—Eres una sirena.
Y ella le sonrió con los ojos y piel iluminados por esa luz de plata. Y miró todo lo que había hecho, y vio que todo era muy bueno, y vino una ola y otra, y aún no era el séptimo día y, por lo tanto, no podían descansar.
Caminaron un poco más. Se encontraron vendedores ambulantes de pulseras y lentes que bebían clandestinamente, detrás de los bares, mezcal de mala calidad con refresco de toronja, y les compartieron experiencias y datos que podrían ser de ayuda so querían dedicarse al comercio informal en aquel lugar lleno de turistas. Pero él tenía otros planes, y sabía que ella los apoyaba. En realidad sólo buscaban una coartada.
Mientras caminaron por la playa y besaban con los callos la arena, observaron cuántos turistas había por los lugares: los suficientes para que el plan funcionara.
            Primero se marchó ella, diciendo que deseaba caminar un rato por la costa. Después se fue él, diciendo que necesitaba encontrar un lugar para ir al baño. En realidad tanto ella como él se fueron juntos a la arena y mientras tenían algún turista en la cercanía fingieron un hurto, él se echó a correr y después ella gritó desamparada, haciendo que se acercaran los incautos, que seguramente la habían visto desde lejos, y corrían a socorrerla.

Lo que pasaba después ya lo tenían previsto, lo habían hecho durante mucho tiempo, y siempre había funcionado, al menos funcionaba si no era algo que repitieran constantemente. Entonces los incautos preguntaban por el estado de Lilith y ella llorando les comunicaba que había sido agredida y robada, les sonreía bonito, les hablaba tierno y si era necesario, en inglés les reforzaba que había sido asaltada.
I don’t know what happened, a guy surprised me, had me point-blank range and took my money and all my things —entonces era el momento del llanto. Lilith sabía que se veía bonita llorando, sabía que cualquier que pudiera verla generaba una necesidad de abrazarla, él se lo había confirmado mucho tiempo atrás para que no le quedara duda. Entonces la abrazaban y se dejaba abrazar. Una variante de lo que había hecho con él cuando llegó a su casa con la intención de quedarse; porque, debía admitirlo, se veía hermosa y desamparada; cualquiera que la mirara era capaz de verse a sí mismo reflejado en ella y fantaseaba con ella.
—Don’t cry, little girl. Here let me give you some money —sabía el diálogo, lo había escuchado cuando estaban en el centro de la ciudad, en aquella época lejana, en aquella otra vida cuando buscaban a turistas en los museos y las iglesias; en el centro histórico o el Palacio de Bellas Artes. A veces no sólo turistas, también algún incauto oriundo y solitario de la urbe—… no te pongas así, amiga. Toma, no es mucho pero algo es algo. Si quieres puedes acompañarme y te invito un café o algo de comer.
—No, thanks, cuttie; I’m scared. I don’t know what to do. I had all my ids in there; I’m scared, i’m fucked scare —entonces ella se abrazaba a sí misma y el ingenuo la abrazaba después.
—¿No quieres algo, quieres ir a la policía?
—¿A esta hora? ¿Ellos que van a hacer? Pinches puercos, la última vez que me asaltaron y fui a pedir ayuda me dijeron que no ayudaban putas —esa era su manera de alejarse del problema en la ciudad, sobre todo cuando estaban en el centro y podían encontrar un  policía relativamente cerca. Por eso es que ahí no gritaba, ahí sólo se ponía a llorar; primero hacía contacto visual y sonreía, le daba entrada a aquel desconocido con aires de donjuán; después se acomodaba el cabello y él sabía que ésa era la señal para fingir el asalto. Entonces se le acercaba, después se iba, y a ella sólo le quedaba la mirada, volteaba a todos lados, y buscaba conseguir que la presa la viera de nuevo. Ahí empezaba el juego. Pero eso era en la ciudad, en aquella otra vida. En esta nueva era diferente. Aquí podía darse el lujo de gritar, de cambiar su modus operandi un poco y volver extorsión más que hurto.
—Don’t cry, Honey
Y mientras era abrazada por el incauto, lo volteaba a ver, le sonreía con aquella risilla malévola y gritaba.
—Help! Helpme, please!
Sin deberla ni temerla, el turista quedaba congelado, como si no hubiera nada más que hacer que permanecer estático ante la sorpresa, ante aquel balde de agua fría que se congelaba dejándolo a merced de la indefensa Lilith. Entonces llegaba él. Corriendo.
—¿Qué pasa? ¿Estás bien amiga?
—Por favor, ayúdame. Este wey me quiere robar.
—What the fuck!
—You want to rob me.
—No te quieras pasar de lanza, amigo. ¡Policía!
—That’s not true.
Entonces llegaba alguien más, algún transeúnte, que mendigaba estrellas por la costa a esas horas, veía la bolita, la confusión, y era llamado por Lilith o por él. El turista permanecía inmóvil, quizá viéndose desde fuera, quizá creyendo que lo que le sucedía no podía estarle sucediendo. Al menos es lo que él pensaba que pasaría en su cabeza si estuviera en aquella situación. Pensaba que no podía hacer nada más que esperar el desenlace, que echarse a correr representaría en automático asumir la culpa del delito no cometido. Sentía pena y lástima, quizá hasta cierto punto culpa.
—¿Qué pasó, está todo bien? —preguntaba el  nuevo cómplice que no sabía de su complicidad.
—Aquí la amiga dice que el güerito este quería robarla.
—Are you crazy, people? What’s going on here?
—These guys says that you want to robe her.
—That’s a fucking lie. I tried to help her. She was robbed, and was crying.
—Dice que no es cierto, que él trataba de ayudarla.
—That’s not true. He held me and told me that give him all my money.
—I just hugged you.
—Qué desmadre. ¿Qué dice el gringo?
—Dice que no estaba haciendo nada, que sólo la abrazaba.
—Yeah, just a hug.
Entonces el gringo hacía el ademán del abrazo, y entre el desconcierto y la confusión él abría la boca nuevamente para sugerir al nuevo cómplice que fuera por un policía mientras él se quedaba cuidando que no se fuera. Entonces el nuevo conocido se marchaba. Lilith volvía a cambiar el tono, un tanto picaresco un tanto seductor y hablaba con el desconcertado.
Sorry, honey. Here’s the deal. Either you give us all the money, and you can go, or you'll have no time to run. No time to think...

            Entonces ellos también tenían que correr, irse pronto y lejos, quizá regresar con los vendedores, quizá también despedirse nuevamente y después ponerse a contar los dólares mezclados con los billetes nacionales, una especie de arcoíris en papel donde predominaba el verde. 

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Inapetencia y ayuno

Otra vez me me regresó el sueño
la inapetencia
los ayunos constantes
con base en humo y agua

 Padezco una enfermedad mortal
que no es contagiosa
pero te lleva a la soledad
se llama escritura
la padezco y la disfruto

 Me consume
me mata poco a poco
y a la vez es la que me tiene vivo
no sé durante cuánto tiempo

Sin hambre
sin sueños
sin ganas

y en cada letra que escribo
si se pone atención
puede leerse:
me muero

no quiero más
no tengo más
no hay nada más

Fin del comunicado

Sombras

Necesito conseguirme una novia antes de que termine matándome. Esa perra sombra que me persigue y que de noche se vuelve tan grande como la calle por la que ande o hasta donde me alcance la vista; el detalle está en que a veces yo la llamo, le susurro canciones de cuna y le recito poemas, cuando no me alcanza termino esperándola, le he agarrado gusto a sentir su aliento en el oído, su mano fría, sus abrazos cansados. Necesito conseguir alguien que me contenga; no es que la quiera, es que la necesito. Debo quitarme esa falta de alegría por la vida, que pese a todo disfruto (lo sé, soy contradictorio). Antes, hace algún tiempo, en lo que se podía llamar otra vida, las cosas no eran así. Yo no era así. Ahora, esa otra vida parece más un sueño bonito, pero un sueño al fin. Se lo ha ido tragando poco a poco la oscuridad. Como si toda la luz que irradiaba, toda la alegría que transmitía, se fuera apagando; y no es que se apagara, sé que la sigo teniendo y que la sigo irradiando (produzco tranquilidad en las personas que están cerca) pero esa oscuridad, esa gran sombra la traga, la traga y la devora, y crece, crece con mis momentos de felicidad de los que se alimenta después, crece con mis momentos de luz de los que se sigue alimentando, no estoy deprimido, tengo metas a futuro, disfruto lo que hago, tengo amigos; pero no puedo dejar de darle de comer, porque tampoco puedo dejarme caer, si me caigo me devorará a mí, lo sé. Estoy yendo en espiral, en un vórtice hacia el abismo. Un profundo abismo del que no puedo más que dilatar. Prolongar el tiempo para que caiga enterito. Sé que algún día me comerá, me tragará completo y no dejará más que los huesos y la piel. No puedo escapar de él, me salió de una herida de mi propio cuerpo, de mi propia alma. Salió desde dentro, ¿cómo puedo liberarme de esa oscuridad que soy yo mismo? Es como el mito de la cicatriz hecha con odio que no dejará de sangrar nunca, al menos hasta que sea vengada. Estoy herido, aquellas sombras brotan de mis heridas y no sé cómo alguien podrá vengarlas, seguiré sangrando sombras que amenazan con matarme: devorarme. O terminar desombrado, hasta que mis venas queden vacías... Necesito conseguirme una novia antes de que termine (de una u otra manera) matándome yo solito.

martes, 16 de septiembre de 2014

Ahora lo recuerdo todo. Yo nunca fui otra cosa más que borracho. Trabajaba en un bar durante tres días (era muy bueno vendiendo tragos, y consiguiendo ser invitado. Por eso el jefe nunca me corrió pese a que no se podía beber en el trabajo y pese a que él sabía que a mí no me importaba) para sacar dinero y pagarme más tragos, y también un baño cada dos días. Vivía en la calle, rentaba un locker en algún centro comercial cercano y metía la poca ropa que poseía.

     Ahora lo recuerdo todo; yo nunca fui otra cosa más que borracho. Me inventé una vida que creí tener durante años, y recordé que no era cierta hace un par de semanas; lo recordé en el momento que tuve que dejar de tomar. Lo que no logro hacer memoria es... bueno alguien más lo digo mejor antes que yo: "No me acuerdo si mi esposa me dejó porque empecé a tomar, o empecé a tomar porque mi esposa me dejó". Claro que yo no quería ir a morir a las vegas, yo no tenía nada pensado para mi futuro, sólo seguir bebiendo.

     Ahora lo recuerdo todo: yo nunca fui otra cosa más que borracho. Yo nací en la calle y sin familia, nací sin casa, pero no lo digo para que me tengan lástima, es una mera descripción. Nací sin casa y sin familia, nací de la calle (como todos los homeless, incluso los que se inventan la vida de salir del reclusorio y aun aquellos que te dan un consejo "padre de familia; quiere y cuida mucho a tus hijos, porque en la calle... bla bla bla), en algún parque y con la botella en mis manos. A veces recuerdo haber nacido con ropa y zapatos, otras veces sólo la ropa, unas pocas, sin nada. Entonces me volvía a dormir porque quería nacer de nuevo y nacía otra vez con ropa, o al menos con una cobija encima y dinero en la mano.

     Ahora lo recuerdo todo, yo nunca fui otra cosa más que borracho y ella no existió nunca, y yo nunca viví con ella, y yo nunca tuve una familia y una casa, con ella. Y yo nunca he estado sobrio por más de estas dos semanas. Yo nunca tuve una sonrisa en la cara, ni sentí un beso gentil de buenas noches. Yo me inventé esas cosas porque las veía en los parques, y con algunos comensales, y en las películas.

     Ahora lo recuerdo todo... yo nunca fui otra cosa más que borracho... y nunca ame otra cosa más que una botella.

Consecuencias

Esto es lo que pasa cuando lo dejan a uno a cargo de sí mismo:

Se compra pendejadas
Se empeda con las pendejadas que compró (se empeda ligeramente)
Se pone pedo nivel: dos rayitas antes de "hasta su madre"
Se queda dormido en el trole (por la peda)
Es despertado por el operador para cambiar de trole
Desciende y se abraza de un árbol
Vomita
Vomita
Sigue vomitando mientras maldice no haber calculado el momento de detener la peda
Cruza la avenida (se pasó en el trole, debe regresar)
Esquiva carros
Llega al otro lado de la avenida.
Muere en una jardinera
Vomita
Vuelve a vomitar
Sigue vomitando
Piensa que aún falta mucho para el amanecer
Trata de ponerse en pie
Piensa que ya valió verga, por más que intenta no puede hacer otra cosa que vomitar
Vomita más
Se mueve un poco
Vomita nuevamente
Maldice su suerte porque odia vomitar
Trata de levantarse para tomar el transporte público
Vomita
Piensa que ya valió verga y que dormirá en la calle, en un jardinera
Es despertado por dos weyes súper buena onda
Recupera poco a poco el control de sí mismo
Sube al trole con los dos weyes
Los dos weyes lo acompañan al oxxo
Los dos weyes le piden 20 pesos para irse
Los dos weyes le ofrecen su número de teléfono por drogas
Toma café
Platica con los dos weyes
Se van
Camina a su casa
Piensa en su suerte
Sabe que tiene una nueva experiencia que contar.
Piensa que esto no hubiera pasado si no lo hubieran dejado a cargo de sí mismo, en sus propias manos...

lunes, 15 de septiembre de 2014

Naturaleza humana

Tiene más mérito ético el borracho que consciente de su alcoholismo puede pasar frente a una vinatería, y no sucumbir a la comezón en sus dedos que lo invitan a sacar su cartera para comprar todo lo que pueda, para beberse hasta las estrellas, que aquél que nunca ha tomado y pasa frente a una vinatería persignándose porque los demás le han dicho que es malo; sin embargo tiene más mérito social ese último que nunca ha bajado al infierno y salido, aquel que nunca ha probado una gota de la divina bebida... tiene más mérito para los ojos mojigatos el abstemio de la manada. Lo mismo pasa con el fiel y el infiel; pesa más el pasado de aquel que iba de morra en morra y dejó de hacerlo por propia convicción que el que nunca lo ha hecho y, de todas maneras, seguramente el segundo lo hará algún día (si no es que ya lo hacía y sólo jugaba a engañar, a mentir, a no decir nada); mientras que el otro, estigmatizado por aquellas acciones, quizá no vuelva a hacerlo, pues ha sido una decisión consciente: "Todo santo tiene un pasado y todo pecador un futuro"...

domingo, 14 de septiembre de 2014

No se dice lo que no hay

Y hace frío
y tengo sueño
y hay un gato que me vigila
(y se va)

y me llegan los mensajes
de mis amigos
para decirme que no me verán
ni hoy
ni mañana

Y hay tequila
(aunque no me gusta mucho el tequila)
y hay cigarros
y una sala limpia

y hay música
nunca deja de haber música
y una luz encendida
que me recibe a las cinco de la mañana

hay un refri
con la comida olvidada
algunos platos con hongos
y una nueva planta
(a la que espero no se me olvide echarle agua)
porque se murieron las demás

hay una pila de trastes
que algún día lavaré
hay polvo
y sudor rancio en unas cobijas
que están apartadas de mi cama

hay cenizas en algunos rincones
y cabellos perdidos que suelen aparecer
hay pilas de ropa
que no son mías
y que no puedo tirar

hay una ventana
y más tequila
y un calendario
que marca el paso
de dos años

y hay polvo
mucho polvo
y silencio
muchos silencios.

martes, 9 de septiembre de 2014

El inicio del fin

Hace rato vi un estado que me hizo recordar algo. Hace dos años comenzó esa etapa que bauticé como "el principio del fin". En ese momento, y durante un largo tiempo, creí que realmente era una de esas situaciones de vida que no sobreviviría. Ahora me burlo y escribo poemas ácidos donde digo que la ventana me seduce. En ese momento no era burla, la ventana me seducía, y después de ella me seducía el piso. Aparecieron personas importantes que, por alguna extraña razón, sin decirme nada me salvaron la vida. También desaparecieron personas que en ese momento creí importantes en mi vida. Estoy consciente de que no estoy bien, estoy consciente de que quizá nunca supere eso realmente, y de que quizá lo que siga haciendo es aprender a fingir una sonrisa que los demás la tomen como verdadera, al igual que a seguir contestando: ¿y a ti, cómo te ha ido?, después de que me pregunten cómo estoy, para no hablar de mí y mejor dejar a los demás hablar de ellos.

Retomo: No estoy bien, y estoy consciente de que quizá nunca lo esté de nuevo, y también no me importa. Estoy en pie y eso es lo importante, no estoy entero, me faltan cacho de un lado y de otro, y me he desmoronado en varios pedazos tanto físicos como espirituales y morales; pero, insisto, sigo de pie. Pese a las personas que ya no están y que han sido importantes en mi vida y que incluso me ayudaron a novelar una parte de mi vida. No sé lo que me depare el porvenir, pero gracias a todo eso, aprendí que sigo adelante, aun cuando use muletas etílicas por momentos, seguir trabajando para lograr lo que me he propuesto, y seguir siendo mejor, agradecido con las personas que poco a poco se han colado en mi vida y se han vuelto verdaderos miembros de mi familia; aquella bola de extraños que se preocupan por mí aun cuando les digo que dejen de hacerlo (en serio, saben que los quiero, pero si no los busco ni me reúno con ustedes es porque así aprendí a ser desde chiquito,y de verdad disfruto mi soledad). Básicamente han sido unas por otras, y así como están ahorita, sé que (muy probablemente) en un tiempo ya no lo estarán; no sé por qué no se acostumbran.

Hoy, hace dos años, venía de pedir cosas para irme de camping; hoy, hace dos años, recibió mi madre la llamada de que alguien se había accidentado; hoy, hace dos años, viajé con mis abuelos, mi primo, su madre y la mía, a León; hoy, hace dos años, empezó ese inicio del fin. Conocí más de la condición humana y descubrí que los ciegos también pueden llorar... la hipocresía, y la desconfianza con la que me fui encontrando durante las semanas siguientes; la falta de palabra, la falta de interés en los otros, el hablar sin conocer de razón o circunstancia; el apoyo por partes o intereses... y nuevamente el apoyo incondicional por parte de desconocidos.

Soledad y compañía; como aquella a la que estaba acostumbrada mi tío. Dentro de algo así como diez días será su aniversario luctuoso. Y donde estés, te quiero y te extraño tío Oscar.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Canción de cuna para un niño que teme despertar.

Un arrullo a distancia, de esos que se cuelan en el oído y la piel, y te llegan a la espalda y la sonrisa. Un arrullo chiquito, un susurro cálido, un siseo dulce, surcándote el aliento y los labios. Un suave silencio, que te arrulle los ojos, y te adormezca el pecho, y te saque suspiros, que te rellene el sueño de palabras, y recuerdos bonitos. Un arrullo chiquito que te explote en las manos, zigzagueando de un ojo a otro, de una oreja a la otra, un susurro surcándote el arrullo y el pecho, como cuando eras niña y yo un niño que compartió infancias tardías contigo. Como cuando te podía abrazar en una noche sin cobijas y sin máscaras. Un arrullo genuino, como tus enojos genuinos y tu pinche genio, que al final no también era un arrullo, una canción de cuna, un sutil sentimiento de protección y acercamiento, y de tenerte en mis brazos y de retenerte en abrazos y dejarte dormida y dormirme contigo, y mirarte y seguir susurrando en tus sueños y al oído, y pasarte los dedos por el cabello, y seguir susurrando, y soñándote. Vivir en el arrullo y seguirte arrullando, shhhh shhhh shhhh, un beso en la frente, un beso en los labios, shhhh shhhh shhhhh... seguir en susurros

domingo, 7 de septiembre de 2014

Notas de Lilith



Aun hoy la recordaba. No era ese hoy cualquiera de la eterna procastrinación que sonaba a algún mañana. Era más como ese hoy constante e incambiable, que dejaba de ser durante una fracción de segundos cada día a las cero horas del siguiente. Era ese hoy perpetuo del recuerdo constante hacia Lilith, ese hoy que habitaba con ella y donde ella no dejaba de estar aunque fuera en la cabeza. Por alguna extraña razón estaba más que cuando la tenía a su lado, era imposible quitárselade encima, la traía adherida a las neuronas como si fuera una grande y gorda sanguijuela, y él no tenía el cigarro con el cual quemarla y, si lo tenía, era incapaz de distinguir dónde debía de meterse el pitillo encendido para darle alcance, entonces Lilith le succionaba ideas y recuerdos, e incluso los más impúdicos pensamientos en los que no habitara ella, y sólo ella, y a veces también un poco de él, pero casi siempre era ella. Si bien el evangelio de Santo Tomás, decía: "levanta una piedra y ahí estaré", para referirse a Dios, Lilith se había vuelto su dios personal; una especie de estado meditativo con base en la repetición del mantra Lilithesco. Lilith estaba bajo las piedras y las sábanas, y el colchón, y el sol, la luna, las estrellas, el excremento que pisaba en la calle por andar despistado, y al que maldecía diciendo: Pinche Lilith. Lilith también estaba bajo las puestas de sol y los arreboles matutinos y vespertinos, su día amanecía con el ocaso y terminaba con el amanecer en el que estaba Lilith debajo; se reunían dos al estar en el espejo y Lilith estaba ahí, en medio de los dos que eran él mismo y bajo el reflejo... y no dejaba de estar en todos lados, menos bajo su mano.