Como a nostalgias
a provincia
a una realidad inerte donde la siguiente avenida
o detrás de las casas se encontrara el mar
a almendros
nocturna fragancia
y sal
de una piel
de costa
a sol cansado de quemar
arena
Olía al pútrido olor del ron
del sexo
En los lugares comunes
de la ciudad
de la literatura
que habían plagado las últimas generaciones
de los que escriben
habían marchitado las estrellas
a base de letras
emputecido los labios
a versos
y rellenado la luna
con ajos y cebollas
de un lenguaje coloquial
sacralizado por repetición
alcancía a tope
de pagares
a una musa que nunca llega
que no fía
a recuerdos etílicos
a promesas con cuatro punto 8 grados de alcohol
y el olor a pantano
de melancolía
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