sábado, 19 de julio de 2014

Capítulo 1 (fragmento) de la nueva novela en la que ando trabajando

Cuando se despertó se dio cuenta que el destino lo había alcanzado. Durante mucho tiempo se despreocupó de él, se quitó las máscaras y los disfraces creyendo que lo había perdido; que en aquellas olas y arreboles había lavado su karma. Que se había hecho sal y disuelto en  el océano. Ahora sabía que no era cierto. Lo había sabido desde el momento en que el sol entró en su bungaló entre arena y susurros de un mar que le hablaba quedito, contándole que estaba solo, preparándolo para que al despertar no le cayera de sorpresa. Así fue que, al vaciar su mirada por toda la casa, notó que ni la ropa de Lilith ni el resto de sus cosas estaban. Se preguntó si habían estado siquiera la noche anterior. Había llegado directamente a su cuarto; había discutido con ella. Quizá lo supo en ese momento pero no le importó, o no quiso tomarle importancia, quizá en verdad no lo había notado. Lilith le había pedido que confiara, que podía ir a aquella fiesta en la playa llena de hippies y no pasaría nada. Quizá se metería un ácido, o probaría un poco de marihuana, pero todo estaría bien. Quería hacer esas cosas sin él a su lado para demostrarle que era capaz de ser responsable de sí misma, o al menos es lo que ella le decía; sintió que estaba leyendo el Paraíso perdido, pero sin serpiente, y por lo mismo sin un destino tan funesto como aquél. Pese a ello la sensación no era del todo agradable, sin embargo creyó que después de dos años podía confiar plenamente en aquella mujercita de piel blanca ligeramente cocida por sal y sol, y ojos coloreados por un niño travieso; sobre todo porque en el lugar había extranjeras mucho más guapas que Lilith, haciéndola un pez chico en el mar, un atún dentro de un cardumen de atunes que se le parecían y, sobre todo, la superaban en belleza y, seguramente, actitud. Además el conglomerado de hippies que llegaba por medio de aventones a Sayulita para practicar surf; no buscaban más que relaciones de una noche, y Lilith siempre había mencionado su desdén a ese tipo de relaciones chicle: masca un rato y después escupe. Así que nada podría salir mal, o al menos no peor de lo que estaban las cosas. Y realmente no estaban tan mal. Lilith se la pasaba en las tardes mirando el sol ocultarse en el horizonte mientras coloreaba agua y nubes, y todavía un rato más, mientras luna y estrellas se miraban vanidosas en el gran espejo. Después llegaba al bungaló donde la cena estaba preparada. Ella era la que socializaba un poco con todos los turistas, la mayoría traía sus propias drogas, sin embargo la fiesta siempre era demasiada para poder conservarlas durante mucho tiempo (y a veces él entraba a las tiendas de campaña cuando estaban distraídos para robarles sus reservas de estupefacientes); ahí entraba ella, negociando con sus nuevos amigos algo de marihuana, un gramo, o algo de LSD. A veces, cuando estaban de suerte, el distribuidor les llegaba a mandar hongos, y esos los costeaban más alto pues eran mercancía preciada y socorrida por el rebaño de surfistas que no buscaban el atasque, sino algo que los hiciera sentirse un poco más en comunión con el ambiente de sol y playa, entre tambores bailes y malabar.

Así es como habían logrado sobrevivir durante dos o tres meses, el tiempo no les interesaba realmente, al menos no a él; y lo habían logrado bastante bien, pese a que el lugar era una zona completamente turística, y sólo se llenaba de gente cuando era temporada vacacional. Pero en los lugares aledaños a Sayulita, como San Francisco y Punta de Mita, siempre había algún renegado a la desintoxicación que buscaba un poco de alivio a la ansiedad, al delirium tremens, o quizá el equivalente a la despedida de solteros para dejar sus vicios con el tratamiento de ibogaína; y aunque no eran los únicos capaces de conseguir estupefacientes, eran los más socorridos; habían entrado directamente por un contacto que Lilith hizo en la prepa y con el cual no perdía comunicación, que se había cansado de vivir ahí pero no quería dejar el negocio por las ganancias que producían los gringos que llegaban a festejar en la Riviera.



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