Cuando se despertó se dio cuenta que el destino lo había
alcanzado. Durante mucho tiempo se despreocupó de él, se quitó las máscaras y
los disfraces creyendo que lo había perdido; que en aquellas olas y arreboles
había lavado su karma. Que se había hecho sal y disuelto en el océano. Ahora sabía que no era cierto. Lo
había sabido desde el momento en que el sol entró en su bungaló entre arena y
susurros de un mar que le hablaba quedito, contándole que estaba solo,
preparándolo para que al despertar no le cayera de sorpresa. Así fue que, al
vaciar su mirada por toda la casa, notó que ni la ropa de Lilith ni el resto de
sus cosas estaban. Se preguntó si habían estado siquiera la noche anterior.
Había llegado directamente a su cuarto; había discutido con ella. Quizá lo supo
en ese momento pero no le importó, o no quiso tomarle importancia, quizá en
verdad no lo había notado. Lilith le había pedido que confiara, que podía ir a
aquella fiesta en la playa llena de hippies y no pasaría nada. Quizá se metería
un ácido, o probaría un poco de marihuana, pero todo estaría bien. Quería hacer
esas cosas sin él a su lado para demostrarle que era capaz de ser responsable
de sí misma, o al menos es lo que ella le decía; sintió que estaba leyendo el Paraíso perdido, pero sin serpiente, y
por lo mismo sin un destino tan funesto como aquél. Pese a ello la sensación no
era del todo agradable, sin embargo creyó que después de dos años podía confiar
plenamente en aquella mujercita de piel blanca ligeramente cocida por sal y sol,
y ojos coloreados por un niño travieso; sobre todo porque en el lugar había extranjeras
mucho más guapas que Lilith, haciéndola un pez chico en el mar, un atún dentro
de un cardumen de atunes que se le parecían y, sobre todo, la superaban en
belleza y, seguramente, actitud. Además el conglomerado de hippies que llegaba por medio de aventones a Sayulita para practicar surf; no buscaban más que
relaciones de una noche, y Lilith siempre había mencionado su desdén a ese tipo
de relaciones chicle: masca un rato y después escupe. Así que nada podría salir
mal, o al menos no peor de lo que estaban las cosas. Y realmente no estaban tan
mal. Lilith se la pasaba en las tardes mirando el sol ocultarse en el horizonte
mientras coloreaba agua y nubes, y todavía un rato más, mientras luna y estrellas
se miraban vanidosas en el gran espejo. Después llegaba al bungaló donde la
cena estaba preparada. Ella era la que socializaba un poco con todos los
turistas, la mayoría traía sus propias drogas, sin embargo la fiesta siempre
era demasiada para poder conservarlas durante mucho tiempo (y a veces él
entraba a las tiendas de campaña cuando estaban distraídos para robarles sus reservas
de estupefacientes); ahí entraba ella, negociando con sus nuevos amigos algo de marihuana, un gramo, o
algo de LSD. A veces, cuando estaban de suerte, el distribuidor les llegaba a
mandar hongos, y esos los costeaban más alto pues eran mercancía preciada y
socorrida por el rebaño de surfistas que no buscaban el atasque, sino algo que
los hiciera sentirse un poco más en comunión con el ambiente de sol y playa,
entre tambores bailes y malabar.
Así es como habían logrado
sobrevivir durante dos o tres meses, el tiempo no les interesaba realmente, al
menos no a él; y lo habían logrado bastante bien, pese a que el lugar era una
zona completamente turística, y sólo se llenaba de gente cuando era temporada
vacacional. Pero en los lugares aledaños a Sayulita, como San Francisco y Punta
de Mita, siempre había algún renegado a la desintoxicación que buscaba un poco
de alivio a la ansiedad, al delirium
tremens, o quizá el equivalente a la despedida de solteros para dejar sus
vicios con el tratamiento de ibogaína; y aunque no eran los únicos capaces de
conseguir estupefacientes, eran los más socorridos; habían entrado directamente
por un contacto que Lilith hizo en la prepa y con el cual no perdía
comunicación, que se había cansado de vivir ahí pero no quería dejar el negocio
por las ganancias que producían los gringos que llegaban a festejar en la Riviera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario