jueves, 23 de abril de 2009

Sandra y Érica parte 6

Estaba hecho, no había marcha atrás, ninguna quería dar marcha atrás; Sandra sabía que era la primera vez de Érica, así que lo hizo especial, no había electricidad y no la quería, desconectó todo, apagó el interruptor de la luz, fue al cuarto de su madre y tomó el fonógrafo con manivela de su abuela, colocó un disco de acetato con suave música clásica y velas en cada lugar que pudo. La música, la iluminación, la noche lluviosa, todo era perfecto.

Las dos amantes seguían con la misma ropa, todo casual, jeans, playeras, etc., la mayor llevaba el cabello amarrado (aunque no por mucho), se deshizo de la liga, y con un movimiento lateral de la cabeza desacomodó su cabello castaño ligeramente ondulado, parte de este le cubría la cara, pero combinado con su mirada sensual, lasciva, se volvía más deseable. Sus ojos cazaban, veían a la joven como una presa; la otra estaba confundida, no sabía qué hacer. La cazadora dijo todo: “No hagas nada, déjate llevar que yo haré el resto”. Ese fue todo el lenguaje polisílabo que hubo durante la velada, no hubo necesidad de más, sencillamente, ambas se conocían. Ahora estaban en interiores, la ropa se la habían quitado entre juegos sensuales, miradas furtivas, muecas inocentes y alevosas. La mayor con un sujetador negro, sencillo pero excitante, la menor con uno rosa, bordado y con un moñito en medio; Sandra con unos ajustados bóxers del mismo color que su bassier, sus nalgas resaltaban más con la ajustada prenda haciendo un buen contraste junto a su tono de piel; Érica tenía una sensual tanga de juego con su bra, sus labios estaban tan inflamados que la diminuta prenda no alcanzaba a cubrirlos. Menos escondía el pubis que se transparentaba hasta cierto punto, pero su tía no se quedaba atrás, a pesar de la poca iluminación se distinguía una mancha más oscura del color normal alrededor de la hendidura que indicaba la exacta posición de su vagina. La tía se acercó a la sobrina, la tendió en la cama y comenzó a besarla de la forma más tierna que pudo, las dos lenguas jugaban acariciándose entre sí, los labios se succionaban y se daban dulces mordiscos; los de la joven temblaban sutilmente por la ansiedad y el deseo; pero su boca era liberada.

Ahora húmedos ósculos recorren su cuello, le excita sentir la dureza de los dientes presionando ciertos puntos, su boca no se contiene, deja exhalar trozos de su éxtasis en difuminados “aahh”, su nivel de excitocina fácilmente puede ser medido por la curvatura que adquiere su espalda, lo denso de sus pies, o la violencia con la que se mueve su pecho al respirar. Sandra cuidadosamente sujeta los tirantes rosas haciéndolos descender entre los brazos de la que sentía su hermana, es cierto, la prenda aún sigue sujeta el tronco, pero los pequeños volcanes de piel ahora son presa de la gravedad; el sonrosado paraíso hizo que la húmeda mancha en la negra lencería aumente su tamaño. Lentamente la mayor despoja los restos de piel sintética de la otra. La piel de Érica adquiere un tono amarillento por la luz de las velas; la lengua de la tía viaja por todo el cuerpo de su sobrina, recorre los pezones, y las curvas de su cuerpo, mordisqueado las zonas en las que el paso de la lengua le avisa de una especial sensibilidad; empieza en las orejas, y baja poco a poco hasta llegar al ombligo con caricias más sutiles, o violentas, el punto exacto para que no le produzca cosquillas.

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