martes, 29 de agosto de 2017

veintinueve de agosto

Vaya extraño día. Me vienes de pronto a la cabeza sin razón del todo aparente. Luego en mis recuerdos de Facebook aparecen comentarios sobre la novela, es un buen comentario, quizá debería imprimirlo y tenerlo enmarcado para los momentos en que dude de mí. Corro a buscar el comentario original, para hablar con la persona en cuestión, y no lo encuentro en mi correo: debe estar en el Messenger, voy pasando hasta las conversaciones del 2015, y lo hallo. Me pone a pensar en la novela, en recordarla. Me pongo a pensar en mi incapacidad de enamorarme, que ha sido la constante últimamente; las historias de mis novelas, el denominador común del protagonista masculino en todas, es un tipo abatido, no está amargado, pero en general siempre coquetea con la idea del suicidio. Creo que eso dice más de mí que cualquier cosa que sea capaz de decir conscientemente.

      Ahora veo las fotos que tengo de mí, y me doy cuenta que sólo sonrío en ellas cuando estoy con algún amigo y hay alcohol de por medio. Pero ya es una felicidad que viene con factura: los blackout, el malestar ligero en el estómago, la tristeza a modo de resaca. Justamente ayer pensaba en una escena donde un niño le preguntaba a mi personaje por qué estaba triste; él no lo sabe. Ha consumido tanto de una droga que lo hace dormir y ser dueño pleno de sus sueños, que le ha comido la memoria, al punto que tiene que contarse sueños y escribirlos antes de que se le olviden, a modo de recuerdos. Bueno, pues no es algo que esté tan alejado de la realidad: "la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla". Sin embargo, y como lo dije atrás, mi memoria ya ha dejado de ser la misma. Entre lo que pasó y la forma en que escribí lo que pasó, bueno, soy las historias que me he contado de mí mismo.

     Así que al ver el mensaje de quien me había felicitado por mi novela, encontré que el usuario se había dado de baja. Si se van uniendo los hilos de lo que he escrito, podría ser evidente que hice algo: tenía años sin ver nuestras conversaciones en face. Dije que ya lo había superado, aún así me vino el temblor en la manos, el sudor frío, y el malestar en el estómago, seguramente era la cruda, porque también tenía la tristeza trepada.

     Hace una semana un amigo me preguntó qué se sentía estar enamorado. Le expliqué a mi forma y tuve que caer en  cuenta de lo mismo de siempre. Hay un antes y un después de aquella época. La verdad es que tampoco la recuerdo muy bien. Y bueno, ahí estoy en el messenger, viendo las últimas conversaciones, fotos. Cuando sonreía de verdad sin necesidad de "fiesta". Aquel amigo terminó diciéndome que ojalá algún día sepa lo que es estar enamorado. Tiene treinta años igual que yo y nunca ha tenido una relación con nadie. Entro a la conversación y puedo encontrar la voz que creía olvidada. En tus palabras, todavía puedo escucharte. No me duele el recuerdo o tú, o tu falta. Sólo el hecho de no volver a amar así, no volver a estar enamorado así. De ni siquiera poderlo chillar. El ir viendo cómo poco a poco me convertí en algo diferente. En cómo desde hace casi dos años, ya no les escribo poemas a las chicas que quiero enamorar, en cómo he dejado de hacer regalos con mis manos, cocinarles

     De nuevo el cliché: extraño la época cuando era feliz y no lo sabía.

     Cuidado, le dije a mi amigo, la felicidad que tienes al estar enamorado, tiende a ser directamente proporcional a la tristeza que queda tras la partida.

     Llevo horas haciendo este texto, escribiendo lo que pasa, lo que pienso, y lo que dejo un rato para ponerlo después. Cada vez me siento más confundido. A veces siento que no siento nada. Otras, que me gustaría sentir, algunas más, que está bueno no sentir. Al final siempre termino extrañando. Extraño una profesora que me enviaba videos diciéndome que me amaba con su voz grave. Extraño a una cuentacuentos a la que nunca besé, pero me acurrucaba bien con ella. Y me pongo a pensar que a lo mejor no son ellas a las que extraño, sino el afecto que lograba sentir con ellas. Extraño el afecto que ya no sé sentir, no con el que me autoconvenzo, el de las pláticas de madrugada que ahorita ya sólo son oraciones reescritas. Después me confundo más, me pongo a leer más de las conversaciones de hace casi cinco años, y vaya que cursi y dramático sí era, je. Pero era honesto. Lo sé porque mientras lo hago, algo dentro de mí sí duele, no sé qué sea ni por qué, pero el llevaba sin llorar años, bueno, cambió... minutos apenas. Y entonces no sé nada. ¿Extraño mi vida de esos momentos, te extraño a ti, extraño al yo de ese momento? Quizá lo más sensato es decir que no se puede separar nada de eso. Todo viene siendo uno expresado con diferentes palabras.

     Quizá sólo extraño sentir. Sentir de verdad

     Luego me pongo a pensar, que quizá estaba completamente errado, y que quizá fue sólo una asociación inconsciente por ser este día. 26, ¿no?

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