domingo, 1 de octubre de 2017

Prefacio a los multiversos (o: si sí te hacía más caso del que crees)

Creías que no te ponía atención. Que no eras importante. Pero los dulces que más te gustaban entonces eran los bombones cubiertos de chocolate; y que eres incapaz de controlarte como quisieras cuando algo te apasiona y terminas diciendo las cosas de una u otra manera. Que nunca te mostraste vanidosa, pero era realmente importante para ti sentirte bonita (aunque te hicieras un hoyo en la frente estornudando). Y cómo se te frunce el entrecejo con el sol y no puedes evitar verte frentona, y sonreír casi siempre mostrando los dientes, y no en esa sonrisa tímida solo de labios. O la forma en que te apropian del mundo cuando te sientas, declarando que el lugar es tuyo sin más. Y la forma cuando lloras dónde los ojos en lugar de verdes parecen grises, y cómo se te hinchan los párpados si alguien te hace reír después de llorar. Y que tu color favorito es el verde, y la crema de apio y las chimichangas y las babuchas. Y que tuviste una muñeca que encontraste en Chiapas cuando fuiste de viaje con el CEDART. Y que te molestaba que recontara el dinero después de que tú ya lo habías contado. Sé que muchas veces lo que más te molestaba de Jimena no era Jimena sino la forma en la que me trataba y que no te dejara a ti hacerlo. Y que las fábulas pánicas y Esperando a Godot eran de los libros que más te habían gustado. Y que aunque tienes un corazón de oro, también eres vengativa y rencorosa y ventajosa, y fuerte (siempre fuerte). Que luchas y sigues luchando para seguir adelante. Sé que había noches en las que te quedabas despierta llorando por algo que había hecho o esperabas que hiciera y no había hecho. Y que el verme enojado te ponía feliz porque tú eras quien solía enojarse. Pero fueron más las noches que me quedaba despierto cuidándote el sueño, y acariciándote el cabello, con cuidado, para no lastimarte al jalarlo, porque había que jalarlo todo, hasta el final y acomodártelo detrás de la oreja. Y que odias sentir que estás sola, que nadie te apoya, porque siempre eres tan fuerte que sigues adelante, pero te gusta que te apoyen (ah, sí, y que te dan miedos los aliens) y que se den cuenta de que tienes buenas ideas. Y que si te vas, de alguna forma, vayan detrás de ti y no dejen que te vayas.

Piensas que no lo sé. Que nunca puse atención a esas cosas, pero lo hacía. 

Te conozco más de lo que tú crees, quizá más de lo que te conoce alguien más, si hasta tus personalidades disociadas me llegaron a querer y a odiar. Y me saludaba una por ahí con el movimiento de tu nariz como conejo; y que el tocarte las bubis hacía que te diera risa. Y lo mucho que quieres a Lalo y a Ricky, y a tu tía Paty y tus primas. Y que querías que tu padre se diera cuenta de lo mucho que vales, y que te valorara por lo que eres y lo que has logrado. Sé que creías en el secreto y que conseguiste el mismo reloj verde de pulsera que habías visualizado unos años atrás. Sé que por las mañanas se te pega un ojo a lo Gary, y te da por restregarte como gato, y que mientras duermes, babeas y tienes la cara de una niña chiquita. 

Sí, sí te ponía atención, de veritas, de veritas, jaja. Y a lo mejor me hubiera gustado vivir en otro de los multiversos...

Pero eso será en la siguiente entrada.

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