domingo, 15 de octubre de 2017

Multiversos

En una te ibas con Omar a quien despidiera por andar drogado en el trabajo, en otra con Memo, a ambos les coqueteabas con tu brusquedad, en otra con el tipo güerillo que Lesli y tú se peleaban por atender, en una más hacíamos un ganbang entre todos los mencionados antes (yo incluido), en una más con el hermano de Monse, en otra después con Hugo, en alguna por ahí, con el tipo de la fiesta de mi prima. En otra nada de eso importaba porque yo ha me había ido con Jimena o con Grizel, en otra incluso me volvía con Karen (dioses, qué le habrá pasado a mi yo de ese universo). En este te quedaste conmigo y yo contigo durante un año y cacho más, hasta lo de mi tío. En otra no te fuiste, esperaste a que me recuperara del madrazo... En ninguna de esas tuvimos un happy ending, me iba yo, te ibas tú, la cagaba alguno. ¿Quién? ¿Importa? Al final era estar separados. En esta seguimos separados, en una más ya regresaste, en una te convencí de intentarlo nuevamente después de ser amigos dos años. En una, te maté en un arranque de ira, en otra me castraste mientras dormía (también morí, desangrado y sin pito).  En otra de esas, yo no era un escritor mediocre que vive de trabajos eventuales y tú no eras una actriz mediocre que hace pastorelas con calidad de obra de teatro de secundaria; somos exitosos y nos encontramos en un concierto de Aute, allá en París, y vimos el atardecer desde la Torre Eiffel, y pusimos nuestro candado en ese puto puente. Dos semanas más tarde nos mandamos al carajo porque estás loca y yo soy renecio.

En todas sigues yendo al hospital una vez al año. Pero en una ya no se te engarrotan las manos y sigues llamando a las heridas de tu operación en el apéndice con el nombre de esos pinches escuincles de secundaria (Iván, Ricardo, y no recuerdo el otro). En otra ya habíamos regresado, pero te mandé al carajo por enojona, aun así, regresamos otra vez. En una hice las cosas bien a la segunda: le pedí tu mano a tus padres, y ya no me llamaban el meserito o el señor ese. Ya era el nuerito (me da escalofríos de pensar en ese universo). En ninguna era perfecto, pero volvimos a ir a Nayarit (está vez en avión, para evitar tanta pinche curva) y ahora sí jugué contigo en la playa, y te abracé mientras mirábamos el atardecer en el mar.

En una ya morí de congestión alcohólica, y fuiste a mi funeral, lloraste, te veías bonita y tus ojos parecían grises en lugar de verdes. En otra de esas muertes por alcoholismo preferiste no ir, en una más, no te enteraste a tiempo del entierro; en todas lloraste. En otra te hiciste la operación de las encías (hazme el chingado favor, quién sabe a qué tú se le pudo ocurrir semejante idea). En otra aprendí a bailar y a disfrutar de tu música, y nos encontramos en una fiesta y bailamos, o algo así, porque fue en la que sí me aventé por la ventana hace cuatro años y medio cuando quería suicidarme, entonces quedé medio cojo.

En como veinte millones de universos, no haz regresado, en unos regresas mañana y en otros el día que le sigue. En varios de ellos te quedarás hasta que seamos viejitos y hagamos carreritas en sillas de ruedas, en todos esos, te gano yo siempre, salvo cuando te enojas y te dejo ganar, o cuando me quedo atrás para verte las nalgas (sí, caídas, arrugadas y todo). En todas en las que nos fuimos, tenía que ser así, para que yo valorara las cosas, y tú olvidaras los rencores, nunca pudo ser de otra forma.

En otras soy fotógrafo y te enojas cuando no eres mi modelo. En una ya no quiero que regreses, en otra sí. En ambas lo digo abiertamente y soy sincero.

En ésta... No lo sé, supongo que tengo miedo, y por eso pienso que sí y otras que no, que para qué y por qué fantaseo con las posibilidades, que se trata de un vicio de escritor dónde me pongo a contar historias. Sin embargo, no hay un momento en todos los días en que pienso que entras por la puerta (o la zotehuela), gritas: soy, yo, he regresado...

En la mitad llegas hasta la recámara y estoy muerto, por imprudente más que por sonar dramático, en las que estoy todavía vivo, hay varias dónde ya quedé loquito... Pero en las que sigo vivo y consciente, en todas y cada una de ellas, incluso en las que pudiera estar enojado, te abrazo. En unas me haces el amor, en otras peleamos riéndonos, en todas esas, le echamos ganas, los dos, sin odios ni rencores, sin reclamos, con la madurez que dan los años como para saber en qué la cagamos, mejorarlo y seguir jugando.

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