Empecé a dibujarla como lo
había hecho durante tantas noches y por tanto tiempo con la estela del
cigarrillo recién encendido. Brillaba con ardiente pelo, con ardientes ojos,
con ardientes labios, con ardientes pechos, brillaba con ardientes caderas y
ardientes manos; apagué la luz para poder verla mejor, en la oscuridad podía
conservarla mejor. Pasé los trazos del cigarro durante tanto tiempo que quedó
marcada en el aire; sin embargo aunque bien definida aún era etérea, halé un poco
pues la punta se estaba apagando, y traté de rellenarla hasta que iluminó a
media luz la habitación. El problema fue que cuando traté de acariciar sus
cálidos miembros me quemé la mano, me quemé los labios, pero las caricias
avivaron su intensidad naranja, y tuve que correr rápidamente por agua antes de
que su lujuria quemara toda la habitación. De pronto se volvió un rescoldo que
apenas titilaba, estaba muriéndose, prendí otro cigarro, la dibujé nuevamente,
sin tanta intensidad; ahí estaba ella, sonriendo. Prendí la luz, no sin antes
cubrir el foco con una tela que oscurecía la habitación al punto de poderla ver
sutilmente.
Tomé
grandes bocanadas y la rellené de humo, el humo se fue haciendo cada vez más
denso, el tono grisáceo se convirtió en moreno. Los labios conservaron la
brillantez del fuego, y su rostro se empezó a dibujar más nítidamente. La tomé
del aire donde flotaba, suspiré al ver su parecido. Nunca lo había hecho con
esa intensión, aunque quizá sí, porque nunca dejé de extrañarla por mucho que
tuviera su muerte. Mi lágrima se encontró con sus manos, y se evaporó en un “Ttsssss”.
Cuánto la había extrañado. Quería que me hablara y me dijera te amo con ese
temblor en sus labios, pero pese al temblor no logré escuchar nada.
Un
suspiro la desfiguró, se me había olvidado ser precavido, así que prendí el último
cigarrillo que me quedaba, y comencé a dibujarla nuevamente, a rellenarla; en
realidad no me importaba como se veía, yo la seguía viendo hermosa, como si aún
no fuera polvo o ceniza, pero a ella siempre le gusto verse radiante y perfecta;
cuidé de no hacerle arrugas, aunque a mí siempre me habían gustado las suyas;
esas arrugas de felicidad en las comisuras y que siempre quería ocultar con cremas;
ella lo sabía, me miró de la misma forma que cuando se maquillaba, yo sabía lo que
me preguntaba. ''Por supuesto que no se te notan'' contesté, ella
sonrió complacida, y me acarició la mejilla “Ttsssss” y
al besarle la mano lo escuché nuevamente. La besé de la forma que solo puede
besarse a quien se extraña y con lo último del cigarro la desdibujé de nuevo.
Acaricié sus curvas, y el ardor
en las manos no fue impedimento, me miró triste, señalando sus pechos y yo le
dije que así me gustaban, se volteó apenada, le tomé la barbilla ''en
serio, me gustan''. Me cubrió de besos todo el cuerpo, y me dejé llevar
por el viejo deseo, yo la acariciaba, el ardor no existía, y el sonido del
sudor y la saliva pasaba desapercibido.
Nos
recostamos en la cama, mostrándonos con la carne nuestro afecto; para mí no era
brasas y humo, sentía su carne, su piel como fue, no podía ser de otra manera,
le besé apasionadamente todo el cuerpo, bebí la leche inexistente de sus pechos
y, me regocijé con la humedad de su vagina, de su pubis presionando mi pubis,
de sus movimientos violentos y su cuerpo tenso, del placentero ardor que
estimulaba mi pene y sus vaivenes con los que me obligaba a venirme por más que
le dijera que aún era demasiado pronto. Era tan hermosa; a pesar de estar
derruida en casi todo el cuerpo yo podía ver su sonrisa, y su respiración, y
sus ojos centellantes… apagándose, su sonrisa también se apagaba, cuarteada y
gris. No podía moverse, estaba quebradiza; con la respiración guardada y todo
el cuidado que me podían dar mis temblorosas manos la cargue, otra vez era
ligera, como un susurro. La puse en la cama, veía la desesperación en sus ojos,
y a diferencia de la última vez el miedo no estaba en su rostro, en cambio
había una tristeza, más dura que su cara carcomida, esparcida en la cama, que
me caló en el fondo del pecho. Aguanté las lágrimas para no terminar de
matarla. La cobijé, apague la luz y me metí con ella, le besé la espalda y la
apreté con mis pocas fuerzas contra mi pecho evitando quebrarla. Después de un
rato ya no sentía sus pies, y su cabeza era solo ceniza, puse más cobijas
tratando de conservar su calor y dejé un espacio por donde pudiera entrar un
poco de aire para no asfixiarla, sentí su llamita, palpitando suavemente en mi
pecho, creciendo mientras yo me iba quedando dormido… y por última vez… casi
sin poder respirar… nuevamente… sentí su amor envolviéndome
por completo.
11 comentarios:
Sin palabras... increíble
Me encanta la fluidez de tus textos, la forma de concluirlos tan... inesperado.
Aún falta mucho camino, echale ganas.
Que buen manejo de imágenes. Felicidadades, bastante claras y hermosas.
Diego
Este texto lo escribí ayer en la madrugada, es para un concurso que pienso ganar. Qué bueno que haya lectores a los que les esté gustando. Gracias. Pero en especial gracias a Didi por ayudarme tanto a difundir mi obra. Te amo :)
Esto no me había pasado... Me has hipnotizado, hechizado y encantado.
Pero Oh! Sorpresa...
Bueno aún no sé si me iré. Espero que sigas ahí...
Vp
Yo generalmente vivo de noche. Así que sí, acá ando. Lee todo lo que gustes, como dice al inicio, no tienes tiempo límite.
Wow! pero... algo falta. No sé que es, tal vez que no sé que paso con él. solo se durmió y ya? mmm...
Interesante... Muy bien, no, no. Brillante!!!
Releelo bien, te aseguro que sí dice, solo tienes que poner un poco más de atención en los detalles. Espero te guste más cuando hayas entendido lo que le pasó.
Vaya, me quito el aliento por un instante.
Muchas felicidades, eres muy bueno.
María
Gracias María. Sigue pasando cuando puedas, trataré de mantenerlo actualizado con nuevas historias. Si no, busca los enlaces del wattpad! ahí hay más cosas por si te interesan mis letras. Gracias y ayúdame a difundir.
Publicar un comentario