domingo, 26 de mayo de 2013

Siento la demora.

Lo siento a todos los lectores de diferentes partes del mundo y blogs pornográficos que vienen a dar por aquí, especialmente los rusos que son bastantes.

La verdad es que he estado bastante ocupado últimamente, y no sé ni en qué. Por este motivo no he podido subir nada en dos semanas. Me siento mal. Y ahorita no tengo idea de qué subir, así que postearé uno de mis inicios tentativos de la siguiente novela que tengo en mente (tengo tantas cosas que hacer: la novela, ver telenovelas, escribir una, un sitcom, entre tantas otras cosas; esto es un desmadre). Ojalá sea de su agrado.

Definitivamente el sucidio siempre era una opción; quizá dependiendo de mi estado de ánimo sería la forma: rápida e indolora como un balazo en la cabeza, si ya estaba harto; dulce como un sueño inducido por una sobre dosis de somníferos, si estaba triste; aventándome a periférico en plena hora pico si estaba con ganas de joder a alguien...

      Pero no, nunca había estado de acuerdo con todos esos activistas provida que dicen que el suicidio es la salida fácil. Seguramente se habrían de tener muchos wevos para hacerlo; los nervios de una puta ante el mismo cliente de cada quincena y la convicción firme de un santo. Tal vez tener aún muchas cosas que perder, cosas valiosas, al menos una; no, tampoco, porque al perderlo todo, lo único que queda es la posibilidad de ganarlo todo, casi como tocar fondo, por eso es que al suicidio no se llega por perdelo todo. Perderlo todo no significaba tocar fondo, el verdadero fondo solo está dos metros bajo tierra, o en una urna decorativa sobre la televisión de mi familia. 

     Definitivamente el suicidio siempre era una opción, pero solo la última. Cuando las demás ya hubieran sido descartadas por flojera o por hartazgo. O bajo un descuido, un revés (suicidio inconsciente). Por ejemplo mezclar el alcohol y el peróxido de hidrógeno sobre la estufa encendida mientras preparas lsd casero; no usar cerámica o porcelana al momento de hacer dinamita negra; o atragantándose, al abrir con la boca, con un tapón de pastillas.

      Quizá algún día podría hartarme realmente, cada vez me sentía más cerca, y atreverme a saber lo que se siente volar antes de terminar de caer; pero aunque cada vez me sentía más cerca, aún no era el momento. Aún había moscas a las que cortarles las alas y quemarles las patas para escuchar el eco de su zumbido intentando volar, y perros esponjosos corriendo encendidos, ante la mirada de niños en los parques, como brujas de las historias de mi abuela.

      Aún estaba Lilith que volvería a ser mía.

      No todo fue siempre así...

No hay comentarios: