domingo, 2 de junio de 2013

Suéñame

Últimamente todo era gris. Estaba bien, los colores los podía seguir distinguiendo. Las paredes azules, las puertas café, el refrigerador negro. El colchón lleno de manchas de diferentes colores; las baldosas color paja. Todo seguía teniendo colores, sin embargo parecía como si un velo grisáceo las cubriera, el cielo era gris, el espejo también, hasta el sol. El reloj también estaba raro: veía los números cambiar constantemente, casi me aventuraría a afirmar que lo hacían cada minuto, pero no estoy seguro, sin embargo, era la misma hora. Por la mañana, la tarde o incluso la madrugada era la misma hora; no sé cuál, porque también eso era lo que pasaba, no podía poner nada en específico. El mundo y yo estábamos separados de alguna manera y por algún medio que no podía definir. Todo lleno de incertidumbre y pesadez. 

Me había equivocado. No soy una de esas personas que puedan estar solas. Corrección, no soy de esas personas que disfruten estar solas (no todo el tiempo, ni la mayor parte de él). Sigo funcionando: trabajo, como, duermo, pienso, imagino recuerdo observo; pero ya no soy yo. Algo me falta... desgraciadamente sé que algo me falta, desgraciada mente sé lo que es: tu compañía.

Yo te sueño, bastante, debo admitirlo. No sé quién seas, y aunque lo supiera no importa, prefiero conocerte de nuevo, por primera vez, desde cero; como si no la hubiera cagado antes con nadie, o como si no te importara que la hubiera cagado. Como si todas esas almas y esos muertos no tuvieran peso y yo no tuviera que meterlos en sus tumbas; mi memoria. 

Quiero conocerte:

Una mañana, despertar, abrir los ojos, sentir miedo por verte a mi lado. ¿Qué haces ahí desnunda? Por el momento no importa, seguramete verte dormida con una expresión tranquila sería suficiente para que yo recuperara mi tranquilidad. Aunque la verdad preferiría que tuvieras una pesadilla, así mis temores desaparecerían más rápido, me apresuraría a abrazarte, protegerte entre mis brazos, pasar tu cabello detrás de tu oreja, apretarte contra mi pecho cuando sienta cómo tiemblas, hasta que te tranquilices. Entonces buscaría hacer nuevamente memoria: ¿A qué nombre le pertenece esa cara bonita? ¿Qué haces a mi lado...? No importa, realmente no importaría. Dije que quería empezar de cero, ni siquiera la noche anterior; cero es cero. Como si hubieras sido puesta por generación espontánea. O quizá sería yo quien habría sido puesto a tu lado. 

¿Y entonces qué?

Entonces no dejaría de verte, quizá por horas, tu respiración, tu sonrisa, tus pequeños movimientos involuntarios. ¿De qué sabor serán tus labios?  Amo el sabor de unos labios en la mañana; espera, dije de cero. ¿A qué sabrán tus labios?, ¿de qué color tus ojos?, ¿qué nota tendrá tu risa? Porque seguramente ríes. Horas y horas de empezar a aprenderme tu figura. Quizá tomaría el valor de pasar mi mano por tu piel, acariciar las líneas de tus labios, tus mejillas, sentir la calidez de tu rostro, y la frescura de sentirlo. Podría robarte un beso. Seguramente lo haría...

¿Quién eres?

Creo que te conozco, ya habías estado en mis sueños antes. Yo te conozco, creo que he olvidado demasiado. Empiezo en ceros, me da miedo. ¿Me reconocerás tú? Te abrazo, tengo miedo, te beso la frente, te acaricio la espalda; ¿te gustará que te acaricie la espalda? Susurras, susurras algo. Puedo escucharte, realmente te escucho; no entiendo nada, nada, nada. No me importa, yo solo quiero tomarte entre mis manos, mirarte, acariciar mi nariz con tu nariz. 

¿Quién soy?

No me acuerdo de nada, yo aparecí en esta cama, y ahí estabas tú. Como solo tú podías estar, con el rostro ufano, y el sueño diáfano. No me acuerdo de nada. No hubo noche pasada, lo he olvidado todo. Yo aparecí en esta cama, y tú ya estabas ahí, dormida, me sentí tranquilo; era todo lo que importaba. Yo no sé quién soy, todo está gris, y esta hora es la misma hora aunque los números cambien. 

Abres los ojos. 

Me ves
             etéreo
te veo.


Desaparezco.

No hay comentarios: