Ociosilandia, actualmente es un blog donde publicaré ideas y alguna que otra reseña o yo qué se. Lo único que quiero aclarar es que los textos literarios se han trasladado a las siguientes páginas y allí seguirán siendo publicados los nuevos escritos: http://www.liibook.com/usuarios.php?ID=11930 **** http://wattpad.com/Marcojp **** http://es.scribd.com/Marcojp **** http://issuu.com/marcojuarez4
jueves, 18 de julio de 2013
Venganza (a ella).
Yo te maté ayer. Aún estabas conmigo, con una calidez
imaginaria, y una compañía imaginaria, y una sonrisa imaginaria. Estabas en mi
cama, como lo habías estado la mayoría de las noches en las que eras de piel y
huesos, o en las que eras solo de humo y cenizas. Yo te maté ayer, te abrazaba
y me preguntabas por qué iba a hacerlo. Que te habías ido, que ella se había
ido, pero que tú no lo harías. Que tú estarías a mi lado todo el tiempo que yo
quisiera, todo el tiempo que siguiera amándote; me prometiste que no te irías,
¡me prometiste que no te irías!, como me lo prometió ella cuando aún estaba,
como me prometió que no me haría daño, o que envejeceríamos para echar
carreritas en sillas de ruedas. Te abracé, me abracé a tu cuerpo cálido, y te
dije: lo siento. Saqué aquella pistola debajo de la almohada, esa pistola de
mis sueños, y te metí una bala en la cabeza. Te busqué por todos mis recuerdos,
por todos los rincones de la casa, una y otra y otra y otra vez; para matar a
cada una de las tú que quedaban conmigo. Te busqué por todas las playas que
conocimos para seguirte asesinando, por todas las carreteras, por todas las
peleas los chistes las sonrisas las carcajadas, las madrugadas eternas que
cambiaban a mañanas con la luz, los semáforos, los berrinches, los almohadazos,
los celos, los engaños, las llamadas por teléfono en las que te quedabas
dormida, los abrazos en el camellón donde, también, te quedabas dormida. Puta
madre, te maté cada una de las veces que hicimos el amor (hasta la última, la
penúltima, la primera), y por todos los lugares que lo hicimos; te maté tantas
veces como pude hacerlo, hasta que ya no aparecías en ningún recuerdo; hasta
que ya no apareciste en ninguna esperanza del futuro. Te maté hasta que dejaste
de hablarme, hasta que las cobijas dejaron de ser tu cuerpo y volvieron a ser
cobijas. Te maté tan bien, me doy cuenta, que ahora te extraño como la
chingada, como si realmente ya no te tuviera; como si te extrañara por primera
vez.
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