viernes, 20 de septiembre de 2013

Veinte de septiembre

Dentro de unas horas, conmemoraré el último no cumpleaños de mi querido tío. Le faltaban cuatro días para que fuera su sí cumpleaños... Sé que lo que estoy haciendo, no tiene forzosamente una intención literaria atractiva, es más como chisme, más como anécdota, más como tributo... seguramente al rato algunas personas más de mi familia comenzarán a recordar que hoy es el día marcado. Pero nadie podrá recordarlo como yo, yo fui el último en verlo respirar, en escuchar el jjjjrrrr que le salía del tubo que le habían metido en la garganta para que pudiera respirar, el que veía cómo a veces se le movían los ojos por debajo de los párpados. Yo fui el que se quedó dormido durante veinte minutos, después de haberle estado leyendo unos libros, y que al despertar lo único que pensó fue: "madres, ya no suena el gargajo". Fui el que se levantó, y el que vio que no se le movía el pecho y que nuevamente pensó: "madres, ya se me murió, me van a cagar"... el que salió corriendo y les avisó a los médicos en turno, y al que sacaron para darle al difunto unas descargas y ver si podían hacerlo no difunto. Yo sabía que no habí nada que hacer, en esos veinte minutos se podía haber muerto hacía dos, o hacía diecinueve y medio, pal caso, ya estaba frío (aunque tenía fiebre).

     No sé qué pasó, nunca me pude romper por completo, no pude llorar lo que hubiera querido, me puse a ver cómo sacar todos los trámites, había que llevarlo de León, al DF, yo era la mano de la familia allá, el que con ayuda de una tía lejana, sacó las cosas y se movió como nadie hubiera podido para solucionar todo; el que no pensaban que fuera capaz de sacar las cosas adelante, porque unos días antes, estaba turisteando por ahí, tomando fotos, y conociendo, hasta comprándose unas sandálias (no me acuerdo por qué, pero necesitaba unas).

     Una y cahchito de la mañana y llegamos al panteón San Isidro, ahí nos esperaban todos; el único reclamo es que habían llevado desnudo a mi tío, nunca le pusieron ropa; cómo iba a saberlo ¬.¬
después... después... después me di cuenta de que era muy fuerte, quizá tanto como para que alguien pensara que necesitaba un abrazo, quizá para que alguien en específico pensara que realmente necesitaba un abrazo, para que se quedara conmigo a la mañana siguiente, en lugar de irse de rápido porque tenía un ensayo, de que me acompañara a desayunar, a caminar al panteón, y a prestarme el hombro de la única persona en quien me apoyaba y poderme desquebrajar como se debía... Ahora, un año después, me doy cuenta de por qué es que ese día no pude llorar como hubiera querido, además de traerme a mi sobrinita unos momentos para que la cuidara; Liliana no estuvo ahí, conmigo (no se lo reclamo, ella tenía cosas que hacer), ella era la única en la que realmente confiaba para apoyarme y no estuvo; je. Wow, un año para resolver ciertos misterios; para darme cuenta (mientras escribo), hasta qué punto emocional llegaba su compañía.

    Pero bueno, ahora ella no está, y él está dos metros bajo tierra, en un hoyo casi olvidado por todos, con sus cosas repartidas entre los buitres que somos de la familia... y a veces, a veces viene a visitarme, no sé si sea él, o un mal sueño disfrazado de buen sueño, pero a veces, ahí está, y él sigue muerto, pero no lo sabe... Y a veces a él también lo extraño tanto, porque sé que era la otra persona en quien me podía apoyar de gran manera... y así me terminaron obligando a ser fuerte.

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