lunes, 7 de octubre de 2013

Un alma

¿Dónde me perdí? ¿Quizá en una mañana de abril, de julio, de agosto o de diciembre, quizá en una de octubre? Me perdí, eso es seguro. No sé si hace un día un mes o un año; me perdí.

     Grito en la calle que me perdí, lo grito mientras está lloviendo, de mí solo sale aire y vaho, nubecitas, quizá es la forma en la que sale mi alma (si es que algún día tuve un alma), nubecitas que se pierden entre el agua y el frío, en el cloc cloc, en el clac que desentona cuando una gota cae en un carro. Es un clac estrellado.
     Veo pasar a la gente corriendo, escondiéndose del agua, todos se preocupan por no mojarse y yo, en cambio, lo único que veo es agua y más agua que se secará con el paso de las horas, quizá dejen en mí un olor a humedad que se volverá molesto con la transpiración.
   
      ¿Y mi alma? Ahora que lo pienso, yo no sé si nací con una; la gente asume que nace con una, yo no la recuerdo, quizá es algo que me pusieron en la pileta de la iglesia cuando me pusieron también el nombre. No, esa no es un alma, solo es mi nombre. ¿Entonces cómo sé que tuve alma? Oh sí, lo sé porque me duele, me duele algo por dentro, no tiene ningún punto fijo ese dolor, más bien me duele en todos lados (desde la punta del pie, hasta el pelo de la nariz, o hasta donde llega el pelo de la nariz, que es un pelo muy largo, lo sé porque cuando me arranco uno me duele más allá de esta) y a la vez en ninguno. Pero antes no me dolía; creo que el alma me llegó un día, quizá en esa mañana de abril o de julio, quizá en esa mañana de diciembre, me llegó en un correo electrónico. Me llegó en un correo de diciembre de hace casi cuatro años, estoy seguro. Después la perdí, la perdí unos años más tarde; quizá esto del alma solo existe cuando uno se la gana y, después, también uno puede perderla. Creo que la perdí hace un año, en una noche de luna sin Luna, una noche realmente oscura, pero no de esa oscuridad que ciega, más bien era de esa oscuridad que come, que te atrapa, lo contrario de cuando me la gané, ahí fui atrapado por la luz y me perdí en ella, a la luz también se acostumbran los ojos.

     A todo se acostumbra uno. Hasta a no tener alma. Uno se siente con un hueco, pero sigue, camina, respira traga y después caga, el cuerpo no necesita alma, ese se mueve solo; hasta se puede uno reír sin ella; la verdad es que la vida no sigue, solo pasan las horas, los soles y las lunas; pero la vida no sigue... no cuando te das cuenta de que ya no tienes alma.

    Quizá mi alma se la llevó el diablo, o un mono que escribe historias sin saber escribirlas, un mono que solo tiene la virtud de los pulgares opuestos y de llevarse almas de las demás personas. Quizá se la llevó Dios, y me manda recordatorios en un cabello que aparece de la nada, o en un mensaje anónimo, en un sueño y muchas pesadillas.

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