domingo, 31 de mayo de 2015

Pigmalión

Apagué las luces. A tientas tomé las cobijas y poco a poco les fui dando forma, pero la forma era inconsistente, falta de algo más. Entonces rellené de ropa, aquella vieja ropa que tenía guardada en los cajones que no había abierto y por lo tanto no había perdido su aroma. Convencí a mi recuerdo de que así es como debía de sentirse, y pasé mis manos durante horas por aquellas curvas recubiertas de seda. Abracé y aspiré, mientras el sueño me fue llegando. Era un sueño pesado, como nunca lo había sentido; Venus me iluminaba a través de la ventana, y felizmente abracé a aquel sueño alado, a aquel cansancio infinito y oscuro que transformaba al tacto la tela en carne.

Al final ambos, inertes, ya nos estamos volviendo polvo, Galatea.

No hay comentarios: