martes, 20 de agosto de 2013

Capítulo 19 y capítulo 20

Bueno, con esto termino los capítulos de promoción para la novela. El próximo mes recibo las noticias del concurso de Tusquets, me dicen que es difícil que lo gane ya que mi novela no está en la línea editorial de Tusquets. Supongo que terminaré publicándola en Amazon ya que buscar una editorial da weva. Espero que hayan disfrutado de ellos.



19. Una pequeña sacudida




Después del colchón, también están lavadas las sábanas 'otra vez', ojalá pudiera haberle hecho algo de quehacer para ayudarla, pero soy malísimo para escombrar, es algo que no se me ha dado nunca a lo largo de mi vida. Pero por lo menos su cama está en orden, limpia y desinfectada, con olor a suavizante. ¿Qué hora es? Las siete de la noche, Liliana ya no debería de tardar en llegar. Puta y luego la chamba que está del asco, por lo menos está muy pesado para hacerlo casi solo. Ojalá ya pudiera ponerse a darle bien, estoy harto y cansado, pero para eso son las parejas, ¿no?, para apoyarse cuando más lo necesitan. Y luego tenemos que juntar dos mil varos para pagarle a su mamá el deducible de la operación; esa señora siempre es así, primero la ayuda “desinteresadamente” y después se lo reclama en la primera oportunidad que tiene, y si no se lo reclama lo usa para intentar convencerla de que estaría mejor allá con ellos; qué persistencia de la señora, después de más de dos años sigue buscando la forma de convencerla para que regrese. Por si fuera poco, Liliana me reclama que no me caiga bien; es la ley de la vida, las suegras y los nueros en su mayoría somos incompatibles “ese señor se robó a mi princesa”, desgraciada, si hubiera sabido lo complicado que sería vivir con alguien, con todas las peleas, con todos los desmadres, con todos los gastos, las preocupaciones, no lo hubiera hecho  'Sí, sí lo hubiéramos hecho', sí la neta sí, no aprendemos de nuestros errores. Pero es que ahorita está bien perra la pinche situación, el semáforo se vuelve completamente estresante; cuando te cierran la ventana antes siquiera de que empieces a hacer la rutina, te dan ganas de tocarles y mentarles la madre, hijos de puta, como si les estuviera mendigando su dinero, si quieren dan, si no quieren no dan, pero nunca un: “me regala un pesito”, eso lo dejamos para los niños y para los ancianos. Pero además de eso, la gente en estos días ha estado de jetas todo el tiempo. Pero lo más importante es no dejarse llevar por el estado general de los automovilistas; puta madre, y luego los pinches gastos, ya mejor decidimos dejar de comprar para hacer comida, siempre se queda y es un desperdicio total, terminaba saliendo más caro que ir a comer fuera. Quizá no debimos dejar la secu, ahí por lo menos teníamos dinero seguro, porque el problema con esto es que nadie te obliga a hacerlo, y te desgana que la gente no te dé nada; sin embargo aun así ganas más que en cualquier otro trabajo. Puta no sé qué hacer, si tan siquiera Liliana pudiera trabajar por completo.
                —Hola, amor.
                —Hola Lilu, ¿cómo te fue?
                —Todo bien, Mar.
                —¿Le dijiste al médico de las bolitas en el cuello y lo de las manos?
                —Se me olvidó lo de las manos, lo otro dice que solo son bolitas de grasa, nada de qué preocuparse.
                —¿Comiste algo?
                —Mi mamá me invitó, pero no quise, no quiero que después me lo eche en cara. Me caga que haga eso. ¿Tú comiste algo?
                —(La verdad no, pero para qué mortificarla) Sí, amor, unos tacos de albóndigas, ¿no tienes hambre?
                —No, no tengo ganas de nada, estoy gorda.
                —Lilu. Ya se te bajó lo inflamada de la operación, y de todas formas no estás gorda. Además tienes que comer.
                —No, amor. Al rato.
                —Liliana, no has comido nada en todo el día. Vamos a comer.
                —En serio, Mar, no quiero.
                —Aunque sea poquito pero tienes que comer, ya se ha de haber puesto la señora, vamos a pedirle unos tacos de arrachera con papas, como te gustan.
—Bueno.
—Y ahorita que pasemos a la tienda si quieres te compro unos conejitos de chocolate.
—No Mar, no tenemos dinero.
—Sí tenemos.
—Mar, no me engañes.
—Bueno entonces unos bombones cubiertos de chocolate.
—Jajaja. Uno.
—Tres, con uno no te alcanza ni para una muela.
                Me duele caminar, pero ahorita ella es lo importante, está preocupada, no lo expresa, está seria, rara. Puta madre, quién hubiera dicho que esto de vivir con alguien sería tan difícil 'Seguramente nos lo dijeron pero no hicimos caso', qué tan difícil podría haber sido. Lo bueno es que su mamá nos ayudó con esto, pero ¿y si no?, en el semáforo no hay seguro médico, y la desidia no ayuda para querer ir al seguro popular. '¿Qué hubiéramos hecho de no haber sido por sus papás?'.  Ir a Xoco, chale, cada vez vamos empeorando. Uno que está jodido no tiene derecho a enfermarse. Y los de la puta escuela no fueron para hacer nada al respecto; este país está jodido y aunque no nos guste la política, todo va a empeorar con un presidente impuesto, que además de impuesto es pendejo: va a una feria del libro y no sabe contestar cuáles son su tres libros favoritos; y peor aún, la gente parece que olvida esas cosas, claro cómo no va a olvidarlas si son capaces de olvidar las otras más violentas. Lilu fue a un par de marchas; yo la hubiera acompañado pero alguien tenía que trabajar, siempre las hacen en domingo y el domingo es de los mejores días en el trabajo. Ojalá las protestas cambiaran algo, pero como siempre, lo más seguro es que nos jodamos con eso. Chale y uno queriéndose dedicar al arte; pero la gente tiene cosas más importantes, como tener que comer, qué les va a importar lo demás si están distraídos en ver cómo entretienen la tripa. No queda de otra más que seguirle chingando. Lo bueno es que Liliana está conmigo. No sé qué haría sin ella, es la que me hace seguir adelante, tengo que ver la forma de que salgamos, sonreír y hacer como que pase lo que pase, las cosas no están tan mal, mientras estemos juntos podemos sacar las cosas, prueba de eso, ya llevamos más de dos años viviendo juntos y solos. Pese a todo, aun después de…
                —Estás muy callado, Mar.
                —Estoy cansado, amor.
                —Neta, no tengo hambre, podemos comer nada más un pan, y ahí todavía nos queda café del viaje a Chiapas.
                —No manches, Liliana, eso no es comida, además te digo que sí hay dinero. Tranquila, amor, ahorita que se puede hay que aprovechar. Así como hay que aprovechar que somos los primeros con la Güera.
                —¿Qué les voy a dar?
                —Dos de bistec para mí, y dos de arrachera para la guapa. Ya ve que aún tiene que cuidarse de la carne de puerco.
                —¿Ya cuánto lleva de su operación, señorita?
                —Poco más de dos meses.
                —Entonces ya puede comer.
                —No, señora, cómo cree que la voy a dejar comer puerco, qué tal si se nos pone peor; el médico le dijo que ya podía, pero que de preferencia se esperara dos semanas más, así que no hay por qué arriesgarse. Eso sí, échele hasta mi cilantro para que coma verduritas, ya sabe que le gusta mucho, y a mí páseme un poco de su cebolla porque de la cruda no le gusta tanto.
                —¡Cómo la cuida joven! La quiere mucho, ¿verdad?
                —No señora, cómo cree, es que si le pasa algo no vayan a decir que fue mi culpa.
                —Eres un tonto, Mar.
                —Sí, sí la quiere, ¿verdad señorita?
                —Dice…
                —Ve, seño. Le digo que aquí no hay amor.
                —¡Mire lo que le dice señorita!
                —¡Déjelo, al rato va a ver cuando estemos en la casa!
                —Ve, seño. Si hasta me maltrata psicológicamente (ya, muchas bromas, tengo hambre, denos nuestros tacos).
                —Así mero, a los hombres hay que tenerlos bien cortitos, sino hacen sus desbarajustes.
                —No le dé armas señora, que después me cierra el changarro (síííííí, por fin ahí vienen los tacos).
                —Qué le va a cerrar nada, si están jóvenes. Además se ve que se quieren, siempre llegan abrazaditos y agarraditos de la mano. A ver aquí está, ya saben, pónganle a su gusto.
                —Conste señora, después no me regañe si me acabo las papas.
                —Ya sabe que para eso están señorita, ahí nada más déjele al joven.
                —No se preocupe por mí, a mí no me gustan, yo prefiero los frijoles.
                —Ah no, pues ahí está, hasta en la comida se complementan, uno cebolla y el otro cilantro, luego uno frijoles y otro papas. Coman muchachos que están muy flacos.
                —No se burle señora, que yo con sus tacos ya quién sabe cuántos kilos subí.
                —Son light, además está alto, joven, no se le notan.
                —Sí se me notan, pregúntele a Liliana cuando estamos en la casa, ¿verdad, amor?
                —Es un exagerado señora, a mí me gusta como está.
                —Ya ven cómo sí hay amor. Éntrenle que se les enfrían.
                Puta, con estos dos tacos apenas tengo para el arranque, pero no hay lana, mejor que coma ella, a ver si quiere más, si no, pues un pan para terminar de llenarse.
                —¿Quieres más, Lilu?
                Sí, Mar, gracias.
                Puta madre. Esa voz. No puede ser… sí, sí es.   

20. Cariño. ¡Estoy en casa!

               


¿Qué pedo con este wey?,  vi bien, pero ya no está aquí, está Liliana nada más. Puta madre ya me estoy volviendo loco, hace tanto que no lo había visto, desde lo de Grizel, hace como año y medio.
                —¿Todo bien, Mar?
                —Sí, Lilu.
                —¿A quién buscas?
                —No sé, escuché mi nombre.
                —No, Mar, solo fui yo, pero ya no quiero.
                —No hay problema, Lilu, si tienes hambre pide más, si no alcanza, la señora nos fía, ¿verdad, señora?
                —Ya saben que ustedes son clientes, no se van a quemar por unos tacos.
                —Deme otro de arrachera aquí para mi amor, señora.
                —Gracias, Mar.
                A mí me da dos de longaniza, por favor.
                Puta madre, esa voz. Sí, hijo de la chingada, no era mi imaginación.
                Marco, Marco, Marquito. ¿Me extrañaste?
                Puta, lo voy a ignorar. No, no puedo, Liliana se va a preguntar por qué no le contesto o quién es él. ¿Qué hago?
                Tranquilo, ella no puede verme ni escucharme.
                —¿Por qué?
                Porque no quiero, y de hecho ahorita ya la mandamos a dormir. Órale, a chingar a su madre y que no interrumpa.
                ¿Por qué creo que cuando volteemos en efecto ya no estará…? Dicho y hecho. ¿Qué pedo con este wey, quién es o qué? No pude haberme quedado jetón; siempre llega en el momento que estoy más jodido. Quizá sea solo un producto de mi imaginación, ¿y si le preguntamos a la señora si puede verlo también?
                No servirá de nada, al final si soy un producto de tu imaginación, la señora te pude decir que no me ve. Pero si estás en un sueño puede decirte que sí me ve y de todas formas, eso no te va a bajar los wevos del cogote.
                —Ok, pero no.
                ¿No qué?
                —No me voy a matar.
                ¿Seguro? Mira que esas marcas de grasa que te deja la pelota en los dedos es lo que te metes a los pulmones por estar trabajando ahí, y también está eso de andar soportando jetas de cabrones detrás del volante que te avientan el carro, o que no saben lo que es un paso peatonal. No está tan rico. Sí, yo sé que Liliana ya trabaja un poco más, y que ya no lo sientes tan pesado, pero, ¿qué vas a hacer el día que no puedas ir a trabajar porque no puedes levantarte de la cama? Y no estoy hablando de algún achaque cabrón. Tú lo sabes, ese dolor en los talones que se incrementa día con día, te paraliza, que no te da chance a ponerte en pie después de llegar a casa y te recuestas unos minutos. Liliana no se ha dado cuenta, pero lo hará, ¿o crees que es muy normal, levantarse del cuarto agarrando la perilla de la puerta para jalarse porque no puedes solo? No sé si estás demasiado chonchito últimamente, o eres una putita más putita de lo normal. Yo creo que es la primera, nunca habías pasado los cien kilos. Pero no te preocupes, si sigues sin hacerme caso los bajarás rápidamente; pero no te juzgo, estos tacos están para reventar botones. Tranquilo, estos los pago yo por tu cumpleaños: ¡Feliz cumpleaños! ¿Te gustó el austero desayuno de Liliana con cartitas y pancito? Seguro que sí, qué lindo. ¿Te gustó la felicitación de cumpleaños de Grizel? Mejor la ignoraste, ¿no? Y vuelves a dejar pasar la oportunidad… qué pendejo eres.
                —Estoy con Liliana.
                Sí, sí sí. Qué lindura, cuánta miel.
                —Es en serio. Estoy bien con ella, además no podría dejarla después de esto que estamos pasando, lo más fácil sería huir y no lo haré; ya aprendí mi lección no quiero ser infiel de nuevo. Si estuviera con Grizel tampoco lo sería, ni con Jimena. Se acabó esa parte de mí.
                En serio, qué bonito; no mames, eres tan ingenuo. Tú portándote bien, como con Karina y Karina te mandó a la chingada, órale pinche trapo inservible, y hasta te puso el cuerno, Liliana le has sido infiel y sigue contigo, y ahorita que ya cambiaste… mejor vamos a tu casa, para que veas su teléfono.
                Cómo lo hace este cabrón, así sin más dice algo y saz, aparecemos en la casa. Nel, ni madres, no vamos a ver su teléfono.
                Sí, sí lo vas a ver porque si no, yo te voy a decir lo que vas a encontrar y de todas formas vas a terminar revisándolo para saber si te miento; la curiosidad se violó al gato. Y así es más rápido, vente pasemos al cuarto, estás en tu casa… Si esta fuera Lola, le lamería el culo hasta que se despertara bien mojada.
                —Eres un asco.
                Wey, si no puedes amar las partes más asquerosas de alguien no puedes amar por completo. Así sea la caca y los pedos, o toda la mierda que trae en la cabeza.
                Este cabrón no puede ser un producto de mi imaginación, siempre habla de Lola y yo no conozco a ninguna Lola.
                Por fin piensas correctamente; pero bueno, a chingar a su madre que esto está muy aburrido. Por cierto, Lola es el diminutivo de Dolores, como el personaje de tu obra de teatro. Pero mejor adelantemos la historia. Mira, es mejor si lo vemos en la tele, como una película; trae las palomitas cariño.
                Quién sabe qué me pasa con él, es como si no tuviera fuerza de voluntad.
                No es cierto, preciosa, aún no dejas a Liliana y aún no te matas, así que no es fuerza de voluntad, es masoquismo. Ven, hay suficiente espacio en los sillones, para que veas la película de tu vida como si no me hubiera aparecido aquí.
                Ahí está Liliana, dormida, con la ropa de ahorita, también yo traigo puesta la misma ropa, me acerco, veo el celular, sé lo que estoy pensando: Liliana no haría nada, hay que confiar en ella. Pero aun así vemos el celular y los mensajes; el Facebook, puto Face, es el diablo, se quedó de ver hace dos semanas con un wey el día de la fiesta a la que no quise acompañarla. Salgo a fumar, estoy meditando las cosas, no tendría que haber visto sus mensajes; no puedo aguantarme las ganas, la despierto y le pregunto qué pasa; dice que no pasó nada, que es solo un mensaje, que nunca vio al wey. Se enoja por haber revisado sus cosas, me ignora y se duerme. Puta madre, tomo mi pelota de contact y algo de ropa, me quedo un par de horas pensando en lo que debería de hacer…
                Carajo ni en película está entretenido, te la voy a resumir, mientras le voy poniendo en cámara rápida: te pones de sentido, escribes una cartita bonita, le pides disculpas por no haberla llevado a comer helado de yogur, y le dices que si ella prefiere estar con alguien más que no le estorbas, pinche mártir de mierda, y eso que no ves tele, si no, no sé qué sería de ti. Pero bueno, te decides, escribes unos buenos poemas, por fin, te vas a trabajar y meditas las cosas mientras dejas apagado tu celular. Lo prendes porque la curiosidad siempre te gana, te marca inmediatamente después, te pregunta dónde estás, va por ti, se reconcilian todos tiernos. Lo olvidas, ella ya no te pide que le escribas cosas bonitas; pasa un mes, madres, se vuelve una admiradora secreta, tú te las hueles, quién chingados podría estar enamorándose de lo que escribes y además Liliana te dijo que hicieras esas cosas para que pudieras escribir, aun cuando tú no querías hacerlo, le sigues el juego, y te das cuenta de que tiene que ser ella que insiste en preguntar sobre tú y Lesly cuando aún trabajaban en el bar. Madres, le dices lo que quiere escuchar, porque lo que nunca pasó, no te lo cree, al día siguiente dice que alguien le mandó la conversación, tú ya lo sabías, por supuesto, pero ella se mortifica mucho con eso, le vuelves a decir que mejor terminan, te pones de mártir otra vez y te “sacrificas” en el nombre su amor para que ella encuentre alguien mejor que tú. Pero deciden seguir, las cosas mejoran, la descubres en su juego, no la quieres hacer sentir mal y le comentas que fue un regalo estupendo de cumpleaños aunque un poco atrasado; salen, van al cine, a caminar, por un helado, se divierten y tú sigues sudando por dentro porque no sabes cómo le vas a seguir haciendo para comer, pero tampoco la quieres preocupar. Se queda en la escuela, se lo celebras, ¡por fin se queda!, la ayudas a seguir adelante, claro que sí, apoyándola en todo lo que puedas, no le falta por lo menos la comida ni lo de sus pasajes, llega el día de su cumpleaños y van, trabajan, está jodido, pero le dices que hay que juntar lo que ganó cada quién y dividirlo a la mitad, los dos saben que a ti te dan más, pero no te importa, qué lindo, léase como “qué pendejo”, acepta y mientras cuenta lo que ganaron, tú sigues trabajando para comprarle un regalo, y ahí vas por un helado de chocolate de esos caros que veden en “el globo”. Qué bonito, ni se lo come, dice que lo guardará para después, al día siguiente tiene un compromiso, aprovechas vas por una flor y te atrapa, pinche suerte la tuya, te cacharon la sorpresa; pero las cosas comienzan a mejorar, el semáforo está un poco mejor y ya no hay peleas, de hecho Liliana ya hasta consigue un papel en una obra de teatro y te ayuda con la promoción de tus textos, ambos están haciendo sus cosa. ¿Ves qué rápido se pueden resumir unos meses?
                —¿Cómo puede ser que esto haya pasado sin que me diera cuenta?
                Porque en realidad todo lo que te dije lo estuviste viviendo. Ahora solo lo estás recordando mientras dormitas al manejar, vienes de un viaje, por la carretera de Puebla, antes de que no puedan hacerlo hasta dentro de un buen rato porque Liliana estará saturada con sus ensayos. Lástima, perdiste tu oportunidad con Grizel, ya pasó mucho tiempo y no le respondiste nada, no creo que te lo perdone.
                —No importa, ya te lo dije.
                Veamos si sigues pensando lo mismo cuando Liliana te deje. Te dije de la operación, ¿no? Eres predecible, aunque eres menos agresivo, eres como yo. Me das asco; cuidado, estás en una curva.
                —¡Mar! Nos vas a matar. ¿Estás bien amor?
                —Sí, me fui.
                —Estaciónate un rato, te ves pálido.
                Qué pedo, me duele la cabeza, siento como si todo… carajo, qué pedo, qué pasa, qué chingados pasó, siento como si me hubiera comido dos meses de mi vida, y sin embargo puedo recordarlos a la perfección y no como una película. Pero a la vez es como si no hubiera estado ahí. Debe ser mi imaginación.
                —Te amo, Lilu.
                —Yo también te amo, Mar. ¿Estás bien?
                —Sí, abrázame.
                Hay algo raro, hay algo muy raro, no me gusta lo que siento, y sin embargo no creo que sea cosa de Liliana, la veo y ahí está su mirada de preocupación por mí. Ella está bien, está normal, está todo bien. Está todo bien. ¿Pasó todo eso?
                —Lilu, gracias por el regalo de cumpleaños, pero te sigo ganando, te descubrí. Me debes un chocolate por eso.
                —Me lo debes tú, fue mi idea.
                —No, porque los dejas que se echen a perder como el helado.
                —Ya te dije que no fue mi intención, pero es que no me podía comer tanto helado en un día.
                —Ta bien, me conformo con un beso.
                —¿Nada más un beso?
                —No, dame cien.
                Uno, dos, tres, cuatro… Sí, todo eso pasó. Es solo un mal viaje. Todo fue un mal viaje. Veinte, veintiuno.
                —Ya, los demás te los doy en la casita cuando hagamos el amor. Tengo muchas ganas de que me cojas bien rico, y a la vez bien tierno, despacito.
                —Yo también, amor.
                Ajá, que me beses, y me acaricies sobre el pantalón, y me sigas besando; ay, ya me mojé. Estoy bien mojada, Mar.
                —No se hable más, hay que apurarnos.


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