miércoles, 13 de noviembre de 2013

Monólogo de ella

Las disyuntivas que parecen eternas, solo pueden ser solucionadas por medio de un volado. Parecería una forma de decidir, despreocupada, típica de personas que no son capaces de elegir; "parecería", sin embargo el volado siempre funciona, al final, mientras está en aire, uno termina sabiendo qué cara le gustaría que cayera, y en el peor de los casos, si con todo y el volado no se tiene la capacidad de discernir por una o por otra, siempre puede terminarse haciendo lo que la moneda elija; usualmente, aun cuando uno llega hasta este punto, en el momento de llevar la decisión a la acción, la mayoría de las veces uno termina diciendo: "qué bueno que salió esa cara" o "mejor hago la otra". Cualquiera que sea la respuesta, rara vez pasa lo que me pasó a mí en este momento y en el que verdaderamente, termino afrontando la decisión de la moneda:

Poemas nuevos, o un viejo monólogo.

El azar ha decidido que sea el monólogo.
Quizá la respuesta hubiera sido más elección mía, si tuviera textos innéditos, pero casi todo lo que hago, lo publico inmediatamente en facebook. Ahorita lo único innédito, son los capítulos de mi siguiente novela, que ni siquiera han abandonado el cuaderno donde he estado escribiendo.

En realidad, debo asincerarme y decir que este texto introductorio, no tiene razón de ser, y que al final, lo único para lo que sirve, es para no sentirme tan mal por colgar algo que no es meramente nuevo, y suplir esa carencia, con una breve digresión como la anterior, con respecto a la moneda.




¿Amarte? No mames, Marco, te adoraba, lloré por ti, sangré por ti, hubiera dado la vida por ti. Pero algo se rompió y ya no pude seguir. Te juro que lo intenté. Me engañaba a mí misma para para hacerme creer que aún te amaba. Así, durante más de año y medio. A veces había momentos en que me lo creía, que lograba engañarme. En serio, Marco, te juro que traté pero ya no pude seguirlo postergando. Di todo. Y después seguí dando más, me exprimí hasta los huesos; pero esa plantita ya estaba muerta: seca y quebradiza. 

Y llegó alguien. Volví a sentir lo que no sentía contigo. Volví a sonreír cuando había olvidado lo que era. La emoción de gustarle a alguien y que también me gustara. Sentirme querida y deseada; lo sé. Sé que tú me querías y me deseabas, lo sé, pero ya no lo sentía. 

Tal vez era el miedo a que me engañaras y cambiaras por alguien más lo que me impidió seguir amándote. Nunca te creí, y esa incertidumbre me comía todo el tiempo, tenía mucho miedo de que te llegara un mensaje y fuera de alguna vieja; y aun cuando me dejabas abrirlos, me ponía a pensar en que lo hacías porque te habías puesto de acuerdo con ellas para que no te enviaran, y también pensaba que habías borrado todos los demás.

Después de cierto tiempo de haber terminado, encontré una carta tuya. Tal parece que sí habías cambiado. ¿Pero de qué servía saberlo después de tanto tiempo y estando con alguien más? Si tan siquiera nunca me hubiera enterado; sé que yo lo acepté. Pero si no lo hubieras dicho, y después yo no hubiera querido seguir preguntando, y tú me hubieras respondido mentiras. ¡Yo no quería que me dijeras la verdad! Ya sé que yo te la pedí, pero no quería saberla. 

Pero así fue esto, como la magia: todos quieren saber cómo lo hacen pero no es cierto, después solo te la pasarás pensando en cuál es el truco, dónde esté en el engaño.

Aunque sé que ya no eres así, te doy un consejo, Mar: Miente, no reveles el truco de tu magia. No los más impresionantes.




No hay comentarios: