viernes, 22 de noviembre de 2013

Neointelectuales

Tal vez debería de pensar en ser articulista. Hablar de cualquier tema como hablan por ahí, en la calle, las escuelas, los cafés, el transporte público, y bla bla bla. Hay una enorme inteligencia desperdiciada por todos los lugares del mundo, al menos de este país, bueno, de esta ciudad (La Ciudad de México), bueno, de algunas partes; quizá en este caso, hacer una mayor reducción del espacio geográfico podría terminar siendo contraproducente. Pero no me preocupo, estoy seguro de no ser el único que se ha encontrado en mitad de estas agradables y amenísimas pláticas llenas de debates intelectuales, que el morbo a los sesos expuestos por la boca, hacen que uno le eche los oídos (in)discretos a alguna de estas charlas. Charlas que no son como los clásicos temas mundanos, de chismes entre amigas, lavaderos y el kilo de ropa que se ha postergado en el rincón del cuarto durante más de dos semanas (este comentario no es sexista, yo tengo que lavar mi ropa, a veces de más tiempo, y sobre todo: soy chismoso, si no, no echaría el oído por ahí, como quien pide sombra bajo el sol, o lentes oscuros frente a un escote).

No, el tipo de charlas a las que me refiero es de aquellos grandes pensadores de nuestra época, desperdigados por donde uno menos se lo espera, y queriendo hacer filosofía, política, teología, administración urbana, análisis literario, o sencillamente el interesante. Esa tribu urbana que pareciera olvidar a Cantinflas como gran exponente del retruécano, y entonces terminan diciendo una cosa para decir la otra pero sin decir la primera porque tampoco pudieron decir la segunda, y así la cosa pues nomás no sale, porque uno no dice lo que dice, y menos dice lo que quiso decir... Nah, ojalá sus pláticas por lo menos fueran así, por lo menos uno se entretendría tratando de atinarle en dónde está el sentido. Insisto, son más como pláticas de Patricio y Bob Esponja, queriendo ser intelectuales; y como dirían por ahí en los Memes literarios: No patricio, escribir en verso no te hace poeta... pero hablar de pendejadas te acerca mucho a ser pendejo, sobre todo cuando no te das cuenta de que las estás hablando. Sobre todo cuando quieres impresionar a alguien, metiéndole, además, palabras de alta grandielocuencia sofismas nebulosos que requerirían de un estudio retórico hermenéuitco para el esclarecimiento de la semántica, la sintáxis y todos los pelos teñidos de rubio que se quieran mostrar para convencer al interlocutor, de que no son una rubia oxigenada más (aunque estén bien prietas y digan que solo se está bronceada)... Queridos grandes intelectuales (que me han inspirado a escribir este artículo) si el interlocutor (el cabrón o la cabrona al que le están escupiendo las palabras como diarrea verbal) no ha salido huyendo después de dos minutos de escucharlos hablar así, es porque sabe igual o menos que ustedes. Así que no tienen que preocuparse por ocultarse en apariencias; pueden seguir intentando formular una novedosísima teoría de _______ (ponga el nombre de la gran mierda que desee en la línea) con su colega e ignorar con todo placer, el hecho de que alguien seguramente ya lo hizo y más bonito que ustedes, hace siglos.

Por eso, queridos neointelectuales de gran coeficiente, divagen, que a nadie le cobran por pensar; después presúmanlo en su facebook, y esperen a ver cómo sus demás colegas intelectuales, les llenan de likes el ego.

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