jueves, 11 de septiembre de 2008

Calíope Muerta

Con mis alas de cera volé
para compartir la suerte del vástago
de Dédalo. Lo peor es que la Muerte
otra vez no me quiso y, sólo quedé
maltrecho de mi suicidio fallido.

Yace Calíope envenenada con el rosar de
los dedos, yace la musa con la cicuta del
efímero eterno. Sembrada en la noche le
di belladona en exceso.

Revivirla, ¿para qué revivirla? Habría que
enterrarla o cremarla; esparcirla en el viento.
Encerrarla en una barrica que se vuelva vino
con sabor a nostalgia. Vino sabor a muerta
poesía.

Talvez guarde un poco de sus cenizas para sazonar
con amargor la dulce vida. Que se enfríe la llama
que nada calienta – ¡pero cómo quema!-. ¡Qué arda
en su frío! pues no tengo lágrimas que la puedan apagar.

Debería asfixiarla con cigarros; sobredosis de nicotina,
asegurarme de que esté muerta y que bien muerta se
quede, que no regrese, ni en fotos ni en pintura.

Por eso habré de enterrarla en un ataúd de letras
y palabras, adornar con caricias y besos marchitos
el epitafio sin nombre de la tumba desconocida.

Pero antes de eso cubrir de gris indiferencia a su sentir.
Para que así no pueda exhumarla. Colocarla bocabajo
por si se quiere salir –como dicen los niños-. E incluso...
con eso… aun así, habría que soldarla con los eternos recuerdos.

Calíope está muerta, y ¡qué bueno!; ya no seguirá creyendo
–errada- que es el centro de mi universo. O el sol de mi día.
Es cierto mi constante pensar en ella, pero también es cierto
que la gente seguía muriendo o que a diario como.

La velaré entre mis cinco velas embotelladas, con la corta vida
que les queda, le acompañarán el luto que le guardo a mis cigarros,
y brindando a su salud con un trago de mezcal, pediré a alguien que
le lloré lo que yo no siento hacer.

En la noche de insomnio que pierde su nombre, guardo su cuerpo
inerte, le empaderaré junto con sus libros, y el tinto vino añejado.
Con el barco de papel que buscaba, pero que equívoco le ofrecí uno
que pudiera navegar en la mar (y qué por eso desdeñó).

Musa, estás muerta, muerta otra vez, y ojalá que así te
quedes, que no haya quejas ni tentaciones, pero si algún
día, se te ocurre regresar (como lo haz hecho antes), ya
sea en otras formas, otros aromas, en otros sabores… o
en los mismo. Entonces con lo que quieras, como quieras
y cuando quieras… vuélveme a buscar.

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